El embajador norteamericano James Curtis Struble expresó que su gobierno reconocía como legítimo al presidente Toledo. ¿En qué momento se puso en tela de juicio el origen que en las urnas tuvo el actual mandatario? Todos tenemos esa información. Mal hacen los periodistas al discurrir por cuestiones ociosas y fuera de contexto. ¿Necesita, además, el jefe de Estado un certificado de buena conducta o legitimidad gratuitamente extendida por Curtis?

¡Yo afirmo que de ninguna manera! Los asuntos del Perú y sobre sus instituciones deben ser patrimonio exclusivo de los peruanos.

Hace cinco décadas estuvo en Argentina un embajador estadounidense que se llamó Spruille Braden. Gustaba de declarar en cuanta oportunidad se le presentaba y no desperdiciaba ocasión alguna. Perón, presidente entonces, le llamó y la cita terminó a capazos. Braden hasta olvidó su sombrero porque se marchó violentamente y sin despedirse. Perón reía al contar que sus edecanes jugaron un partido de fútbol con la prenda del norteamericano.

Sin duda alguna Curtis Struble conoce la historia de Spruille Braden. Y sería interesante que no reviviera aquella época que parecía olvidada cuando, sin rubor alguno, los embajadores metían la cuchara en sopas completamente ajenas, así se tratara de sembríos de coca (donde se sienten con autoridad por poner los dólares) o de donar certificados de buena conducta o legitimidad que nadie ha pedido. Esto no contribuye a las buenas relaciones bilaterales entre Perú y Estados Unidos.

Que existan tributarios o vasallos dispuestos a acoger al pie de la letra cuanto Estados Unidos paga o fleta con su membrete es un tema. Pero creer a pie juntillas en que su versión sólo por venir del embajador es correcta, es otro tema, muy distinto. Y sí en cambio pasa por las definiciones personales de dignidad y auto respeto que se tiene cada quién, cuando pregunta o pone en bandeja respuestas que otros aprovechan muy hábilmente.

Los tratados comerciales son asunto de Estado y no del gobierno episódico que los inicia. Comprometen al pueblo peruano que será quien, como de costumbre, sufragará las concesiones o disfrutará de las bondades que estos convenios originen. Demás está decir que lo mejor es aquello que engloba a la ciudadanía y la hace partícipe de sus progresos, sin sujeciones ni cheques en blanco. ¿Lo entenderán así los que llegan al gobierno pero están lejos del poder que hace cuanto le viene en gana?

El ministro de Comercio, Alfredo Ferrero, dijo hace pocos días que el TLC no es una panacea. Reconocimiento que habrá que reivindicar cada vez que los turiferarios quieran ser más papistas que el Papa porque están acostumbrados a regalar lo que no es suyo, siempre y cuando, sus sueldos permanezcan intocados y puntuales. Me parece increíble que el embajador Curtis haya alabado las supuestas bondades del equipo dizque negociador del TLC. ¿Porqué lo habrá dicho? ¿Es que les conoce como dadivosos y simpáticos o qué?

¡Atentos con la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.