Oscar Chacón, dirigente de la comunidad de inmigrantes salvadoreños en Estados Unidos, señaló este lunes que es necesario establecer un diálogo en toda América para abordar el fenómeno de los desplazamientos de poblaciones, que ya no se produce solo hacia el Norte, sino también entre países latinoamericanos.

La coordinación de las comunidades de migrantes, el impacto de este fenómeno y las demandas a los gobiernos y a la comunidad internacional para enfrentarlo fueron tratados en un amplio taller sobre “Pobreza, migración, remesas y desarrollo”, en la Universidad Andina Simón Bolívar, de Quito. El taller fue organizado por Enlaces América, una entidad con sede en Estados Unidos que trabaja en la articulación de comunidades de latinoamericanos y caribeños radicados en ese país.

Con una amplia agenda destinada a promover las posturas contrarias a la actual globalización, el FSA sesiona por primera vez en Quito desde el domingo hasta este viernes, con participación de unas 8.000 personas. Según estudios de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), hay unos 20 millones de nativos de la región que viven fuera de sus países de origen, como resultado de flujos migratorios particularmente intensos en la década de los años 90.

Casi dos tercios de esos emigrantes residen en Estados Unidos, mientras en Europa, y sobre todo en España, vive también una numerosa comunidad de latinoamericanos que llegaron en busca de mejores condiciones de vida.

La migración se expresa también en movimientos dentro de la región, con contingentes significativos, por ejemplo, de bolivianos en Argentina, nicaragüenses en Costa Rica y peruanos en Chile, se advirtió en el taller. También de acuerdo con Cepal, los latinoamericanos y caribeños que emigraron a países industriales remiten a sus familias en sus naciones de origen un promedio de 200 dólares al mes.

En 2002, las remesas enviadas por ese concepto a la región sumaron 25.000 millones de dólares. Adriana Palli, una religiosa italiana que trabaja desde hace más de una década en Machala, ciudad costera al sur de Ecuador, advirtió que si bien la migración genera grandes flujos de remesas, tiene impactos negativos que predominan sobre los positivos.

“Machala es una ciudad rica en recursos naturales pero vive en la mayor pobreza. Las remesas ayudan a construir viviendas, pero desintegran las familias. Los que se van son los jóvenes en condiciones de trabajar, que dejan a sus hijos en manos de abuelos que no pueden cuidarlos, así esos niños van a aumentar después la delincuencia”, argumentó.

Jesús García, dirigente de Enlaces América, acotó que los gobiernos, tanto de los países industriales como en vías de desarrollo, deben tomar conciencia de que las migraciones no contribuyen a mejorar las condiciones de vida ni a combatir la pobreza en los países de origen de los movimientos de población. García opinó que la Organización de las Naciones Unidas debe impulsar asistencia e inversiones en los países menos desarrollados para posibilitar un desarrollo propio que ponga freno a las migraciones.

García y otros panelistas coincidieron en que los países pobres no pueden alcanzar el desarrollo a través del modelo neoliberal. “Debe haber un modelo que produzca crecimiento, redistribución y sustentabilidad ambiental”, sentenció el activista. Dimas Orejuela, un joven colombiano oriundo de la comunidad de Huapi, en la costa del océano Pacífico, sugirió una revisión histórica a propósito de los modelos, pues el problema no emana solo de los moldes de crecimiento impuestos desde la segunda mitad del siglo XX.

“Los pueblos nativos fueron las primeras víctimas de la migración europea y eso se remonta al año 1500. Luego, los pueblos africanos fueron emigrantes forzados a nuestros países por el secuestro y la explotación”, dijo Orejuela, un estudiante mulato. Tanto los pueblos indígenas como los afroamericanos han ido creando formas de resistencia y alternativas de desarrollo que se deben considerar, más allá del discurso contestatario de una “intelectualidad posmoderna”, agregó.

“En la costa del Pacífico de Colombia hay una total ausencia del Estado. Las comunidades allí viven en un modelo de subsistencia que es respetuoso del entorno. Tal vez tenemos la solución en nuestras manos”, concluyó Orejuela.

Milagros Batista, de República Dominicana, llamó a acentuar el trabajo en pequeñas comunidades, atendiendo sus problemas para crear focos de desarrollo local, una tarea en la cual es indispensable la educación y el ejercicio de los derechos, acotó. Batista trabaja en su país con 250 mujeres que han sido víctimas de maltrato y coordina su labor con 11 escuelas a las que asisten para completar su educación.

Chacón apuntó que la idea de una cumbre americana de emigrantes debe servir no solo para intercambiar propuestas, sino también para presionar a los gobiernos latinoamericanos y al de Estados Unidos en la búsqueda de soluciones reales a este fenómeno. El dirigente advirtió que tanto el gobierno como los legisladores estadounidenses son reacios a cambios en las leyes migratorias. “No han advertido que nosotros, los migrantes, somos el germen del ciudadano global, porque trabajamos y pagamos impuestos en un país e invertimos en otro”, señaló.

García apuntó que hoy existe un vasto movimiento en Estados Unidos que levanta propuestas de reforma del régimen migratorio. El activista destacó como un hecho positivo que el movimiento sindical estadounidense ya no tienda a ver a los inmigrantes como a enemigos, sino que los está considerando aliados. Se trata, a su juicio, de un cambio vinculado con la puesta en marcha de los tratados de libre comercio, en especial el de América del Norte, que desde 1994 reúne a Canadá, Estados Unidos y México.

(IPS-alia2)/Quito