Esta fue la decisión de los movimientos sociales de Boliva, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela, para intentar impedir que los Estados Unidos consigan establecer los acuerdos bilaterales (el llamado “plan B”), después del impase de las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

Los movimientos sociales corren contra el tiempo. Mientras campesinos y obreros de distintas organizaciones discutían las consecuencias de los TLC durante un seminario en el I Foro Social de las Américas, el 26 de julio, con la excepción de Venezuela, los presidentes de los países andinos avanzaban en las negociaciones de los acuerdos, en Lima, Perú.

“Tenemos que combatir el acuerdo que va a significar mas hambre, pobreza, miseria y desempleo para nuestro pueblo. Tenemos que paralizar a toda América Latina para impedir que estos acuerdos avancen”, afirmó la misionera ecuatoriana Consuelo Pacti.

Mientras hombres y mujeres de distintos países contaban sus experiencias de resistencia a las amenazas a las culturas de sus pueblos, el líder sindical colombiano Héctor Moncayo convocó a los movimientos sociales de todos los países a conseguir resultados concretos. “Tenemos que hacer una campaña para traducir a toda la población lo que significan TCL y ALCA, como ellos afectarán nuestras vidas. Necesitamos acciones concretas. La movilización es la mejor manera de educar al pueblo, por eso tenemos que tomar las calles, si no, ellos van a aniquilarnos”, afirma.

La declaración final de las “organizaciones sociales andinas” determinó que en los meses de setiembre y octubre (antes de la fecha prevista para la firma del acuerdo bilateral entre Estados Unidos y Ecuador) los movimientos sociales andinos pretenden paralizar los países para impedir la firma del acuerdo. En enero de 2005, está prevista una gran marcha continental que se unirá a la Campaña Continental contra el ALCA.

País en vías de colonización

Basta con caminar por las calles del país sede del Foro, que tiene como eje central la lucha contra el neoliberalismo, para visualizar los efectos de esas políticas, anticipando lo que será cotidiano a los pueblos con la firma de estos acuerdos comerciales.

Los ecuatorianos, que hace ya cinco años perdieron su histórica moneda nacional, el Sucre, cambiada por el dólar, tienen que convivir con el constante aumento de la pobreza, la precarización paulatina de los servicios públicos de salud y educación, la avalancha de importaciones de productos estadounidenses y una intensa migración de la población, que tenta mejor suerte en la agricultura y los servicios.

El vendedor de helados José Gutiérrez, explica que su salario ya no es suficiente para sustentar a su familia y sus dos hijos de 13 y 14 años tienen que trabajar para ayudar a pagar las cuentas. “No me gusta que ellos trabajes, pero ¿qué vamos a hacer?. Necesitamos comer, y después de la dolarización, todo se hizo más difícil.”, se lamenta.

En la mayoría de los restaurantes del país, el idioma de la comida, para una población que carga en el rostro las herencias indígenas, es el inglés.
“Esta es una de las señales de nuestra dominación. Hace mucho tiempo que no comemos en un restaurante, porque no puedo pagar 15 dólares por un plato de comida. Siempre llevamos comida de la casa, pero hasta eso se hace difícil”, nos comenta Julio Agualongo, educador indígena de Guayaquil, una de las regiones del país dónde el agua potable está bajo amenaza de privatización.

Para facilitar la explotación por parte de las transnacionales, dice José Arrio, de la Confederación Nacional de Seguro Campesino (Confeunassc), los Estados Unidos exigen que se modifique la ley de biodiversidad, para facilitar la libre exploración del agua en el país. “El TLC ya está siendo implementado. La modificación de nuestras leyes y el exterminio de nuestra cultura quieren hacer irreversible este proceso”.