Tito Salas: Batalla de Araure (Galería de Arte Nacional)

"Sepa el cantador sombrío
que yo cumplo con mi ley
y como siete elecciones he ganado
una octava les ganaré
allá en las sabanas de Santa Inés" [1]

La comunicación política involucra en esencia la intención de influir en los ciudadanos, de provocar en ellos determinadas reacciones y de inducir en el receptor comportamientos específicos. ¿Meros consumidores o simples receptores? ¿Inertes ante el arte de la seducción o de la manipulación?

En esta actividad comunicativa, que supone un intercambio de información e ideas en torno a asuntos públicos, son tres los actores legítimos involucrados: los políticos, los comunicadores y periodistas y los ciudadanos "de a pié", sin que exista de nuestra parte pretensión alguna de satanizar o victimizar a alguno de ellos.

Tampoco pretendemos aferrarnos a un discurso antipolítico, ni es nuestra intención contribuir al desprestigio, la incomprensión y la desvalorización de la política, menos aún nos mueve el propósito de reforzar prejuicios antimediáticos. En análisis anteriores hemos discutido sobre el poder que han ido alcanzando los medios en la arena política, fenómeno que se presenta conjuntamente con una innegable crisis del sistema representativo venezolano.

Igualmente hemos señalado como la comunicación y la información política han sido tomadas en calidad de rehenes de ese espacio público, capturado a su vez por los medios. Convertidos así éstos, gracias al proceso de "mediatización de la política", en el escenario de la representación social y en transmisores de una realidad fragmentada y partidaria.

Sartori de manera brutal nos confronta al hecho de que "El mundo es -para el público en general- el mensaje de los medios de comunicación" [2]. Los medios tienen entonces una influencia bastante directa en la construcción del ambiente y, para algunos estudiosos del fenómeno, la realidad social existe en y por los medios, mientras que otros más radicales, plantean que los hechos sociales existen en tanto tales una vez que los medios los han producido.

Es tal el grado de penetración de los medios en la arena política que sus efectos se hacen sentir sobre la libertad de informar y de informarse. Recordemos a Jean Francois Revel, cuando alerta que "se invoca sin cesar...un deber de informar y un derecho a la información. Pero los profesionales se muestran tan solícitos en traicionar ese deber como sus clientes tan desinteresados en gozar de ese derecho" [3]. Gravísima acusación que involucra a dos de los actores que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política: los periodistas y los ciudadanos.

Y más delicado aún nos luce aquella otra denuncia de Revel: "En la adulación mutua de los interlocutores de la comedia de la información, productores y consumidores fingen respetarse cuando no hacen más que temerse despreciándose" [4]. Presos de un sistema de interpretación y representación mediático, los hechos no son reales ni irreales, son simplemente deseables o indeseables, pueden ser adversarios o aliados, al igual que cómplices o conspiradores. Sin embargo, como nos recuerda Revel, no son un objeto digno de conocer, de manera tal que el interés utilitario o partidista se impone al interés por la verdad o por una aproximación más o menos rigurosa a la misma.

La comunicación política

Y en ese indagar sobre el quehacer político en nuestro país nos adentraremos, en esta ocasión, en "el mundo de las imágenes políticas, del que todos de manera consciente o incons-ciente participamos", suerte de teatralización de la vida pública a la que asistimos en carácter de público y actores.

"Es el mundo teatral del espectáculo político, en el que los temas, los lugares o los conflictos entran en un mecanismo dramático del que sale un héroe, los leales, los fraudulentos, los vencedores y los vencidos. Como en el drama, en la comunicación política todos tenemos un poco de actor y un poco de espectador. Y también como en el drama, los significados que aquí se crean tienen algo de real y algo de ilusorio" [5].

La acción comunicativa se entremezcla entonces con una acción dramatúrgica, en tanto que en la comunicación política hay una ficción, una escenificación de los conflictos sociales, de las posiciones antagonistas y de las versiones del mundo en competencia. Suerte de puesta en escena "donde individuos que desempeñan un papel, invitan a "sus observadores que tomen en serio la impresión promovida ante ellos" [6]. Mascarada donde las palabras e imágenes en tal que caparazones, posibilitan las apariencias. Individuos que nos ofrecen su actuación y presentan su función "para el beneficio de otra gente. "¿Están estos actuantes convencidos sinceramente de que la puesta en escena constituye la verdadera realidad? o, por el contrario, ¿cínicamente, el actuante no se engaña con su papel y concibe al público como un medio para otros fines?" [7]

Se asocian así comunicación y espectáculo. Y, como en toda obra teatral, está presente un ejercicio de la seducción, de la manipulación y probablemente, de la mentira. Es por ello, que, desde esa perspectiva dramática, nos hemos planteado el tema que hoy nos convoca ¿Comunicar para representar o representar para comunicar?

Y en tanto que representación, siempre hay algo de auténtico y algo de ilusorio. En la política actores y espectadores toman parte en una puesta en escena, que "es representada en unos temas, unos lugares, unos conflictos...por medio de un mecanismo dramático" en el que aparecen los héroes, los leales, los villanos, los vencedores y los vencidos. "La acción política surge de una combinación del entendimiento racional de la política con las respuestas emocionales a la situación política del momento" [8]. Supone entonces una acción afectiva, por cuanto apela a los sentimientos del receptor con una clara intencionalidad, la de modificar, precisamente, sus sentimientos. Y aún cuando no se puede afirmar que estas conductas sean irracionales, ellas suponen un muy bajo esfuerzo reflexivo en torno al sentido y las consecuencias de la misma.

Abarca entonces la acción dramática que es la comunicación política, tanto el mundo objetivo como el subjetivo. El marco objetivo alude a al "conjunto de realidades respecto de las cuales es posible emitir enunciados verificables" [9]; mientras que el subjetivo, apunta a las vivencias, a los deseos y los sentimientos que median nuestra relación con los demás.

No hay que olvidar, por otra parte, que la comunicación política se realiza en un contexto normativo en el que los protagonistas deberían estar guiados por valores, normas y criterios éticos.

La Comunicación Política, tal como la concibe Canel (1999), perspectiva que compartimos, es el espacio "ensanchado" en el que se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores -los políticos, los comunicadores sociales y los ciudadanos -que tienen legitimidad para expresarse públicamente sobre política.

Ese intercambio de discursos contradictorios presupone paradójicamente una acción comunicativa en la que se comparten unos significados que permiten la interacción, la interdependencia y el entendimiento común. Siendo la preocupación central de los actores involucrados en acción comunicativa, elaborar una mejor definición de la situación a partir de un contexto adecuado. Y, ¿Qué entendemos por mejor definición? Pues, aquella que sea común y aceptada por todos.

"El poder necesita de la distancia que crea la puesta en escena" [10]

El Presidente Chávez en su alocución a la nación del 3 de junio con motivo de anunciar y aceptar los resultados del proceso de recolección de firmas y de reparos, desarrolló una interesante acción dramatúrgica y comunicativa: su alocución ocurrió en una puesta en escena que generó la distancia que requiere el poder, a la vez que la cercanía emotiva que demandaba el momento político. Aceptación de los resultados en una comunicación sincera de sus sentimientos y actitudes de amor y entrega dentro de un contexto de teatralidad para fundamentar la legitimidad del poder. Allí, en ese contexto, habló el Presidente de Venezuela. Alocución en un marco sobrio y representativo del poder legítimo. Hizo ejercicio de su función de Jefe de Estado, personificó y garantizó la continuidad del proceso y de la nación, a la vez que comunicó a los destinatarios de su mensaje, en este caso los ciudadanos venezolanos, las medidas políticas que habría de tomar.

Hizo uso de términos, símbolos y significados de aceptación por sus seguidores -democracia, respeto, construcción, batalla, victoria, pueblo y amor- y así, al evocar tales realidades y valores, conseguir la aprobación de sus decisiones: aceptar los resultados emanados del CNE. Pero lo que es más interesante aun: aceptar su decisión y entenderla como el inicio de la Batalla de Santa Inés.
Utilización de símbolos religiosos, bélicos e históricos: Cristo, Bolívar, la espada, Sucre, Zamora. Mezcla de lo profano y lo sagrado como apelación a valores profundos del venezolano.

Una serie de efectos intencionados acompañaron la comunicación: vestimenta, escenario propio de quien detenta el poder; rosas rojas de quien ama; la constitución del demócrata; la historia que avala su desempeño; el rol del guerrero que se entrega a su pueblo dispuesto a correr cualquier riesgo. El visionario, el líder "transformacional" generador de marcos de referencia...

Allí estaba presente el héroe de la jornada, el venezolano leal a su pueblo y a la constitución, el vencedor. Quedó al descubierto, gracias a esta acción comunicativa y dramatúrgica, quienes eran los desleales, los fraudulentos, los vencidos...

Logró construir así, en su acción comunicativa del 3 de junio un mundo común de significados con el fin de poder actuar políticamente.

Consiguió posteriormente, en otro contexto dramático, la tarima, comunicarse directamente con su pueblo, generando una accesibilidad mutua de los ciudadanos al líder político que es y desde el líder hacia sus seguidores. Manteniendo así una relación de comunicación fluida y constante con sus partidarios, presentes para "acompañar a su presidente", como era el lema de la convocatoria de ese jueves de junio.

Durante toda su acción comunicativa y dramatúrgica, en tal que Presidente de la nación venezolana, se apoyó en la legitimidad de derecho y en la legitimidad de ejercicio.

La legitimidad de derecho es la que le otorga la ley al Presidente, la que se deriva del poder del que está investido el puesto y que le es concedida por el pueblo en las elecciones. En este sentido hizo alusión a las siete elecciones que ha ganado y a la octava de la cual saldrá, según afirmó, nuevamente triunfador.

Destacó la legitimidad del ejercicio, cuando demostró que su desempeño en el poder había estado acorde a lo prometido durante su campaña y además que tal ejercicio se materializó durante el proceso constituyente y la constitución actual.

Así, la exposición de los asuntos públicos asume la forma de una puesta en escena, en la que el centro de atención fue la política, la ley, la democracia, la aceptación y el "Por ahora de Santa Inés".

"Sepa el cantador sombrío
que yo cumplo con mi ley
y como siete elecciones he ganado
una octava les ganaré
allá en las sabanas de Santa Inés" [11]

[1Mensaje del Presidente Hugo Chávez el 3 de Junio de 2004.

[2Sartori, Giovanni (1987). La teoría de la democracia. Alianza,
Madrid.

[3Revel, Jean Francois (1988). El conocimiento inútil. Planeta, Madrid. Pág. 11.

[4(Revel, 1988: 11).

[5(Canel, 1999: 12).

[6Goffman, Irving (1981). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrortu: Argentina

[7Stelling, Maryclen (2004).2004 ¿Año del perdón y la reconciliación?

[8(Canel, 1999: 28).

[9(Canel, 1999: 29).

[10(Canel, 1999: 29).

[11Mensaje del Presidente Hugo Chávez el 3 de Junio de 2004.