En sus formas ideales, la milicia puede ser, como escribió Calderón de la Barca, una religión de hombres honrados. En ella es muy cuestionable la inclusión oficial de otra religión representada por personajes del clero católico cuyas actividades no suelen ser meramente espirituales.

Los soldados, o muchos de ellos, al enfrentarse cotidianamente a la muerte y a situaciones extremas pueden necesitar, más que las demás personas, de creencias sobrenaturales y auxilios espirituales, disponibles, en el ámbito privado, en diferentes religiones, aspecto que es preciso distinguir de la intervención oficial y privilegiada del clero católico en las filas del ejército, en particular bajo la figura de los prelados militares, que a nivel de obispados ha impulsado particularmente el actual pontífice.

Atendiendo a la historia y actualidad de países de América Latina que cuentan con la institución del vicariato castrense, se pone de manifiesto la medida en que contribuye a reforzar la influencia de la jerarquía ante el Estado o el maridaje entre ambos poderes, bajo el antecedente de las tendencias reaccionarias que han predominado en muchos de los obispados, y que hoy en día son hegemónicas en el Vaticano.

Por otra parte, los obispados militares plantean el problema de la presencia dentro de las fuerzas que salvaguardan la soberanía de los países de agentes que dependen de una institución extranacional poderosísima, que tiene su propia agenda política con proyectos de reformas legales contra el aborto, divorcio, etc, y que es la iglesia de Roma, donde en noviembre de 2000, “bajo la protección de María Santísima, patrona de las Fuerzas Militares y Policiales”, se reunieron los obispos castrenses de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, República Dominicana y Venezuela. Asimismo, en Cochabamba, Bolivia, del 23 al 27 de septiembre de 2002, se llevó a cabo otra reunión con la asistencia también del Administrador Apostólico del Ordinariato Militar del Salvador y del Vicario Episcopal de la Fuerza Pública de Costa Rica.

Por su tradición laicista, México es uno de los países que no cuentan con un obispado militar y fue también hacia mediados del siglo XX, uno de los que se libraron de los sangrientos cuartelazos de aquellos tiempos. Sin embargo, la presencia de la iglesia en el ejército ha sido desde hace décadas uno de los proyectos de la jerarquía y de grupos ultraderechistas, como la orden religiosa de los Cruzados de Cristo Rey, que tiene como uno de sus principales objetivos precisamente la “evangelización” en el ámbito castrense y que ha establecido vínculos con grupos radicales de otros países como es el Sodalicio de Vida Cristiana en Perú. En el pasado, ya habían operado grupos con pretensiones similares, como en los años 40 la Sociedad de Amigos del Soldado vinculada al atentado contra el presidente Manuel Avila Camacho, en 1944, hecho motivado al parecer por el alineamiento de México con el bando aliado en la Segunda Guerra Mundial, lo cual iba contra los intereses de una ultraderecha de vocación fascista y sobre todo franquista.

En Uruguay, los capellanes militares fueron reconocidos oficialmente durante 1830, encarnados en sacerdotes católicos hasta inicios del siglo XX. Sin embargo, por decreto del 22 de mayo de 1911, se estableció la abolición de los honores religiosos en el ejército, y si bien se autorizó al personal militar a asistir a los servicios religiosos individualmente, se suprimen los cargos de capellanes.

El obispado castrense de la Argentina fue instituido por acuerdo entre el gobierno y la Santa Sede el 28 de junio de 1957, actualizado en 1992, y su jurisdicción comprende a “todos los fieles militares y civiles que pertenecen al Ejército, a la Armada, a la Fuerza Aérea, a la Gendarmería Nacional y a la Prefectura Naval Argentina, y el personal de los Ministerios de los que dependen. Además, todos los miembros de sus familias, es decir, esposos e hijos, incluidos aquellos que, emancipados, vivan en la misma casa; así como los empleados domésticos que vivan en ese hogar. También están comprendidos dentro del área pastoral del Obispado Castrense los laicos o religiosos que prestan servicios en forma estable en institutos de formación y centros hospitalarios militares y los militares extranjeros presentes en el territorio nacional, durante el tiempo en el que prestan servicio”. Asimismo, por tradición el prelado militar designa al capellán de la casa presidencial.

En Paraguay, el obispo militar tiene a su cargo el cuidado pastoral de las Fuerzas Armadas y policiales del país y cuenta con la asistencia de varias decenas de sacerdotes y agentes de pastoral. El nombramiento es reconocido con el cargo militar de General de Brigada.

En Venezuela la presencia del clero fue instituida como capellanía en 1946, a cuyo titular le fue otorgado el grado de Teniente Coronel. Además de sacerdordotes, la institución cuenta con “la colaboración de religiosas de varias congregaciones femeninas y de laicos comprometidos”.

En Bolivia, el vicariato castrense se erigió en 1961, como resultado del Primer Acuerdo de Servicio Religioso del 29 de Noviembre de 1958, entre el Papa Juan XXIII y el presidente Hernan Siles Zuazo. En 1986 la Santa Sede nombró el primer obispo castrense de ese país, teniendo como jurisdicción la “Población de las FF.AA. y Policía Nacional, contando con sus familiares”.

En Colombia, el vicariato castrense fue creado por el decreto "Ad Consulendum Curae", de Pio XII, del 13 de octubre de 1949. En 1989, pasó a ser obispado castrense para "La atención espiritual y pastoral de las Fuerzas Armadas de Colombia,
proporcionándoles todos los medios necesarios para su formación y
vivencia cristiana y humana". Dicha misión, asegura el Plan Pastoral 2003-2010 de dicho obispado, “se está realizando siguiendo las normas muy precisas dadas por la Santa Sede y el Estado Colombiano”. Vale la pena mencionar que entre las “fortalezas” del obispado que lista ese proyecto están el hecho de que “Tenemos mandos que creen y manifiestan su fe” y que “Se percibe una creciente conciencia de pertenencia de nuestros fieles a la Iglesia Particular Castrense”, mientras que entre sus “debilidades” y problemas que enfrenta lista el “relativismo ético y moral”, el “indiferentismo religioso”, la unión libre, “homosexualismo” y drogas entre algunos de sus fieles y la “Repercusión de la cultura pansexualista, divorcista y hedonista en el
medio castrense”.

En Ecuador, el vicariato militar fue creado el 3 de agosto de 1978 en virtud del Acuerdo entre la República del Ecuador y la Santa Sede sobre Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional. De acuerdo con el artículo segundo de ese Acuerdo, el “servicio religioso castrense” está integrado por el vicario castrense, el provicario general y los capellanes castrenses. El vicario castrense será nombrado por la Santa Sede, previo acuerdo con el gobierno del Ecuador (artículo tres), y tratará directamente con el Ministro de la Defensa Nacional (artículo cuatro), reclutará su clero entre los sacerdotes diocesanos o religiosos debidamente autorizados por sus obispos o superiores (artículo cinco), además (artículo séptimo): “La Jurisdicción del Vicario Castrense y de los Capellanes es personal y se extiende a los miembros del Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Policía en servicio activo, incluyendo los auxiliares y empleados, sus familiares y sus domésticos, que convivan con ellos en los establecimientos militares. ...”.

En Chile, los orígenes del servicio religioso castrense se remontan a la época de la independencia, cuando Bernardo O’Higgins nombró al Presbítero Casimiro Albano Pereira, “su tutor y amigo”, como Vicario General Castrense, siguiendo la usanza Real española. El 18 de marzo de 1818, el Ejército y la Marina de Guerra de Chile, juran y proclaman a Nuestra Señora del Carmen como Patrona de las Armas de Chile.
El 18 de agosto de 1818 se crea el Servicio Religioso de la Marina. El 3 de mayo de 1910, se creó la Vicaría General Castrense, por un acuerdo entre la Santa Sede representada para el Papa San Pío X y el presidente de Chile Ramón Barros Luco. El 13 de agosto de 1994, la Armada se consagró “al Sagrado Corazón de Jesús”. De acuerdo con el “Servicio Religioso de la Armada”, este tiene el objeto de “promover la espiritualidad y moral, a la luz de los valores cristianos y los conceptos de Dios, Patria y Familia”.

Como a veces se ha señalado, Pinochet no siempre tuvo una relación idílica con la jerarquía local, pero hay que recordar que cuando iba a ser procesado por sus crímenes, en el Vaticano encontró defensores que alegaron razones “humanitarias” por su edad y estado de salud. Por su parte, en 2001, en una entrevista con el historiador James Whelan afirmaba: “Voy permanentemente a misa. Rezo. Leo la Biblia”. Un año antes, en agosto de 2000, en una misa organizada por la institución naval en la Capilla Naval Las Salinas, Viña del Mar, a la cual asistió Pinochet, el capellán del templo Adolfo García instó a los asistentes para que ’’pidamos por el general Pinochet, para que se fortalezca en alma y espiritu y pueda salir vencedor en toda batalla’’.

En Perú, otro de los países donde tiene gran influencia la jerarquía católica, teniendo como antecedente el Acuerdo entre la Santa Sede y la República del Perú, del 19 de julio de 1980, que ratificó la “permanente y fecunda colaboración existente entre la Iglesia Católica, Apostólica y Romana con el Estado Peruano para alcanzar el mayor bien de la vida religiosa en favor de la colectividad militar, policial y civil de la Nación”, el 10 de noviembre de 1999, el entonces presidente Alberto Fujimori aprobó el nuevo Reglamento del obispado castrense del Perú, que atiende “pastoralmente a los miembros de las Fuerzas Armadas, Policía Nacional y sus familiares” y cuyo nombre oficial es el de Ordinariato Castrense, y “depende en el orden eclesiástico de la Sede Apostólica, y en el orden administrativo del Ministerio de Defensa-Despacho Ministerial” (según el artículo 8 del Reglamento).

En ese país, el ministerio de la Defensa apoya económica al obispado militar, según se ha comentado en fuentes periodísticas, además de que organizaciones civiles como Prolibco, Pro Libertad de Conciencia, han recibido muchas quejas sobre todo de policías a los que obligan a asistir a misa o rezar el rosario.

Por su parte, en El Salvador, en noviembre de 2000 no sólo religiosos sino oficiales del ejército asistieron al Jubileo Militar presidido por Juan Pablo II y celebrado en Roma el 18 y 19 de noviembre. Días antes, en San Salvador, se había llevado a cabo un Jubileo de los militares con el tema de "El militar llamado a la perfección de la caridad", precedido de misas en la Catedral de Santa Ana que serán encabezados por la Segunda y Tercera Brigadas de Infantería.

En El Salvador, en 1999, y haciendo omisión de toda idea de los derechos humanos al equiparar a los delincuentes con demonios, el ordinariato militar decidió nombrar a San Miguel Arcángel como patrono de la Policía Nacional. La entronización de Arcángel a su nuevo cargo se realizó en septiembre del 2000, las autoridades policiales efectuaron la develación de un monumento alusivo, construido en uno de los jardines del Cuartel Central de la Policía. Al justificar dicho nombramiento, se hizo notar que la misión del Arcángel Miguel está especificada en Apocalipsis Capítulo 12, donde se afirma: “Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él".

El vicariato militar de Brasil fue erigido en 1950 y en 1986 pasó a ser obispado militar, luego del acuerdo de 1989 entre Brasil y la Santa Sede. Según el reglamento de dicho obispado, este se rige por dicho acuerdo, por la constitución apostólica del 21 de abril de 1986 referente a las vicarías militares y por “las leyes universales de la Iglesia”.

En Dominicana, la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas de la República establece en su artículo 68 que “Habrá un cuerpo de capellanes militares, con graduación de oficiales, bajo la supervisión del Arzobispado Metropolitano y Vicario General Castrense en lo que se refiere a su vida y ministerio sacerdotal y sujetos a la disciplina de las Fuerzas armadas en lo que se refiere a su servicio militar” y que “Este cuerpo tendrá supervisión directa sobre todos los asuntos relacionados con religión y moral, manteniendo contacto con la Clerecía Civil y las organizaciones religiosas, morales y de bienestar atendiendo las actividades de culto y formación religiosa del personal militar”.

Hay abundantes testimonios del apoyo que en el pasado brindaron obispos castrenses a golpes de estado y dictaduras militares. En el caso de Argentina, por ejemplo, se ha señalado que el vicario castrense monseñor Tortolo, confesor de la madre de Videla, también visitaba a Isabel para sugerirle la resignación cristiana del poder. Para evocar el clima de colaboración entre la dictadura y el obispado castrense es interesante reproducir algunas declaraciones de aquel tiempo (recopiladas por Virginia Bossié “La Iglesia Católica que apoyó la dictadura militar”; argenpress, 8 de enero de 2003): “...El Ejército está expiando la impureza de nuestro país... los militares han sido purificados en el Jordán de la sangre para ponerse al frente de todo el país...” (Victorio Bonamín, vicario general del ejército, 23 de septiembre de 1975); “...La Providencia puso a disposición del Ejército el deber de gobernar, desde la presidencia hasta la intervención de un sindicato...” (Bonamín, 10 de octubre de 1976); “... yo no conozco, no tengo pruebas fehacientes que los derechos humanos sean conculcados en nuestro país. Lo oigo, lo escucho, hay voces, pero no me consta...” (Tortolo, 14 de octubre de 1976); “...hay gente católica que ha recibido la confirmación, que se alza contra la Nación argentina, destruyéndola. Cuando quienes la defienden reaccionan contra esa actitud destructiva, dicen que ellos son los perseguidos, tergiversan el espíritu y la mentalidad de Cristo.... Dios habita el alma del soldado que va con Cristo y por Cristo a cumplir con su deber, rechazando a quienes se alzan contra el país...” (Tortolo, 29 de octubre de 1976); “...los miembros de la Junta Militar serán glorificados por las generaciones futuras...” (Bonamín, marzo de 1981). Más aún, en agosto de 2000 el exmarino Adolfo Scilingo reveló que la eliminación de detenidos políticos en “vuelos de la muerte” tuvo el apoyo “de monseñor Adolfo Tortolo, el vicario castrense, y otros altos sacerdotes”. El actual vicario militar, Antonio Baseotto ha procurado garantizar la impunidad para los crímenes cometidos por los militares durante la dictadura.

Desde luego, en diferentes niveles del servicio religioso castrense y policíaco han salido a la luz casos de participación en los crímenes de la dictadura, como el del ex-capellán de la policía de la provincia de Buenos Aires, Christian Von Wernich, detenido en 2003 por complicidad con los crímenes cometidos por el gobierno militar de 1976 a 1983, acusado de "privación ilegal de la libertad, torturas y participación en homicidio calificado".

Si en el pasado algunos prelados militares fueron amigos naturales de las dictaduras castrenses, bajo el pontificado de Juan Pablo II se han esforzado por apoyar movimientos provida que a su vez obstaculizan cualquier avance en materia de salud sexual y reproductiva.

Así, del 7 al 9 de julio del 2000, VHI, transnacional provida con sede en Miami, y su organización afiliada en el Paraguay, Servicio de Amor y Vida (SEAVI), realizaron un congreso antiaborto en la Universidad Nacional de Asunción, que “contó con el total apoyo de los obispos católicos paraguayos a través de la Pastoral Familiar Arquidiocesana de Asunción” y en particular de Pastor Cuquejo, quien era entonces obispo castrense y Secretario General de la Conferencia Episcopal de Paraguay. Actualmente, Cuquejo es arzobispo de Asunción mientras que el prelado militar, nombrado en mayo de 2003, es Ricardo Valenzuela Ríos.

Asimismo, en Buenos Aires, en diciembre de 2003, el Obispado Castrense y VHI publicaron un documento conjunto contra proyectos para legalizar el aborto por anencefalia, a la vez que se opusieron a la distribución de anticonceptivos en centros educativos y de salud, alegando que con ello el Estado “atropella la patria potestad, facilitando la ausencia del respeto a la vida humana, y también compromete la salud futura de quienes los consumen”.

En Ecuador, el 6 de diciembre de 2001, el obispo castrense, Raúl Vela Chiriboga, felicitaba a Magaly Llaguno, exiliada cubana en Miami y dirigente de VHI, pidiendo “Que el señor bendiga toda su labor y continúe testimoniando con su trabajo y con el de todos sus colaboradores, en ese empeño a favor de la vida”.

En Venezuela, el controvertido prelado militar José Sánchez Porras, quien también ha sido secretario general de la conferencia episcopal, se ha mostrado contrario a la inclusión de los derechos de las minorías sexuales en la nueva Carta Magna: "...los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, porque cierran el acto sexual al don de la vida y lógicamente no hay posibilidad de procreación. Además estos actos no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual (...). En cuanto a si existen sacerdotes dentro de la Iglesia Católica con esta condición (...) pueden ser denunciados ante el obispo diocesano correspondiente y éste procederá a retirar a ese sacerdote porque la primera condición que se nos pide al ingresar al sacerdocio es ser hombres normales, es decir, con tendencias heterosexuales".

Situaciones vividas en este país ilustran asimismo el hecho de que cuando las fuerzas conservadoras, de las que forman parte también poderosos intereses económicos, se enfrentan con un gobierno al que perciben ya no como aliado sino como adversario, vicarías militares o algunos de sus capellanes pueden convertirse para él en elementos desestabilizadores.

Un ejemplo de ello lo ha proporcionado el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien ha tenido que enfrentar fuertes presiones de jerarcas católicos, con quienes ha mantenido una relación fluctuante y difícil, incluido el obispo militar, pese a lo cual en marzo de 2002, al recordar su experiencia como militar declaraba que la labor religiosa “tiene una importancia, especialmente para los hombres de la Fuerza Armada, que pasamos por situaciones difíciles, siempre necesitamos el aliento espiritual y nada mejor que el mensaje, la sabiduría de la doctrina de Dios y de Cristo el Redentor y soldado luchador por la justicia de los pueblos.

Por cierto, la jerarquía ha sido muy crítica del uso de invocaciones religiosas por parte de Chávez, pero en los diferentes países suele recibir con indulgencia e incluso con aprobación la misma actitud cuando proviene de políticos derechistas e incluso de dictadores militares si son afines a ella.

Adicionalmente hay que recordar que entre los enemigos de Chávez que en 2002 celebraron anticipadamente su caída se contaba el capellán militar venezolano Eloy Romero, residente en Nueva Jersey desde el año anterior, quien en una pequeña concentración de antichavistas dijo públicamente que se había ’’iniciado una nueva etapa para la historia de Venezuela’’ y solicitó un minuto de silencio para las víctimas de los disturbios.