Aunque el título pareciera contradictorio, se globaliza o se regionaliza, dirán algunos, la verdad es que el denominado proceso de globalización ha avanzado a partir de importantes y dinámicos acuerdos regionales que han permitido no sólo lograr estructuras comerciales comunes, sino que ha unido a antiguos rivales e incluso enemigos de largas batallas y guerras frías.
Así la globalización o mundialización, mas allá de los aspectos financieros y tecnológicos, termina siendo la hija no reconocida de la regionalización, efectivamente el segundo auge de la mundialización se sucede a partir de la consolidación de la zona económica europea, el establecimiento de los acuerdos de América del Norte y Mercosur en América del Sur, así como las zonas de libre comercio asiáticas, durante la década de los noventa. Los países comprendieron que, independientemente de su tamaño económico o nivel de desarrollo, para poder competir debían constituir alianzas regionales que les proveyeran de un amplio mercado operativo a sus empresas y al mismo tiempo les permitiera desarrollar políticas, regulaciones, normas comunes en áreas comerciales, financieras, laborales y de coordinación macroeconómica para garantizar la fortaleza del Estado, ya no nacional pero sí común o regional.
De esta forma los acuerdos regionales se han constituido en el elemento más dinámico dentro de la mundialización y representan el primer paso para fortalecer los estamentos nacionales y poder operar con mayor nivel de ventaja en un mundo totalmente integrado.
Luego lo estratégico y lógico consistiría en alcanzar acuerdos de libre comercio con países, económicos y tecnológicamente más parecidos al nuestro que con economías muy desarrolladas; resulta igualmente lógico que si en una región ya está operando un acuerdo regional este sirva de plataforma o instrumento de apoyo para acuerdos más amplios con socios económicamente más desarrollados, de esta forma las empresas, los trabajadores y el propio Estado ganarán tiempo para adaptarse a las exigencias de acuerdos de libre comercio generales.
En el caso de Sudamérica han operado dos acuerdos regionales, CAN y Mercosur, que con los altibajos propios de la integración han logrado importantes avances y han permitido a los países crear bases económicas, legales, comerciales y en algunos casos de coordinación macroeconómica para avanzar hacia niveles de integración con mayor nivel de exigencia y competitividad.
La existencia de estos bloques comerciales vecinos geográficos facilita la estrategia de avanzar hacia una integración comercial, económica, política, de forma más acelerada y aprovechar los elementos favorables que la región puede obtener de la mundialización.
En el caso del Mercosur este acuerdo regional representa un área común de alrededor de 225 millones de habitantes, con un PIB de cerca de 700 mil millones de dólares, importaciones de más de 70 mil millones de US$ y exportaciones superiores a los 100 mil millones anuales. Estas cifras se ven significativamente incrementadas si se incorporan los denominados países asociados, que consisten en socios que han negociado, acordado y ratificado tratados de libre comercio con el Mercosur, paso previo a la constitución de una asociación aduanera total, que pasa constituir el objetivo de mediano plazo en la estrategia de integración global.
En una visión de largo plazo con acuerdos intermedios resulta natural para Venezuela que se adelanten negociaciones y posteriormente se logre la condición de país asociado del Mercosur, como lo hicieron Bolivia y Perú, en años recientes. Esto permitirá no sólo ampliar el mercado natural de la CAN, sino estimular al país a mejorar la consistencia de sus políticas económicas para alcanzar niveles de inflación y estabilidad equivalentes a la de sus socios y de esa forma aprovechar las ventajas competitivas que se derivan del proceso de integración, no hay que perder de vista que la mundialización es un proceso imparable, al cual debemos sacarle ventajas, pero reconociendo nuestras debilidades y fortalezas.
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