¿Es suficiente que sea el gobierno de Estados Unidos, sin pruebas ni juicio previos ni debidos procesos elementales, el que sindique al señor Fernando Zevallos, fundador de Aerocontinente, como narcotraficante para creer a pie juntillas cuanto de grave y censurable tiene ese cargo? ¿Entonces, el derecho no vale cuando así lo decide la gran potencia y la enorme cantidad de cómplices así lo celebra?
No hay que ser abogado para deducir que algo raro está ocurriendo aquí. No hay certeza hasta hoy, que la administración Bush haya abierto una acción judicial contra Zevallos. ¿Se puede colgar el sambenito tal o cual a alguien sin que antes exista una actuación de pruebas, trámites de defensa y todo lo que conlleva un proceso de esta naturaleza? ¡Definitivamente, no!
Si Zevallos está metido en el delito que le imputan, ¡qué pague y con creces! Pero la simultaneidad que demuestran medios periodísticos nativos como El Comercio, Perú21, Canal N y Canal 4, todos unidos por el cordón umbilical de empresas a punto de venderse, por lo menos llama a sospecha. Porque, en cambio, sí que han sido muy simpáticos y obsequiosos con la aerolínea competidora de Aerocontinente, LanChile. ¿Casualidad o complot? Que la opinión pública juzgue críticamente.
¿Cuál sería el comportamiento del gobierno norteamericano si se enjuicia a Yanacocha-Newmont por múltiples daños al medio ambiente, envenamiento de ríos, lagunas, campos y cultivos, hombres y mujeres y se la halla culpable y se la demuestra como la gran contaminadora del medio ambiente? ¿Y que tal si se le impone una multa de por lo menos US$ 100 millones de dólares? ¡Aquí habría testimonios, pruebas inequívocas y pérdida de vidas! ¿Qué derecho prevalecería en semejante situación?
Indicios apuntan a señalar que la decapitación de Berg fue una maniobra del régimen de Bush. Además, los abogados especializados han encontrado la fórmula de hacer pasar la tortura como un elemento contribuyente y usable para Bush y así se ha dicho en días recientes. No extraña pues que los prisioneros iraquíes fueran torturados al mejor estilo nazi y con una crueldad injustificable.
¿Alguien ha dicho algo en el Congreso? ¡Señores: ¿qué, 2000 familias peruanas que trabajan en Aerocontinente, a punto de irse a la calle a vender golosinas o emplearse de taxistas o de lo que sea, no suscitan siquiera un argumento de solidaridad para con ellos? ¡Quiero hacer público, como ya lo hice en privado, mi absoluta identificación con el personal ejecutivo, obrero y empleado de Aerocontinente!
Hay que ser descastados y sin clase para mirar cómo nos traen abajo a una empresa peruana y no decir nada de nada. ¡Ni la más mínima cuota de compañerismo militante en momentos delicados! ¿Y qué dicen los partidos políticos? ¡Perdón! ¿Existen los partidos políticos?
No basta, ¡de ninguna manera!, que el gobierno norteamericano acuse sin pruebas para que nos traguemos semejantes cuentos.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz.
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