El reciente caso de la Cinemateca es el último ejemplo de ello. Antes lo fue el propio Conac cuando la implosión y derrumbe del corrompido establishment político anterior dejó al desnudo toda la red de complicidades y contubernios contra natura que se expresaron en infinitas y muy creativas maneras en ese territorio que conspicuos intelectuales de la derecha y cierta izquierda de conveniencia, negociaron al precio del silencio y la complicidad obediente.

Son los mismos que buscaron transformar en un escándalo internacional contra el gobierno lo que fue en sí una vergonzosa maniobra para enviar a la Bienal de Venecia una “obra de arte” que no era otra cosa que una mala cuña propagandística de la “Gente de la Cultura” y sus mecenas, con una carga de rabia racista inédita en el arte venezolano.

Por cierto, estos “intelectuales” se guardaron muy bien de decir que el pabellón venezolano en Venecia, obra del famoso arquitecto italiano Scarpa y considerada patrimonio cultural de ese país, fue gravemente deteriorado durante décadas de desidia del “establishment” cultural criollo, al punto de que las autoridades italianas procedieron en su momento a asumir su custodia y a considerar acciones legales en contra de Venezuela.

Esos sectores, hoy desplazados (no del todo) del poder y los privilegios, asociados a la derecha golpista y sus aliados agazapados en la burocracia de los “Entes Culturales del Estado”, a nombre de una libertad intelectual que nunca estuvo más garantizada como ahora, se rasgan las vestiduras y denuncian a voz en cuello lo que callaron durante décadas.

Por fortuna, las máscaras siguen cayéndose dejando ver lo que ya es inocultable, los verdaderos y múltiples rostros de quienes fueron y siguen siendo cómplices de un gigantesco fraude intelectual que hizo creer que se podía , en medio de una pavorosa exclusión social, “hacer cultura”, (¡de élite, claro!).

<p align=center “El cine es demasiado importante
para dejárselo sólo a los cineastas”

(“y las leyes a los legisladores”)

Luego de muchos cabildeos, el proyecto de ley de cine espera su sanción definitiva; los lobbys de la cultura neoliberal que perdieron un primer round cuando un grupo de ciudadanos denunciamos el proyecto de Ley de Mecenazgo de Espinoza- Meier, (ex ministro de la administración Caldera cuyo buffete acusa al presidente Chávez de crímenes de lesa humanidad) dirigido a transformarnos en “maquiladores culturales”, vuelven al ruedo con otro intento de la misma calaña; esta vez con un objetivo bien específico: el control de la imagen cinematográfica.

Lo grave del caso es que entre quienes cohonestan esta jugada, está la ANAC (Asociación Nacional de Autores Cinematográficos) que abandonada paulatinamente por una promoción de jóvenes que no se sienten representados por una asociación gremial que perdió la sintonía con los nuevos tiempos, está en vías de transformarse en un cascarón vacío.

Era cosa de ver (y de escuchar) en una de las mesas que sobre la ley de Cinematografía se llevó a cabo en el marco del anterior Festival de Cine, los argumentos que se esgrimieron para defender este proyecto que dedica el 90% de su texto a proteger la participación del sector distribuidor y exhibidor en términos más que ventajosos, mientras que los creadores (esos que dice representar la ANAC) no aparecen sino como una referencia marginal sin ningún artículo que asegure su participación equitativa en el “negocio”. Tampoco aparece una palabra sobre los derechos de los espectadores.

Allí estaba Octavio Getino, uno de las leyendas del cine latinoamericano (“La Hora de los Hornos”) como testigo de que por ejemplo, el derecho de autor de los directores cinematográficos, una reciente conquista de su gremio en Argentina y fruto de más de cincuenta años de arduas luchas contra los lobbies de las “Majors” norteamericanas , ni siquiera figura como una aspiración en el proyecto venezolano, máxime cuando está aupado por una asociación de “autores cinematográficos".

Si esto ya era escandaloso para la fecha, ahora lo es aún más, cuando el enfrentamiento al ALCA y a la pretensión imperialista que pretende anular toda resistencia (sobre todo la cultural), es ya una política explícita del Estado Venezolano.

El caso de la Ley de la Hacienda Pública Estadal, (denunciada por Luis Britto García) que permitiría la privatización de lechos de ríos , es decir, cuencas con posibles yacimientos de hidrocarburos, es parangonable con el de esta Ley de Cine diseñada a la medida de las “majors” estadounidenses.

Mientras sigamos durmiendo con el enemigo, es de esperar nuevos “madrugonazos” de esta naturaleza. Por lo tanto es necesario estar alerta y aumentar la vigilancia sobre lo que se sigue cocinando en los fogones legislativos. Sobre todo cuando instrumentos estratégicos como La Ley Orgánica de la Cultura, esperan en el refrigerador de la asamblea, luego del frustrado intento de utilizarla como Caballo de Troya de la Ley de Mecenazgo.

Por tanto, una Constituyente de la Cultura organizada a través de Consejos Locales de Planificación, constituido y dirigido por los ciudadanos, es la única salida a una problemática que requiere soluciones audaces y originales y de la definitiva demolición de un aparato estatal de la cultura, diseñado por una “meritocracia” de espaldas al país que, como en Pdvsa, se pagaba y daba el vuelto.