No sólo 3 mil familias peruanas (que dependen de su trabajo en Aerocontinente) peligran, sino que también el turismo hacia Perú está en tela de juicio debido a la decisión unilateral de efecto extraterritorial de la Autoridad de Aeronáutica Civil de los Estados Unidos al suspender el ingreso de los aviones de Aerocontinente. Es por demás vergonzoso que semejante situación se haya producido, además, por sugerencia oficiosa de la DGAC.

¿Qué puede estar ocurriendo como para que los norteamericanos vengan al Perú y nos digan en la cara pelada que la capacidad de supervisión de las operaciones aéreas a cargo del Ministerio de Transportes y de la DGAC estén en tela de juicio por incompetencia y torpeza manifiestas?

¡Aquí hay una situación anómala, incomprensible y cuestionable!

El único ministro que asume su cartera como un adorno más es el de Transportes José Ortiz. No puede nombrar a su personal de confianza, su viceministro, Richard Díaz Gonzales, es el mismo desde hace años, y no ocurre lo mismo con el resto de portafolios en los que el titular hace lo que a su juicio conviene más. En este caso, no. Díaz es inamovible, muy fuerte y como segundo de a bordo, hace cuanto le viene en gana.

Los responsables de ejercer las atribuciones de prevención de incidentes y accidentes de aviación de aeronaves de matrícula peruana son el viceministro de Transportes y el director de la DGAC, el conocido inepto Wilson Benzaquén. Si Aerocontinente pierde facultades en el mercado norteamericano, ¿cuál ha sido la capacidad o destreza ejercida para con esta empresa y por parte de las autoridades competentes (o incompetentes)?

No es desconocida la guerra pública que hay entre Aerocontinente (empresa peruana) y LanChile (con el apoyo de varios diarios, canales de televisión y estudios de abogados millonariamente contratados) por prevalecer en el mercado nacional. ¿No hay coincidencia o presión para que ciertos irresponsables recomienden la suspensión de Aercontinente en Estados Unidos?

Más allás de conflictos de mercado hay un daño irreparable: cualquier turista duda en venir a un país con serios problemas de seguridad en sus aeropuertos de entrada y aquellos que van hacia el interior. Ergo: se pierden divisas y se atenta contra la misma política del gobierno de Toledo. Y los fautores son los incapaces a cargo de la seguridad aérea.

La desestabilización de Aerocontinente respondería a un plan para favorecer intereses multinacionales y con el avieso propósito de convertir el mercado aerocomercial peruano en una colonia. Por ejemplo, TACA, empresa centroamericana al 100%, no ha invertido en Perú, no tiene hangares, talleres, pero se quedó con todos los derechos de tráfico de la desaparecida Aeroperú.

¿Qué dice -o no dice- el ministro Ortiz? ¿No se va haciendo hora de mandar a su casa, y con juicio de residencia, a muchos entornillados que trabajan mal y contra su propio país favoreciendo a empresas que pagan muy bien todo tipo de favores?

¿Cómo es posible que Aerocontinente no haya previsto en un plan de inteligencia comercial y comunicacional la sanción a que se arriesgaba por parte de las autoridades norteamericanas? Es importante recordar un viejo dicho: ¡no hay que temer a la competencia, sino a la propia incompetencia!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.