Chile sí adhirió a la Convención del Mar, pero “ha rechazado expresamente el sometimiento de cualquier controversia relativa a la delimitación de las zonas marítimas entre Estados con costas adyacentes o situadas frente a frente a los procedimientos obligatorios conducentes a soluciones obligatorias previstos por la Convención”. Entre esos países, el fundamental, está Perú. Los mentirosos por doquier, andan sosteniendo que hay que suscribir la Convemar. La pregunta es ¿para qué? Ya sabemos qué dice Chile.
Al sostener Perú, por intermedio de su canciller Manuel Rodríguez Cuadros, que aún está pendiente la delimitación marítima con Chile y que hay una sólida argumentación jurídica con precedentes múltiples, y que se contempla la posibilidad de llegar a los tribunales internacionales, entonces se camina por una avenida exclusiva y excluyente en la que hay mucho que ganar por la paz entre nuestros pueblos.
Por tanto, la adhesión del Perú a la Convención del Mar, con la argucia que sirve para la delimitación marítima con Chile, se revela como lo que siempre fue: pretexto burdo, adefesio de interesados embajadores de empresas transnacionales o mamarracho pseudo-intelectual de auto-llamados internacionalistas, expertos o estrategas. ¡Así de simple!
Chile ha demostrado vía las expresiones de su titular de RREE, Soledad Alvear, la misma que fue premiada por el lamentable ex-canciller Niño Diego García Sayán en Lima, cuando en junio del 2002, Chile empezaba a destruir sistemáticamente a Aerocontinente en Santiago, que respeta sólo su ley y da magnitud de tratado a lo que convenga a su país. No otra cosa se entiende cuando Chile afirma que todo está cerrado con Perú.
Es importante decirle a los buhoneros que propalan el tema de la Convención del Mar que Chile no quiere saber nada de ésta o de cualquier otro convenio internacional si se trata de la delimitación marítima con cualquier país de costa adyacente -y Perú es el principal-, de manera que insistir con un NO anticipado, es tema de intonsos o de comerciantes antipatrióticos.
Es obvio que muchos medios están jugados por intereses sesgados y sólo subrayan lo que patrones pagan bien para su difusión. No hay otra explicación posible cuando se conoce sólo un lado de la medalla. No hay una sola mención, por ejemplo, a la paliza soberana aplicada por Alfonso Benavides, el sábado último en Radio Libertad, al almirante Alfredo Palacios, célebre por recibir medallas “por los triunfos militares de Chile” y no por su apego a la Constitución y a lo que ella preceptúa.
Escribió Benavides, en página central de La Razón: “Francisco García Calderón, insigne defensor ante Chile y Ecuador de la heredad nacional, al ocuparse del vocablo “soberanía” en su famoso Diccionario de la legislación peruana, cuya 2da edición apareció en Lima el año 1878, acuña estas palabras que invitan a la más honda meditación: “El delito que tiende a destruir la soberanía de la nación se llama traición a la patria”.
¡La patria no se vende, la patria se defiende!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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