El Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso y ex canciller de la República, doctor Luis Gonzáles Posada, ha declarado recientemente al diario La República, edición del 17 de enero, que la Convención del Mar se verá en la próxima legislatura. Debió decir “se aprobará” porque esa es su intención manifiesta. Y así, al referirse al problema limítrofe marítimo con Chile, afirma muy convencido que sería resuelto cuando el Poder Legislativo sancione el tratado o Convención del Mar. Se conoce que el doctor Gonzáles Posada pese a sus años y a su experiencia mantiene la saludable costumbre de estar en pañales.

Es cierto que en la Convención del Mar hay un artículo, el 15, que establece la bisectriz o línea media del ángulo formado por las costas vecinas, como lo sostiene el Perú, en tanto que Chile pretende el paralelo. Sin embargo, el doctor Gonzáles Posada olvida, inocentemente, por supuesto, que no es necesario adherir a la Convención para aplicar ese principio de la bisectriz que siempre ha regido en el campo internacional. Ver mi libro Dominio Marítimo, capítulo VI, especialmente la página 75.

Y en cambio el presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso pretende que para obtener esa solución el Perú firme la Convención del Mar y ¡entregue el Mar de Grau! ¡Qué les parece! Sus asesores poseen un misterioso recurso sicológico para engatusar a mentes preclaras, como la de Gonzáles Posada y hacerles decir barbaridades con una tranquilidad que pasma. Para estas víctimas de sus asesores la mente no registra dispositivos legales tan importantes como el 325 del Código Penal vigente que castiga el atentado contra la integridad territorial como delito de traición a la patria. ¡Ah! Esto no cuenta. La censura de su conciencia está amordazada. Y quedan en libertad dos fuentes de conducta: ignorancia o dolo. No soy juez. Pero ambas causas conducen al mismo destino: la entrega impune del Mar de Grau con cerca de 700,000 kilómetros cuadrados, una región natural, ¡el mar más rico del mundo! Con su fondo, subsuelo y espacio aéreo.

Pero nuestro medio cívico es, digamos para no ofender, muy “especial”. Cada vez que un Gobierno se prepara para entregar territorio -la experiencia me lo dice- se produce un silencio sobrecogedor. Nadie se atreve a defender al Perú. La prensa, cuando más, informa algo, pero no combate porque depende de la publicidad. Y nadie quiere estar mal con el régimen político imperante. Todos los medios de comunicación silencian y dejan a la población en la más absoluta ignorancia. Las universidades, que debían insertar su acción en la vida nacional, se distraen... las instituciones patrióticas dependen del Ministerio de Defensa, vale decir, del Gobierno. No son libres. Los partidos políticos exhiben su ignorancia impúdicamente. Las conciencias se ennegrecen en tanto que las sociedades secretas imparten instrucciones. La Iglesia, descompuesta moralmente, no da la batalla soslayando que después de Dios ¡la Patria! Pero los obispos dependen del sueldo que les paga el Estado. Nadie dice nada. Porque se va a perpetrar el delito.

El terror reina en todas partes. Y la estulticia, es decir la estupidez, se apodera definitivamente de los espíritus. El aire se espesa, los valores se ocultan. Es la hora de las tinieblas como enseña el Evangelio en el momento terrible del Prendimiento. ¡Vamos a perder el Mar de Grau!. Es un peligro inminente. Y si se hace realidad, una maldición caerá sobre esta población que no alcanza la condición de pueblo, donde hay electores pero no ciudadanos. Y no se ama al Perú sino al interés personal. ¡Pobre Patria mía! Vas a pagar tus delitos. Y desaparecerás como nación soberana si no recobras tu fe y tu valor. ¡Mira Perú! Esta es quizá tu hora más triste. Sobre el mar, con sol o sin él, el horizonte tiene una gruesa línea negra. Es el duelo por los que dieron su vida para defender el Mar de Grau. Honor a José Luis Bustamante y Rivero, padre de nuestras 200 millas y a todos los que me acompañaron en la defensa del mar peruano. ¡Muerte a los traidores que no cumplieron su juramento de ley! Dios y la Patria sí lo exigen.

¿Qué podemos responder hoy a los reclamos de Bartolomé Herrera? El insigne maestro se preguntaba “¿Hemos cooperado todos a la ventura y respetabilidad de la Nación? ¿No es verdad que hay quienes ignoran que el amor a la patria es caridad más perfecta que la particular; no saben si es virtud; y marchan ilusos a la ruina a que su indiferencia los conduce? Ciento cincuenta años después no sabemos qué decir. Y viene a nuestra memoria la cita de Jeremías: “¿Cómo hemos sido desolados y confundidos tan vergonzosamente?”

Si la entrega del Mar de Grau se consuma, la noticia quebrará la espesura del silencio. ¡Perú en la Convención del Mar! A celebrar, porque hay que acomodarse a los hechos. Grandes titulares: Triunfo de la Democracia Peruana. Cables de felicitación salidos de las Grandes Potencias. Honor a los hombres que lograron el supremo objetivo. El Perú no puede ser la excepción. Y los valiosos “intelectuales” de Torre Tagle saldrían de sus ratoneras para morder el queso del triunfo. Así está el Perú...

Si llegara ese trágico e hipotético, también probable momento, yo haría un breve paréntesis para ir solitario hasta la tumba de Bustamante y Rivero y depositar sobre la loza que lleva su nombre una sola flor, una rosa blanca, porque los limpios de corazón, lo ha dicho Jesucristo en el Sermón de la Montaña, ellos verán a Dios.

¿Y todo habría acabado? ¿Sería el punto final de una lucha de más de treinta años? ¡Que va! Recién comenzaría una nueva contienda para que algún día, en acto de justicia, sujeto a derecho, los traidores mueran fusilados, sentados, vendados y por la espalda, como se mata a los cobardes. En cumplimiento de la ley de Dios fundamentada en el Catecismo Romano del Concilio de Trento y en la doctrina del Sol de las Escuelas, Santo Tomás de Aquino. Y reafirmada por Pío XII en la vigésima centuria, no me temblaría la mano para disparar el tiro de gracia, salvo por cansancio, porque seguramente serían muchos los ejecutados. Lo dice la Biblia: “Caerán los cadáveres como el heno a espaldas del segador y no habrá quién los recoja...”. Jeremías, cap. IX, v. 9, 22 y 20.

El Perú se cura o el Perú desaparece.

El artículo que sigue es parte de la herencia de un gran peruano, Julio Vargas Prada, fallecido el año pasado. El temía que nuestro Mar Territorial de 200 millas pudiera perderse con la Convención del Mar que algunas personas vienen promoviendo últimamente. El aporte conceptual del ilustre jurista tiene la virtud de mantener vigente su lucha de toda la vida en defensa de la integridad territorial de nuestro Patria, que merece todo nuestro respeto y gratitud. 3-4-2004, Víctor Mejía Franco