Al adusto perfil lincolnesco del firme John Kerry, le faltaba algún toque de luz y simpatía que ahora lo ha conseguido con la elección de su compañero de fórmula, el juvenil senador por Carolina del Norte, John Edwards, que aporta su dinámico verbo y su sonrisa kennedyiana.

This is the right ticket, comentó más de algún influyente medio de comunicación de EE.UU., aportando con esa breve frase, la bendición de sentido común que el norteamericano siempre busca. Es decir lo que sea o parezca ser lo correcto, frente a una situación que se considera equivocada.

En este caso, lo correcto sería la fórmula -the righ ticket-, para presidente y vice de la candidatura del opositor Partido Demócrata.

La elección de compañero de fórmula que mantuvo en secreto hasta último momento, parece ha dado un resultado positivo.

Las encuestas ya muestran a Kerry con un punto o más arriba de Bush.

La impronta popularidad de John-John (otra reminiscencia de los tiempos dorados de Kennedy), se produce en momentos en que Bush aparece ante la opinión publica como un gran mentiroso. Y ese es el mayor pecado en que puede incurrir un político estadounidense ante la opinión publica. El ejemplo moderno más dramático: Nixon, a quien el doble juego le costó la renuncia forzada, un vitual derrocamiento, por el affaire Watergate.

Se han publicado, en los últimos tiempos, por lo menos media docena de libros que aluden a las mentiras de Bush para justificar la guerra contra Irak, además del demoledor documento cinematográfico Farenheit 9/11, que apunta la falta de previsión, indecisión, prevención y reacción confusa de Bush al ataque terrorista islámico del 2001.

Se acaba de sumar, a mediados de julio, un documento de la Comisión Especial del Senado sobre inteligencia señalando errores e imprecisiones de la CIA sobre el tema de las armas masivas que supuestamente poseía Irak y sobre la falta de pruebas de una alianza entre el gobierno de Hussein y la organización terrorista Al Qaedda. El informe también sugiere que Bush y su entorno, no tomaron en cuenta las advertencias de los servicios de inteligencia Y, en consecuencia, insistieron en argumentos falsos para ir a
la guerra.

Con el impulso que va tomando la candidatura John-John, Bush parece acorralado.

Y su gobierno magnifica y siembra el pánico con supuestas amenazas de terrorismo, mientras sus voceros esparcen la idea de que podría postergarse la fecha de las elecciones del 4 de noviembre./BIP