No falta razón a Javier Diez Canseco cuando afirma que nuevas garras quieren privatizar a como dé lugar Petroperú, o habla sobre la venta del accionariado del Estado en La Pampilla, o que el reingreso del ministro flautista, PPK, hombre vinculado a sonoros fraudes como el de Lima Airport Partners y sus vínculos con empresas de energía y petroleras, parecieran ser opacados por los escándalos que generan los parientes del presidente Toledo. Pero, que se sepa, nunca los incendios se apagan con gasolina de alto octanaje.

El almeydazo generó un nuevo gabinete conversado; aquí el apellido es lo de menos. Me atrevo a pensar que en algún cajón de su prodigiosa red de entuertos y negocios versátiles, César Almeyda tiene muy bien guardados, secretos que remecerían violentamente a más de uno. Y que cuando el agua le suba al cuello, va a cantar como tenor frente al pelotón para salvar el pellejo. ¡Aunque otros se hundan!

Por tanto, es imperativo diluir y hacer olvidar, por los medios posibles, cuanto se refiera al almeydazo. Y la única manera es que salgan a la luz hechos que, en una lógica perversa, den noticia que hay más delitos. ¡Y también otros delincuentes! La corporación de los cacos quiere demostrar que los ladrones en el Perú son una multitud. Y de eso no tengo duda y los hay desde proletarios hasta los que usan cuello y corbata.

¿Qué se gana?: ¡evidentemente nada! Pero sí se socializa el robo y la traición. Los soplones retornan a su vil oficio de decir lo que sólo ellos saben y la delación torna en un código de conducta que genera que el pueblo identifique al servidor público como un hombre esencialmente corrupto y corruptor.

Hasta el embajador norteamericano, James Curtis, expresa que ¡está preocupado por los guarismos que recogen las encuestas! Ha poco este señor también se entrevistó con el candidato presidencial del Apra, Alan García Pérez. Tal parece que Curtis se ha tomado muy en serio su papel de consejero gratuito. ¿No será un émulo de Spruille Braden a quien Perón largó tieso hace largos años?

Múltiples evidencias muestran la nave al garete y ya nadie descarta el adelanto de comicios. El tema de fondo es saber a qué clase de salida política nos encaminamos: una asamblea constituyente o elecciones generales. En el primer caso, corremos el peligro de llenarnos de abogados cosméticos, leguleyos y profundamente conservadores (de sus negocios, obviamente); y en el segundo, de seguir en el mismo baile con 15 ó 20 orquestas cada una tocando su propia y diferente música.

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.