Dijo el voluminoso e histriónico Gustavo Pacheco que él es abogado, ¿y quién cuestiona semejante ocupación? Pero se olvidó de anunciar que también es tuerto. Porque nunca ha dicho nada cuando el funcionario público McM (Mono con Metralleta) Fernando Olivera intervenía a favor de Telefónica del Perú en sus recurrentes y díscolos viajes a Lima desde Madrid donde ejerce una embajada que es motivo de repudio por los peruanos en España.
Como si no fuera evidente, Pacheco comunicó también, por inferencia, que él es un político visible. ¡Pero claro! Los dinosaurios eran animales gigantescos provistos de un cerebro pequeñito y sus movimientos eran torpes, cuasi idiotas, propios de seres colosales a quienes la naturaleza no dotó de mayor materia gris. ¡Cualquier parecido con algún parlamentario es pura casualidad!
El envilecimiento de la tarea legiferante no se debe a la prensa. El simio camina como simio porque esa es su dinámica. El bruto jamás podría aspirar a humano porque su nobleza se verifica en la miopía congénita de sus razonamientos. ¿Qué puede esperarse de bufones que pretenden ser Catones por el sólo hecho de ser abogados? ¡Nada o muy poco!
Yo creía que sólo luego de la actuación y probanza de los indicios o testimonios, alguien podía ser declarado culpable o responsable de algún delito. No antes. El picapleitos deleznable Gustavo Pacheco virtualmente crucificó a Eduardo McBride y le zahirió a pesar de las invocaciones a la cordura que le hicieron sus cófrades parlamentarios. ¿Quién se cree este fachoso monigote?
Por eso la gente se inquiere y jala los pelos al recordar que paga decenas de miles de soles a robustos inútiles como el que ocasiona esta humilde entrega. Nótese, eso sí, la monumental estulticia categoría A-1 de que hace gala Pacheco en cada uno de sus actos, mientras que engola la voz y hasta cuando mira profundamente para parecer que sabe de qué está hablando.
¡Que juzguen, quienes deben hacerlo, a McBride! Pero, a los payasos hay que evacuarlos a otro sitio.
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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