Así puede calificarse de «tremendo embarque», dicho en la lengua popular cubana, el que le han dado al Presidente Bush aquellos que le aconsejaron que dictara nueva medidas punitivas contra los cubanos de Estados Unidos que visitan Cuba en viajes humanitarios con el fin de reunirse con sus familiares en la isla. Con esa clase de amigos el Presidente no necesita enemigos.

De una vez al año ahora las visitas a la isla solo podrán realizarse cada tres años. Se limita a 50 dólares al día el dinero que pueden llevar los visitantes en vez de los 164 dólares que antes se podían gastar en la isla por cada día de estancia en el país, limitándose también a solo dos semanas la estancia de los viajeros en Cuba. No solo eso. También se limita el equipaje a una maleta de solo 44 libras de peso, es decir, apenas las pertenencias personales del viajero sin que apenas haya espacio para regalos a los familiares.

Y como si fuera poco, queda prohibido a los cubanos que viven en Estados Unidos viajar a la isla a visitar tíos, primos y familiares que no se consideren de primera línea en la sangre, es decir, padres, madres, hermanos y abuelos. Todos los demás, hasta una tía que se quiere como una madre, deja de ser familiar directo de los cubanos residentes en Estados Unidos por disposición del Presidente de los Estados Unidos. Todo un gran disparate que ofende en lo mas profundo a los que creemos en el sagrado concepto del derecho de familia.

¿Sé quieren medidas más arbitrarias, absurdas y contrarias al más elemental sentido de reconocimiento a los valores tradicionales de la familia cubana? ¿Por qué? Todos lo saben. No son razones de Estado. Son razones de votos electorales, porque al Presidente le han dicho que castigando a los cubanos que visitan la isla a reunirse con sus seres queridos, que castigando al pueblo cubano que vive en la isla, que complaciendo a los extremistas de la derecha cubana de Miami, logrará los votos suficientes para ganar en las elecciones de noviembre el tan discutido Estado de La Florida. Esa y no otra razón es la que mueve al Presidente Bush a promulgar estas medidas arbitrarias que rompen los lazos de amor filiar que se habían tendido entre los cubanos de la isla y los cubanos que viven en territorio norteamericano. ¿Qué más sagrado de los Derechos Humanos que el respeto pleno a la familia cubana?

No vamos a entrar en las consideraciones legales sobre si tales medidas violan las reglas sobre los viajes a Cuba que ya estaban establecidas y que forman parte de lo que los propios congresistas cubanos americanos de La Florida llaman la «codificación del Embargo contra Cuba». De eso se encargaran los propios legisladores norteamericanos cuyo campo, como uno de los tres poderes del Estado, ha sido invadido flagrantemente por el Poder Ejecutivo de la Presidencia. De lo que se trata es de un asunto electoral y de eso es de los que vamos a hablar.

¿Saben los que dirigen la campaña presidencial de Bush cuantos cubanos de La Florida afiliados al Partido Republicano y simpatizantes del Presidente visitan todos los años a Cuba para reunirse con sus familiares? ¿Han sacado la cuenta? Estamos seguros que no. Que ni siquiera se lo imaginan. Y esa es la gran incógnita.

Las medidas que se han anunciado contra los cubanos que visitan la isla van a resultar en un boomerang, que en vez de dar en el blanco, recurvará en toda su fuerza contra la Casa Blanca el día de las elecciones de noviembre.

¡Tremendo «embarque» el que le han dado sus «amigos» cubanos de Miami al señor Presidente! Con esos «amigos», enemigos, ¿para qué?