Hoy vamos a ceder nuestro espacio en Réplica de Radio-Miami para dar lectura a un artículo publicado ayer en las páginas de opiniones del diario The Miami Herald, en su edición en inglés que considero que debe ser conocido por nuestros radioescuchas, ya que El Nuevo Herald en Español- como era su deber- no tuvo por conveniente reproducirlo, como acostumbra hacer con aquellos artículos del propio Herald en inglés que complacen los puntos de vista de la extrema derecha cubana de Miami.

El artículo al cual vamos a dar lectura a continuación, fue escrito por el joven y brillante abogado cubano-americano John de León, quien goza de gran prestigio en la comunidad hispana del sur de La Florida por su conducta ejemplar en defensa de los derechos ciudadanos al frente de la Unión Americana de los Derechos Civiles, organización de la que fuera su presidente con anterioridad y de la cual actualmente es su vocero y vice-presidente en funciones. El artículo de John de León se titula «Errores en Haití y Venezuela», una crítica a la política exterior norteamericana. A continuación el artículo de John de León. Dice así:

«La posición de los EE.UU. facilitando la expulsión de Jean-Bertrand de Aristide señaliza un nuevo período en la política extranjera de EE.UU. en la que no estamos ya comprometidos a sostener un gobierno democráticamente elegido en este hemisferio ni en ninguna otra parte.

La administración de Bush sostiene la expulsión del gobierno democráticamente elegido en Haití y Venezuela, señalando un desdén no tanto para sus líderes sino para las instituciones democráticas falsamente basadas en el sacrificio de su gente.

Las democracias constitucionales son instrumentos frágiles. Bastante a menudo líderes que son elegidos popularmente pierden la popularidad al siguiente año. Las reglas se ponen en cada país para preservar la estabilidad del sistema. La más básica de estas reglas es el término de gobierno. Los electos son esperados a renunciar al poder cuando sus términos expiran; de otro modo, una dictadura surge. Así mismo los gobernados, también, son esperados a seguir las reglas. Cuándo la mafia gobierna, la anarquía prevalece.

En el año 2000, acá en casa, tuvimos a un presidente que tomó el gobierno aunque perdió el voto popular y posiblemente el voto electoral. Mientras la legitimidad que él reclama referente a su gobierno, ha sido cuestionada, las reglas que tenemos para los mecanismos que llevaron a instalarlo en el poder, también han sido cuestionadas. Y sin embargo grupos armados no tomaron la fuerza para impedir que tomara el poder ni han intentado derrocarlo. Tal escenario, dadas nuestras independientes ramas del uso del poder en el gobierno, parece inconcebible.

Además, mientras individuos en países extranjeros pueden haberse preguntado la legitimidad de George W. Bush al ascender al poder, los gobiernos extranjeros habrían estado fuera de lugar si ellos se hubieran inmiscuido en nuestros mecanismos internos de democracia.

Nuestros vecinos al sur no son tan afortunados. Los Estados Unidos han tomado sobre él mismo desestabilizar los estados democráticos extranjeros señalando su falta de apoyo para líderes democráticos que no acceden a los parámetros de EE.UU.

Nadie espera que los Estados Unidos apoye las políticas de líderes extranjeros que van en contra de nuestros intereses. Sin embargo, los Estados Unidos son el imperio democrático del siglo XXI. Como tal, su responsabilidad es apoyar los principios generalmente aceptados de la regla de la ley e instituciones democráticas en otras partes.

Un Reclamo legitimo

Necesitamos no apoyar a Aristide ni a Hugo Chávez, pero debemos aceptar su legítimo derecho por gobernar. Sus instituciones deben de ser permitidas para determinar la legitimidad de sus gobiernos. Hacerlo de otro modo socava aún más el valor de la democracia, incluyendo la estabilidad y legitimidad.

O sostenemos la democracia, o sostenemos a líderes que queremos. Nuestra historia en el siglo pasado subraya los peligros de emprender hacia el último sendero. En Nicaragua, Chile, la Argentina, Brasil, Irán, Irak, Arabia Saudita, Cuba, Haití, La República Dominicana, Guatemala y otros países, nosotros debimos haber aprendido las lecciones de la fallada política de apoyar a líderes que siguieron nuestras órdenes, a costa de su gente.

A largo plazo nosotros nos beneficiamos (con algunas raras, pero importantes, excepciones) como también el resto del mundo cuando sostenemos la habilidad de gobiernos democráticamente electos a servir completamente sus términos.

Nada socava más el buen trabajo que se ha estado haciendo alrededor del mundo por ciudadanos americanos construyendo proyectos de democracia, tanto como nuestro propio asalto sobre esa misma noción de la democracia – por ejemplo, al apoyar tácticamente el derrocamiento de gobiernos democráticos debilitados. Ello desafía cualquier sentido de credibilidad hacia nosotros el decir que no apoyaremos a gobiernos «democráticos corruptos» en Venezuela y Haití cuando continuamos apoyando otras democracias corruptas y dictaduras cuyas políticas benefician nuestros intereses.

Las políticas de esta administración prefiguran un periodo sombrío de la anarquía. Ahora más que nunca, líderes de EE.UU. tienen una responsabilidad de seguir la regla de la ley en casa y fomentarla en el exterior. La inestabilidad que resultaría si falláramos nos atormentara por generaciones».

Hasta aquí el artículo de abogado John de León sobre la mala política, la absurda política exterior de la administración Republicana del Presidente Bush. Un artículo que El Nuevo Herald no quiso publicar. ¡Una voz que clama en el desierto!