Las políticas del Fondo Monetario Internacional, como es notorio, han llevado al hambre más intenso y demoledor a los grupos sociales más pobres de América Latina y el Tercer Mundo, entre ellos a los de Colombia, sobre todo a partir de las décadas del setenta y ochenta para acá. Para subsistir en medio de esta tragedia, los más miserables buscan, como una estrategia de su sobrevivencia familiar, sembrar y obtener los productos de mayor valor y costo en el mercado. Por ello incluso se arriesgan, y si prefieren cultivar «en zonas liberadas» por la insurgencia, se debe a que de este modo están más seguros en no perder su mínima inversión, pues en dichas zonas difícilmente ingresan los cuerpos represivos. Y si lo hacen asumen el riesgo subsiguiente.

Pero ante la fuerza creciente que han adquirido los grupos sociales levantados en armas, que además, para financiarse, cobran un impuesto a los dueños de las plantaciones en sus áreas de control, los EE.UU. recela la pérdida de los espacios cedidos por la oligarquía colombiana a favor de sus transnacionales en el saqueo de los recursos naturales. Entonces recurre al argumento falaz de que es indispensable luchar contra las drogas. Eso no es verdad. Lucha por recuperar el dominio total sobre Colombia, y para ello busca comprometer a las fuerzas armadas de los países vecinos y justificar la conflagración con el falso pretexto de «eliminar al narcotráfico»! Por eso presionó, con el ofrecimiento de conseguir y entregar 3.000 millones de dólares para desarrollo común del Ecuador y Perú, incluso a la suscripción del lesivo para el Ecuador Acuerdo Mahuad-Fujimori, de tal modo que las tropas de los dos países suban a la frontera con Colombia, precisamente para que le ayuden en sus mezquinos y criminales objetivos de codicia, que garanticen en su colaboración de posesión del patrimonio ya asignado a sus multinacionales!

Respecto a la pregunta: ¿Por qué se empeñan tanto muchos campesinos en cultivar la coca en Colombia y en otros países? Noam Chomsky, uno de los intelectuales y lingüistas más reconocidos de los Estados Unidos, dijo en una conferencia en el Instituto Tecnológico de Massachussets -de donde es profesor- (MIT), publicada con el título La tragedia de Colombia, en octubre de 1995, relativa a lo que sucede en este país y la responsabilidad del gobierno estadounidense, lo siguiente:

«Las razones tienen sus raíces en las políticas sociales y económicas impuestas al Tercer Mundo. Las reglas (del poder mundial) han dispuesto que ellos deben dejar de producir para sus propias necesidades y cambiar a la exportación. Estas naciones deben abrir sus mercados a los países ricos y especialmente a las exportaciones subsidiadas de los Estados Unidos, las cuales socavan la producción doméstica. Los agricultores locales se deben convertir en “productores racionales” según los conceptos de la economía moderna, sacando cosechas para exportar. Y, siendo racionales como son, ellos giraron hacia el cultivo que produce más dinero.»

«Efectivamente, la producción de cocaína se disparó de manera impresionante, ayudando a sustentar “milagros económicos”. En 1985 Bolivia estaba atravesando por serias dificultades económicas y Jeffrey Sachs, de la Universidad de Harvard, les enseñó la teoría apropiada del mercado libre. Rápidamente la situación se arregló y aparecieron buenas estadísticas económicas. Pero hubo algunos efectos laterales. Uno fue que el “milagro” dependía fuertemente de las exportaciones de coca. Esto también ha ocurrido en Perú.»

«Fenómenos similares explican el giro de Colombia hacia el narcotráfico. Pero también hubieron otras razones. En 1988 Estados Unidos obligó a los productores de café a romper un acuerdo que sostenía los precios a un nivel razonable. Así, el producto de mayor exportación de Colombia cayó un 40%. Cuando los precios del café colapsan y la mitad de la niñez está hambrienta, lo más seguro es que la gente salga a buscar oportunidades, y las encontró en el mercado norteamericano de alucinógenos. Por ello, uno de los mayores impulsos para el gran incremento del narcotráfico fue la política de debilitar la producción de auto sostenimiento interno e impulsar a toda costa el libre mercado impuesto al Tercer Mundo.»

«Una segunda razón, aunque de menor dimensión, tiene que ver con la política estadounidense sobre estas drogas. Su diseño ha hecho cambiar a la gente el consumo de marihuana, relativamente menos dañina, por drogas fuertes como la cocaína, aún en sus formas más letales. Colombia también pasó de producir la marihuana a la cocaína -según la demanda-, que produce más utilidades y es más fácil de exportar y trasladar.»

«La banca es una parte importante de este gran negocio; otra es la industria química. En 1989, seis meses antes de la guerra contra alucinógenos (en forma paralela a la caída de la URSS), la policía colombiana incautó 1,5 millones de galones de químicos usados para la producción de cocaína, la gran mayoría con logotipos conocidos de corporaciones estadounidenses. La CIA ha reportado que las exportaciones de estas sustancias a Latinoamérica exceden en mucho los usos legales, mientras que el servicio de investigaciones del Congreso concluye que más del 90% de químicos usados en la producción de estupefacientes proceden de los mismos Estados Unidos. Esto sugiere otra forma de manejar dicho problema, si en realidad esta guerra fuera contra las drogas y no otra cosa muy distinta.» ¡Es obvio que no existe control efectivo para la exportación de los precursores químicos!

Es evidente que, en este contexto social y político, la oligarquía es aliada obligada de las transnacionales, porque la conservación de sus privilegios está íntimamente vinculada al sistema capitalista. Si los grupos insurgentes tomarían el poder político no sólo sacarían las manos de las multinacionales ya apoderadas de sus recursos, sino a sus cómplices, benefactores y concesionarios de la oligarquía colombiana! Y estos grupos privilegiados saben que las canonjías inmensas y privilegios insospechados nacidos del negocio del narcotráfico se perderían si quienes son acusados de «narcoguerrilleros» llegan al poder! Por ello todos los varones de la droga, tanto de los carteles de Cali y Medellín, han sido opositores tenaces de los grupos alzados en armas! ¡Si el negocio de la droga fuese de los insurgentes, lo más lógico sería que los capos de la droga los defendieran! Pero sucede todo lo contrario: Carlos Lether, los Rodríguez Gacha, Rodríguez Orejuela, entre otros, según denuncias conocidas, siempre financiaron a partidos de derecha, aliados de la política oficial de los Estados Unidos! ¿Por qué les financiaban a esos partidos pronorteamericanos si en forma supuesta estaban «luchando» contra la droga y dañándoles el negocio? ¡La respuesta es obvia!

¡Allí la explicación del impulso a las permanentes campañas de desprestigio mediático más escandalosos a nivel continental y de este país! ¡Revísense los informativos de la CNN y mírese cómo se realizan acusaciones de crímenes espantosos jamás cometidos por los acusados, y cuyas aclaraciones jamás son permitidas! ¡Matanzas terribles de ciudadanos inermes, incluso de simpatizantes con los grupos insurgentes, son luego endosadas a los mismos grupos alzados en armas para aislarlos políticamente y conseguir el repudio continental en contra de quienes se niegan a regalar su país a las transnacionales! Sin mentir y desarrollar campañas sistemáticas de calumnias sostenidas en los medios de comunicación de la propia oligarquía ¿cómo, de otro modo, les apoyaría la población desinformada y cuando jamás se permite el derecho a la defensa de los acusados, casi todos con orden de captura de un poder judicial en manos de los mismos aliados de las corporaciones transnacionales?

Los dominadores y opresores de los pueblos tienen experiencia milenaria en el poder de la difamación de la que no se salvó ni el mismo Cristo, quien luego de hacer andar a los paralíticos, oír a los sordos, ver a los ciegos, curar a los leprosos, dar de comer a los hambrientos con la multiplicación de los panes y los peces, perdió la elección frente a Barrabás, porque escribas y fariseos, con calumnias y falsedades, indujeron al pueblo al error. ¡Ha sido la mentira, la difamación, la calumnia, la insidia y el engaño prácticas permanentes de la guerra espiritual e ideológica de los angustiadores en contra de los irredentos de la tierra para inmovilizarlos mediante la siembra de la duda y el desconcierto! Esta vieja y maliciosa táctica tergiversadora de las oligarquías de América Latina recuerda la historia del ladrón que, para protegerse, corría gritando «cojan al ladrón», «cojan al ladrón»!

¿Hemos olvidado acaso que hace menos de tres meses todos los medios, del modo más ostensible y escandaloso, difundieron la matanza de más de 40 ecuatorianos en San Lorenzo, provincia de Esmeraldas, acusando del hecho a las FARC, cuando luego se aclaró que los fallecidos eran tres personas y cuyo jefe de familia al parecer andaba en negocios ilícitos y que ese crimen fue obra de la delincuencia común? Pero esta grave falsedad sólo aclaró un periódico y en una nota pequeñita de una columna! ¡Hasta tanto, con la probable coordinación de previsibles agentes, inocularon el veneno de la gratuita animadversión a quienes nunca han actuado al margen de la ley en nuestro país en décadas de existencia organizativa! ¡La oligarquía ecuatoriana, al igual que la colombiana, tienen terror que los pueblos conozcan la realidad de las cosas, porque como señala Cristo en el Evangelio de San Juan, capítulo 8, versículo 32: «Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.» O como lo proclamaba el padre de las naciones y libertador de los pueblos, Simón Bolívar: «Mas que por la fuerza nos dominan por el engaño». Para los angustiadores la calumnia ha sido y será una arma de sobreviviencia y protección. ¡Saben que la manipulación mediática es parte muy importante de la guerra desatada en contra de los pueblos inconformes y cansados con tanta injusticia!

Es evidente que los EE.UU. no sólo desean proteger los intereses de las grandes corporaciones en Colombia sino en toda la América Latina. Por ello se ha denunciado en forma documentada que el Plan Colombia es la primera fase del dominio amazónico, la perla natural más valiosa de todo el planeta como lo veremos más adelante.