¿No se vio acaso a Schutz recibiendo dinero de Montesinos? ¿No estuvo Delgado charlando y negociando con el mismo delincuente? ¿No se la picó el primero a la Argentina, lugar donde recibía las visitas de su cómplice Mónica Delta? ¿No invocó su avanzada edad, el segundo, para no dar con sus huesos a la cárcel? Ninguno de los dos es un modelo de decencia, ni paradigma empresarial, ni arquetipo de comportamiento cívico. ¡Da lo mismo Chana que Juana!

Como de costumbre, los áulicos pretenden convertir la disputa por la administración de Panamericana en un tema sobre quién estuvo y quién no en lo que llaman lucha por la democracia. Maniqueo y absurdo, el argumento revela la grosería en que se ha convertido la “información” en el Perú. Hambrientos de ver cuchilladas o aporreamientos entre hampones, la prensa se regodea en lo que dicen unos y otros.

Nótese que hay un tema mucho más desgarrador: las maniobras que los entornos legales de ambas pandillas promocionan, desnudan en su real crudeza lo que es la justicia en nuestro país. Aquí se paga o engrasa convenientemente con presiones de toda índole, a quien favorece determinado fallo porque siempre hay salidas y resquicios de los cuales se sirven abogados cuyo norte no es el principio legal, sino el interés en cautelar las muy buenas pagas que están recibiendo de las partes. Todo lo que dicen para disimular su mercenarismo, es garrulería barata.

Los paganos, por causa de las luchas intestinas entre grupetes, son siempre los trabajadores. ¿Qué ha hecho el Ministerio de Trabajo para cautelar los derechos de estas personas? ¡Ellos tienen derecho a vivir tranquilos y a recibir el pago justo por su labor! Ahora están a merced de una justicia veleidosa e inmoral y, lo que es peor, de quienes lleguen al manubrio de Panamericana. ¡Si con unos, muy mal. ¡Si con los otros, peor!

Este espectáculo es una demostración más del ajedrez de caníbales que predomina en toda nuestra vida pública y privada. Los delincuentes de cuello y corbata, que viven de los más tontos que aún creen en principios sociales de justicia y equidad, cambian de pasaporte con frecuencia, tienen casas de playa, autos varios y círculos exclusivos y ganancias en dólares abundantes. Pero son tan inmorales y ladrones como cualquier rufián monrero o carterista que camina por las calles o avenidas del Perú.

En Panamericana hay una trifulca en que taifas se disputan un filón económico que tiende a extinguirse por inestable e incontinuo. Y todos los que están alrededor de uno u otro grupo, sabe muy bien qué está haciendo y cuál la responsabilidad que habrá de cargar cuando tenga que dar cuenta de su conducta. Que hoy digan cuánto les plazca ¡y lo que es peor! y que la prensa reproduzca sus eructos, es un tema que debía hacernos reflexionar seriamente.

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.