Recordé a Tatoo avisando al propietario de la Isla de la Fantasía el arribo de invitados “vips”. También a Longueira calificando a Chile “país rasca”. Ello con motivo del arribo del “Ronald Reagan”. Aquel aeródromo flotante permitió exhibir nuestro lado obscuro, el ángulo patético, el segmento miserable de nuestro ser. El júbilo por ese buque muestra el rostro de un pueblo “rasca”, es decir, vulgar y servil. Para acentuar esa supuesta condición de sobrino regalón se anunció que no recalaría en ningún otro
puerto. Se equivocaron: luego anclaría en Callao.

Valparaíso -evaluado por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad- hizo evocar imágenes de Saigón antes de la derrota norteamericana en el sudeste asiático. Calles desaseadas, recomendación de usar preservativo para evitar enfermedades venéreas, madrugadas con cuadrillas de borrachos y vómitos avinagrados. Rameras, maricas, autoridades.. de rodillas. La meta suprema: ¡un puñado de dólares! Aquello de Ercilla “de viejas naciones respetada por fuerte, principal y poderosa...” quedaba archivado en las estrofas frigorizadas de La Araucana.

Mujeres ofreciéndose por un par de billetes verdes, “lolas” procurando una aventura, banderas de Yanquilandia enarboladas por hombres que fueron mujeres y mujeres que son hombres. El maquillaje pese a su espesor no alcanzaba a disimular nuestra pobreza de III mundo. Estómagos vacíos y familias cuyas necesidades se requiere cubrir, delincuencia controlada porque “¡chiquillas, llegaron visitas!”, drogas a destajo y, sobre todo, la miseria ética en el alma de un pueblo que es engreído con Bolivia y Haití “achicado” ante EEUU. Sí, los vi ayer, inclinados ante el portaaviones convertido en fetiche.