Nicolás Herrera, Arlequín

La tortura ya no es lo que era. Por más Inquisición, Gestapo, Seguridad Nacional y Digepol que haya habido, nunca habíamos ido tan lejos. La tortura fue siempre una presión principalmente física. El apremio moral tendía a ser marginal. La desnudez, por ejemplo, era de rigueur en la Seguridad Nacional de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, porque su jefe Pedro Estrada supo que infundía desamparo en la víctima. Impedir el grito de dolor es también una presión emocional, porque el torturado no puede desahogarse, lo que obra en favor del torturador. La ejecución simulada también debilita la resistencia. La supresión del sueño era la principal presión física practicada bajo el stalinismo, aunque este recurría más a un refinado enrejado de extorsiones morales.

Venezuela fue campo de experimentación de varios procedimientos, que luego se utilizaron en el Vietnam (lanzamiento de prisioneros desde helicópteros) y en el Cono Sur (desaparición de personas). La desaparición -hasta donde alcanza mi escasa información sobre esta materia, que normalmente eludo- es ilustrativa. La entonces Digepol capturó al profesor Alberto Lovera y procedió a golpearlo con el método habitual de aquellos tiempos, es decir, sin método. Al parecer era simplemente una golpiza sin ciencia y el hombre se les murió. Los creativos esbirros procedieron entonces a amarizarlo en lugar de enterrarlo. Aparentemente no tenían instrucciones para casos de muerte no planificada y por tanto improvisaron: le ataron un pico al cuello y lo lanzaron al mar. Este, con su mecánica inocente, lo devolvió a la playa, donde un fotógrafo inmortalizó el horror. Pero los sicarios mayores -el adeco Gonzalo Barrios entre ellos, entonces ministro del Interior- hicieron un importante descubrimiento, por accidente, lo que en inglés llaman serendipity, es decir, cuando uno encuentra lo que no anda buscando, como le pasó a Colón con América. Ese descubrimiento fue la figura espeluznante del desaparecido. Ni siquiera Torquemada, experto en crueldades, inventó algo tan diabólico como desaparecer a alguien a quien no sabes dónde llorarlo y ni siquiera si debes llorarlo porque ignoras si aún vive o si ya no, ni qué ni cuánto horror está padeciendo. Son esos inventores los que ahora reclaman derechos humanos en Venezuela.

Cuentan de un famoso esbirro de la época de Gómez, quien podría ser uno de nuestros precursores en materia de tortura. Se llamaba Nereo Pacheco y usaba un complejo instrumento que llamaban tortol. Era, hasta donde entiendo, una cuerda que se entretejía en los miembros de la víctima y se iba apretando lentamente hasta estrangular no solo el cuello sino el cuerpo entero, triturando huesos y músculos hasta volverlos una sola masa. Mientras ello ocurría, Pacheco, que era músico aficionado, amenizaba todo con su canto y con su arpa, cual Nerón parroquial.

El Divino Marqués, Donatien-Alphonse-François, llamado Marqués de Sade, era una buena persona. Dos hechos lo confirman: la Revolución Francesa le encomendó un hospicio de ancianos donde el famoso sádico se desvelaba por el bienestar de los viejitos, haciendo cambiar sábanas, verificando raciones, vigilando saludes. Antes de la Revolución, su esposa y su suegro lo habían llevado a años de cárcel, pero cuando un tribunal revolucionario los iba a guillotinar por aristócratas, el cidevant Divino Marqués intercedió por ellos. Cierto que en su vida real cometió algunas malevolencias con algunas prostitutas. Aquella sociedad hipócrita lo execró, porque las hacía a cielo abierto y no con la luz social apagada, como los demás de su clase. En la cárcel se dedicó a matar el tiempo escribiendo crueldades interminables, como fantasías masturbatorias. Algunas son ingeniosas, pero al cabo aburre tanta mística del mal. Me parece injusto calificar de sadismo derivar placer del dolor ajeno. Sobre todo después de las imágenes de la prisión de Abu Ghraib.

Hoy es otra cosa. Al principio no entendí la primera imagen que vi, la del rimero de hombres desnudos tras los cuales emergía la sonrisa fresca de una joven y más atrás un soldado también divertido. Pasé un rato acostumbrando mis ojos, como cuando se acomodan a la oscuridad. No comprendía aquel contraste de un montón ignominioso de cuerpos sin ropa y una sonrisa tan lozana, casi se diría que inocente, de recién casada o de graduada de algo bueno. "Esto es otra cosa... otra cosa...", decía el poeta León Felipe en el poema citado en el epígrafe. Esto es otra proporción. Pero no de cantidad de crueldad sino de calidad de crueldad.

No es la crueldad inspirada, improvisada, aficionada de los torturadores que hemos nombrado arriba, incluyendo al Divino Marqués, sino de un preciosismo científico solo comparable con el del doctor Josef Mengele, también llamado El Ángel de la Muerte, el nazi aquel que experimentaba con bebés, inyectándoles no sé qué inmundicia química en los ojos para cambiarles el color, entre otras atrocidades, como la creación de siameses artificiales, cosiendo bebés gemelos.

Todas las atrocidades enumeradas arriba eran tanteos empíricos, aficionados, accidentales en muchos casos. Esta asquerosidad de Abu Ghraib es calculada y por tanto mas productiva científicamente que los ensayos atolondrados de Mengele. Esto es otra cosa. Esta vez es un procedimiento estudiado en los laboratorios imperiales, anticipados en esa película terrible de Ingmar Bergman, El huevo de la serpiente. Allí Bergman nos informa que la serpiente nazi dejó un huevo en alguna parte del mundo. Pues bien, ya se empolló. Abu Ghraib retoma pródigamente lo que el cruel pero torpe Mengele dejó pendiente: el examen detenido de los valores musulmanes para "ablandar" a sus fieles. Todo avalado por un nuevo doctor Mengele de la antropología, que profundiza en el pueblo islámico para conocer más de cerca que la desnudez es más atroz para un mahometano que para un cristiano; que agredir con perros es simbólicamente monstruoso para un muslímico; que la agresión sexual por parte de una mujer es más infame para un sarraceno que para hombre de otra religión o de ninguna  [5].

No se trata, como sostiene la propaganda de guerra, de unos chicos díscolos que animan sus fiestas improvisando muecas a cadáveres. Esto viene estudiándose en Guantánamo, como antes en la Escuela de las Américas, donde se entrena para la tortura. Por esa escuela pasaron algunos de los militares alzados el 11 de abril de 2002. Ahora se descubre que en Guantánamo no hay ningún preso que tenga alguna pieza de "inteligencia vital". Bueno, "inteligencia vital" fue la fórmula usada por The New York Times [6]. Allí se les somete a privación sensorial: ojos vendados, oídos taponados, horas, días, semanas, hasta que desean la muerte. Lo mismo dicen los ex prisioneros de Abu Ghraib. "Para vivir así, ¡prefiero la muerte!", decía la pachanga alarmante que radiaba alguna emisora durante El Caracazo en 1989.

La humanidad ha oteado en esta primavera un nuevo horizonte de horror. Porque fue masiva esta violación visual. Pero hay, además, modos de asociarse a esa atrocidad, como el silencio estruendoso que los medios de incomunicación venezolanos hicieron, igual que el 13 de abril de 2002, de las atrocidades de Abu Ghraib y hay gente con imbecilidad e indignidad suficientes para seguirles creyendo. O es que esa gente quiere eso para Venezuela. Total, muchos añoran una invasión del Imperio. ¿Las bombas inteligentes serán tan inteligentes como para discernir entre bolivarianos, opositores y ni-nis?

Ese prisionero bañado de mierda -que, con el perdón, así se llama- que aparece en una de las fotos, simboliza el baño de deshonra sobre la humanidad que significa la ambición de una pandilla petrolera, asociada con la que aquí hizo el Paro Patronal de diciembre de 2002 [7]. Lo bañaron a él y te bañaron a ti y a mí. Y a tus hijos y a mis hijos. Dos de los míos son niños aún y casi no ven televisión, por lo que no supieron ni de 11 de Setiembre ni de esto. Pero un día van a crecer. Espero que para entonces la televisión no estará pasando imágenes peores, pero tal vez ya entonces se habrán revelado las que por ahora nos han ahorrado y que, al parecer, son más repugnantes.

Espero que esta pesadilla termine en noviembre de 2004. Y que, además, no se reanude entonces bajo otro nombre.

[5Aunque en esto de agresiones no debe ejercerlas ni hombre ni mujer.

[621 de junio de 2004.

[7Luis Giusti, ex presidente de Petróleos de Venezuela y dirigente de ese paro, es asesor de George Bush en materia petrolera. Roberto Giusti ha estado burlándose en El Universal de los asesinados por el sicariato rural fronterizo, de probable ascendencia colombiana.