Normalmente nuestra Cancillería asume derrotas y derrotas. Son tan comunes que, como en el fútbol, nos hemos acostumbrado a asumirlas como parte del menú cotidiano. Desde hace más de 20 días, hemos visto como el presidente chileno admite que se puede conversar sobre los límites marítimos, aún no delimitados por tratado o convenio alguno con Perú y cómo Relaciones Exteriores de ese país le enmienda la plana. ¡Por vez primera en décadas, la gestión de un canciller peruano consigue torcerles el cuello!

En efecto, Manuel Rodríguez Cuadros había estado en Chile y habló con Soledad Alvear, la titular de RREE de ese país y después Lagos dijo lo que dijo. La semana pasada el vicecanciller Luis Solari discutió públicamente con su par chileno Barros y quedó claramente establecido que para el Perú el tema de la delimitación marítima con Chile es un asunto pendiente.

Otra cosa muy importante: ¡ni Chile y menos Perú se han referido por casualidad a la Convención del Mar! En buen romance: la delimitación marítima con Chile tendrá muchas avenidas de trabajo pero una sola no interesa ni sirve para absolutamente nada: ¡la Convención del Mar!

¿Se atreverá la Comisión de Relaciones Exteriores de un Congreso cuya aceptación es sumamente miserable ante la opinión pública a tocar el tema de la Convención del Mar? Más de un ignaro insolente ha estado diciendo que este tratado garantizaba una mejor negociación con Chile y sobre los límites marítimos. Recordé hace una semana que Chile rechaza todo lo referido a delimitación marítima preceptuado en la Convención del Mar. Entonces, ¿para qué queremos adherirnos a ésta con un pretexto majadero e inútil?

Nadie ha salido a refutar las afirmaciones que vertí citando a autoridades estudiosas de la materia. Ni los bulliciosos congresistas de ilustrada ignorancia ni los que se van a Chile a ser premiados con preseas que conmemoran las victorias militares de otro país. La sinverguencería y la estulticia son primas hermanas y cuando se juntan logran absurdos de marca mayor. Esta es una de esas circunstancias abominables.

¡Qué papelón el de un Congreso que pretende saltarse a la garrocha la reforma constitucional por la colisión que existe con el texto de la Convención del Mar; qué ridículo pretextar este tratado internacional cuando Chile lo objeta y específicamente en lo que se refiere a delimitación marítima; que tontería discurrir por este camino cuando la Cancillería del Perú ya ha ofrecido una demostración clara de que nos ceñiremos al derecho internacional para lograr un convenio equitativo, justo y de acuerdo a la historia!

Los que querían que otros vieran a la Convención del Mar como la panacea para la delimitación marítima con Chile han quedado, como no podía ser de otro modo, sin piso ni base. ¡Jamás la tuvieron! Y las supercherías como las mentiras tienen patas cortas. ¡Así de simple!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.