Se inquiere con candorosidad el director de un diario: “¿Cuán honesta es, en general, la empresa privada -nacional y extranjera- que hace negocios en el Perú?” Habría que preguntarle ¿qué tan honesta es la empresa que en complicidad con los vendepatria pretende desaparecer a Aerocontinente, merced a mil y un triquiñuelas y esto lo celebran con avisos y con accionariados trucados, en un grupo periodístico de notoria influencia foránea?

¿Qué tan honesta es Lima Airport Partners, empresita que se hizo por 40 años de la concesión del Aeropuerto Jorge Chávez con un capital inicial de apenas S/ 10 mil soles?

¿Qué tan honesto es el Consorcio Camisea que tiene entre sus máculas la muerte de más de 20 peruanos en el Valle de La Convención, la destrucción de las cabeceras de los cerros, la contaminación de ríos y campos?

¿Qué tan honesta es Yanacocha que ha comprado todo lo que hay que comprar en Cajamarca y mantiene desde clubes deportivos hasta casas nocturnas para el goce de sus bien rentados ejecutivos con damas dolarizadas por las noches? ¿Y también contamina Cajamarca, sus pastos, su ganado y siembra un pueblo fantasma en menos de tres lustros?

¿Qué tan honesta son todas las empresas que se han fabricado contratos de estabilidad tributaria para no pagar impuestos y gozar de ganancias enormes sin subir el sueldo a su personal y explotándolo desde muy temprano hasta altas horas de la noche, en nombre de la modernidad y de la globalización?

¿Qué tan honestas son las ONGs que tienen sembrados a pelafustanes en redacciones y canales para tributar incienso a sus integrantes, aunque en la mayoría de los casos se trate de mediocres a ultranza e idiotas profesionales?

¿Qué tan honestas son esas empresas de comunicación que no dudan en alquilar sus medios para campañas fundamentalistas de eliminación radical del cultivo de hoja de coca, sólo porque Devida, guarida de panzones de la izquierda caviar dolarizada, y no dicen nada de los campesinos cuyas demandas ignoran adrede?

¿Qué tan honesta es Telefónica del Perú, empresa que sí goza del aprecio del presidente del Congreso, Henry Pease, y que ha esquilmado a cientos de miles de peruanos durante largos años a través de cobranzas artificiales, amañadas, tramposas, en suma, profundamente ladronas?

¿Qué tan honestas son las empresas que pagaban el diseño, perpetración de las privatizaciones, siempre y cuando, se cautelara la mordida que ingerían no pocos que hoy están en puestos importantes en los medios de comunicación y que nunca cuestionan a estas firmas porque ellas son parte de su vergonzoso sustento?

¿Qué tan honestos son los que preguntan por fórmula pero no mueven un dedo para cuestionar por ejemplo a uno de los dueños del Perú, Dionisio Romero, el mismo que está acostumbrado a comprar conciencias a diestra y siniestra?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!