Laura Restrepo
Foto de la autora.

Con un discurso sobrio en que denunció "la sociedad de consumo engañabobos y las democracias de bolsillo que matan la concordia y asesinan las palabras", José Saramago la presentó ante más de trescientas personas, lo mejor de las letras, el cine, la actuación, la pintura, la fotografía, la edición y la política cultural española. Se trataba de una comunidad creadora -activa y unida en la tarea de comunicar a su pueblo el verdadero sentido de la libertad- que la acompañó con calidez y entusiasmo en una noche en que se respiraba una atmósfera de alegría compartida por el viraje político que está cambiando en España el acento de la guerra y la manipulación, por la cultura, el mejoramiento social y la paz.

Con la belleza invencible que dibuja en el rostro una vida vivida con pasión y entereza, la hondura de su espíritu crítico y la claridad flamígera de su expresión sencilla, Laura reveló ante la comunidad creadora y la opinión pública que en Colombia hay mucho más que mentira y simulación democrática; que no somos sólo una nación condenada hasta ahora a la miseria y la barbarie por la incapacidad de sacudirnos y quitarnos de encima a quienes con lamentable ’inteligencia’ han feriado su territorio y sacrificado sus pueblos en los altares mezquinos de Mammon, y que en Colombia hay un creciente caudal creador y un emergente movimiento cultural con poderes infinitos... movimiento que se embarca, sin marcha atrás, en la cultura y la utopía para que escapemos todos y todas de la espiral atroz.

Los periodistas Miguel Mora, Rosa Mora y Héctor Abad Faciolince publicaron en el diario El País diferentes entrevistas en las que Laura Restrepo habló sobre Delirio, Colombia, Bogotá y la cultura. Estas son algunas de sus respuestas.

¿Se le aparecieron todas las voces de "Delirio" a la vez?

No. Mi primera idea era sólo el delirio, el disparate del mundo que vivimos. Colombia es un lugar privilegiado para percibir eso. Muchos creen que basta con cerrar la puerta para dejar de sentirlo, pero llevamos décadas viviéndo lo mismo, de manera que ese delirio se filtra en el interior de las conciencias y la cabeza. Como una gota, finalmente hizo hueco.

¿Ha vuelto ahora a la política?

Sí. Soy directora del Instituto de Cultura de la ciudad de Bogotá. Lucho Garzón, el alcalde, dijo que era la funcionaria que más rápidamente había aceptado. Solo tardé la cuarta parte de un minuto en aceptar. Es casi impensable que exista una Alcaldía de izquierdas en una país tan de derechas como Colombia. Es un espacio extraordinario de democracia, y queremos transmitir a los casi siete millones de habitantes de Bogotá, sobre todo a los estratos más pobres, el frenesí y la pasión por el arte y la cultura. La cultura es un espacio de paz, y eso es lo que los colombianos andamos buscando desesperadamente, eso, y que los armados se reintegren en la vida civil.

¿Ha sido globalizada la violencia colombiana?

Los gringos y sus lugartenientes son responsables en gran parte de la violencia colombiana. Colombia ha sido su laboratorio, y nuestra visión mágica contribuyó mucho a probar la utilidad del enemigo imaginario. Fui a Estados Unidos hace poco, y es una locura ver las medidas de seguridad en aeropuertos minúsculos. ¡Empelotan a los niños y pasan por rayos X a las viejecitas! ¿De verdad creen que Bin Laden irá allí? ¡No! Necesitan meter miedo para seguir mandando. Con su doble golpe de valor y lucidez, España ha sabido escapar de ese círculo terrible, primero rechazando el terrorismo y luego provocando la salida de la ultraderecha. ¡Y ante los ojos del mundo!

¿Tiene Colombia solución?

Sí, en la medida en que desparezcan Aznar, Bush, Uribe, Blair, Sharon y otros enanitos belicosos que cunden por el planeta. El caso de Colombia parece más dramático pero es igual que los demás: paramilitarismo, mercenarios, acciones ilegales de guerra militar... Lo mismo que la droga, ese gran negocio internacional que se acabará el día en que se legalice. Hay que dar la pelea local pero mantener una visión planetaria.

¿Cree todavía en la lucha armada?

Tengo un disgusto visceral por las armas, vengan de donde vengan. Creo que detrás de toda arma hay alguna forma oscura de negocio. Y me parece más que llegada la hora de sustituir toda la lucha armada por una epopeya de gente desarmada. Yo no le veo a eso encanto ni propósito político ni salida ni capacidad de seducir, y, en una país plagado de muertos, una muerte más ya no significa sino más dolor. Creo en procesos democráticos masivos, en la convocatoria multitudinaria, en la oposición pacífica, en la resistencia cívica, en la reconciliación, en el desarme, en la redistribución del ingreso.