El más eximio propagandizador del paro del 14 de julio es el gobierno de Alejandro Toledo. Su ministro Carlos Bruce ha dicho una mentira monumental: “los ojos del mundo están en el Perú”. Si hay un país que interesa poco, casi nada, hoy por hoy, es lamentablemente el nuestro. El tema de un campeonato de fútbol en que, para variar, se avizora uno de los acostumbrados papelones deportivos, es un pretexto más bien frívolo.

Decir que el paro es político y que su sustento no se corresponde con reivindicaciones estrictamente laborales, es un flaco favor a la estupidez. ¿De cuándo acá tanto purismo si todos saben que hay un manifiesto repudio al régimen? ¡Este no es el problema en todo caso! Si el paro propusiera 6 horas de trabajo en lugar de 8 o más, semana de 4 en lugar de 5 días o aumento del salario mínimo al doble ¿qué dirían los rábulas que hablan, escriben o suscriben lo que no sienten pero que tienen que hacer por obligación y correspondencia con sus salarios?

Encima de lo antedicho, inventarse un chivo expiatorio para perseguirlos y ponerlos tras las rejas, como es el caso de los etnocaceristas y su líder Antauro Humala ¡francamente la alucinación de una pandilla de torpes y mediocres! Cuando hay razones fortísimas y de imbatible presencia en todos los hogares del Perú, no hay cárcel que valga ni paliza que mitigue la protesta legítima. Preguntado Antauro por la razón de este desmán contestó: “es parte de la estupidez gubernamental”.

Decía don Rafael Belaunde: las masas se combaten con las masas. Y las masas no pueden inventarlas ni 10, 12 ó 15 millones de dólares por la televisión, radio o periódicos. En la concepción más benigna, este es un negociado pingue para un grupete de aprovechados que saben que ¡esta su oportunidad de oro! Nótese que nadie discute que el gobierno tiene todo el derecho del mundo a divulgar sus éxitos. Y lo podría hacer y como no son tantos, la tarea debía de ser mucho más sencilla. Ocurre, por desgracia, que los yerros y escándalos intragables opacan todo lo bueno que, sin duda, ha impulsado la gestión gubernamental.

Muy bien. ¿Dónde están las masas gubernamentales? En lugar de decretar la cárcel de los etnocaceristas y su bautizo nacional como movimiento dispuesto al martirologio por apego a sus principios y organización, ¿no habría sido mejor organizar, reorganizar o confeccionar la base social constructiva de la administración Toledo?

Cuando el miedo, la mentira, el mohín mediocre y la pataleta, minan no sólo a este gobierno sino a cualquiera, cualquier cosa puede ocurrir. Tengo la impresión que no hay solución al charco político porque el recambio consiste en más de lo mismo porque son los fautores del vómito quienes están alrededor de cómo mejor aprovechar una debacle, para hacer, no una revolución, sino un asalto al presupuesto y asegurar algún puestecito que permita gritar en las calles y protestar con el estómago lleno y con el bolsillo seguro todos los fines de mes. ¡Qué desastre tan típico el actual!

Hay quienes dicen que una Asamblea Constituyente es el camino. Puede ser, pero ¿para qué? En el Perú las leyes se hacen para violarlas y casi siempre son producto de la imposición de los grupos de poder o de sus ujieres que están en los bufetes de abogados, ONGs, diarios, televisoras, radios o grupos empresariales especializados en el reprobable arte de la venta de la patria.

Mientras que el gobierno se siga orinando de miedo y sus representantes demostrándolo por escrito y verbalmente, el paro del 14 de julio, tiene sus goznes aceitados y sus mecanismos óptimos para convertirse en un éxito sin atenuantes. Y gracias, hay que decirlo, a la propia administración Toledo. ¡Qué falta de pantalones!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!