El cardenal Juan Luis Cipriani -no la Iglesia Católica- fue citado por la Fiscalía para dar su testimonio en torno a los sucesos que rodearon el fallecimiento de monseñor Vargas Alzamora. Si todos somos iguales ante la ley, y Cipriani es un ciudadano con sotana, igual debe dar su testimonio y ello le ayudaría a disipar cualquier tipo de sospecha. ¡Ni la memoria del desaparecido Vargas está en vía de discusión ni hay coronas especiales -ni corrientes- para nadie!

No hay pretexto ni iglesia que valga cuando la ley convoca para la investigación. Por tanto los deslenguados deberían equilibrar sus expresiones para no dar la impresión que o tienen miedo o que necesitan de cortinas de humo para dilatar, entorpecer o eludir su necesaria participación en hechos que demandan ineludiblemente de su expresión personal.

En medio de estas noticias aparece una en que se da cuenta que un equipo de hombres del medio está preparando un libro a favor del cardenal Cipriani. Hasta donde yo sé su ejercicio eclesiástico reposa en la bruma de exabruptos y desprecios jamás desmentidos por los derechos humanos y actuaciones rayanas con la deslealtad como ocurrió en la embajada del Japón hace años. Las lágrimas de entonces no resucitan a los masacrados a balazos que ya estaban rendidos luego de su malhadada aventura criminal.

Noto entonces que se ha fletado a una patota para -como en toda la historia republicana del Perú- decir que lo dicho no fue dicho y que lo actuado no fue actuado. ¿Es que van a negar que en Ayacucho, cuando Cipriani era el mandón que decidía sobre vidas y hombres, no se atendían temas de derechos humanos? ¿Con qué poema o testimonio van a desmentir que Cipriani definió su encíclica célebre por aberrante y vergonzosa: “los derechos humanos con una cojudez”? ¿En eso se usa la plata del Estado, porque la Iglesia Católica no paga impuestos y en cambio sí vive del dinero que erogan los sufridos contribuyentes?

Por ahora nadie está pidiendo que a Cipriani le lleven montado en burro a la Fiscalía. Podría hacerlo en su auto y con la discreción que él debería enunciar o solicitar. Lo importante, para él mismo, es que dilucide cualquier duda sobre su vinculación con los hechos que rodearon la muerte de Vargas Alzamora. Si hace esto, él gana ante la feligresía, ante los que lo quieren y también ante los que le odian con ferocidad por su sectarismo y porque es también el adelantado del Opus Dei, grupo financista con sotana que maneja a su regalado gusto el Vaticano.

Recuérdese: en Perú hay varios obispos, más de cinco, pertenecientes a la secta Opus Dei. En Argentina, país con el doble de nuestra población, sólo hay dos. Y el Opus Dei es tan poderoso que logró convertir a un fascista como Escrivá de Balaguer en santo en menos de 10 años, hecho que a otros les lleva una cincuentena o centuria. ¿Poderoso señor es don Dinero, no?

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.