Preguntó Jaime de Althaus, fungiendo de abogado del diablo (¿o del sur?), al canciller Manuel Rodríguez Cuadros, sobre la “oportunidad” del tema pendiente que hay sobre delimitación marítima con Chile y éste respondió categórica, firme y patrióticamente que las políticas del Estado peruano son perennes y de sólido basamento jurídico.
¿Desde cuándo el patriotismo, la defensa de los límites, nuestra historia, tradición y horizonte es cuestión de “oportunidad”? Sólo a un afiebrado por su alto salario puede ocurrírsele semejante impertinencia desdorosa y claudicante.
Pero, Althaus es un empleado más de un conjunto de empresas vinculadas al diario El Comercio. Y da la casualidad que es el mismo subdecano el que publicó en sus páginas la sentencia que la historia registra como su vergonzante y lapidaria marca de fábrica: “Primero los chilenos que Piérola”. Por tanto, la doctrina es de casa y el megáfono un trebejo en la nómina de pago.
Althaus se desgañita con pasión cuando brama porque las inversiones vengan al Perú a salvarnos según su particular análisis del país. Pero como es un globalizador por temperamento y convicción, no le hace ningún asco preguntar si es oportuno defender los límites marítimos de la patria. Según el estridente locutor de televisión hay veces en que NO cabe plantear la posición del Perú ante los países limítrofes, en este caso, Chile.
¡La patria no se vende, la patria se defiende!
Mientras que la quintacolumna tenga a mamarrachos enquistados en los medios, sólo hay garantía de un desplome nacional franco y deprimente. ¡Aquí hemos tenido en Palacio a súbditos de otros países en franca contravención de las más elementales normas de seguridad interna e inteligencia!
Se sabe que ciertas casas editoras pasan por un momento álgido y están dispuestas a vender su alma al diablo (¿o al sur?), con tal que eso les asegure su vida muelle, regalona de lo que no es suyo y con la inefable ayuda de Felipillos de nuevo cuño, aunque de viejas y sucias costumbres.
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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