Un proceso real de paz exige un gran acuerdo en la sociedad que le permita erradicar los factores fundamentales de tipo ideológico, político y económico que han estimulado el conflicto armado.

Los acuerdos que, hasta ahora, se han hecho con grupos armados que se han desmovilizado, son acuerdos secundarios que han posibilitado la desvinculación de un número de combatientes sin lograr una disminución significativa porque siempre han estado en aumento.

Resulta equívoco utilizar el término «proceso de paz» para acuerdos parciales, pues deja la idea de que la paz puede alcanzarse por cuotas, cuando lo cierto es que ésta solo es viable en el marco de una gran negociación nacional donde estén presentes todos los actores involucrados militar y políticamente y que consideren en la mesa de concertación, de manera cierta, alternativas que erradiquen los factores generadores de la violencia política.

El conflicto armado colombiano es en esencia uno solo, agravado con los años, en el cual la capacidad bélica de las partes va en aumento al igual que el número de víctimas. La posibilidad real de los beligerantes de seguir incrementando su capacidad militar, va en detrimento de la posibilidad del acuerdo político pues mientras se procura lograrlo, se está simultáneamente pensando en la guerra y en el reforzamiento militar de cada parte; como sucedió durante las conversaciones en el Caguán (1998-2002) cuando de parte del gobierno de Pastrana lo esencial era organizar el «Plan Colombia» financiado por los Estados Unidos, lo que llevaba necesariamente a la contraparte, las Farc, a desconfiar de la voluntad del gobierno de querer verdaderamente la negociación política, a la vez, que colocaba a la insurgencia en la necesidad de fortalecerse militarmente para equipararse con los avances de su contradictor.

La paz en Colombia será posible cuando en la sociedad un grupo político mayoritario asuma la naturaleza política del conflicto, sus causas profundas y la necesidad de erradicarlas. El país, definitivamente, debe superar las enormes contradicciones de nuestra nación, las cuales nos han llevado a esta vergonzosa situación actual. Que sin desconocer la importancia del componente militar se descarte la salida bélica y que por tanto, en el inicio de cualquier negociación se acuerde preliminarmente un congelamiento de la capacidad militar de las partes, además del cese al fuego.

El componente militar no ha sido adecuadamente valorado en los procesos con fuerzas que no vienen de derrotas militares si no que al contrario se fortalecen permanentemente; este hecho obliga a un enfoque sustancialmente distinto, de mucho más calado político, del utilizado en las negociaciones con grupos que se han desmovilizado en razón de su debilidad militar.

La naturaleza política del conflicto armado colombiano

El prolongado conflicto armado colombiano que durante la segunda mitad del siglo XX tuvo un carácter casi permanente; es un conflicto de intereses económicos y políticos expresado militarmente, es un enfrentamiento entre clases sociales. En él han estado enfrentadas las clases oligárquicas en el poder a sectores populares de campesinos, obreros, capas medias o informales. Las clases dominantes han expresado su dominio por medio de las fuerzas armadas o grupos paramilitares y los sectores inconformes insurgentes han hecho uso de la violencia por medio de la guerrilla rural o urbana.

Desde una perspectiva histórica general el conflicto es en esencia uno solo. Es un conflicto en torno a la dirección política del Estado en el que las elites dominantes se han apertrechado para excluir de él, por la fuerza o por diversos mecanismos políticos, a aquellos sectores populares de corte radical que han reivindicado a lo largo de los años, reformas estructurales de fondo que superen graves problemas como la alta concentración de la propiedad de la tierra, la inmensa desigualdad social, los bajos ingresos de amplias capas de la población o el limitado sistema político, para hacer de Colombia un país más justo e independiente. Colombia es hoy uno de los diez países más desiguales del planeta.

El conflicto tiene un trasfondo ideológico no siempre explícito. Se trata de la concepción sobre la manera como deben dirimirse en la sociedad la pugna de intereses entre las clases y grupos sociales. Son estas concepciones enfrentadas la médula del conflicto. El núcleo desde donde se irradia la violencia.

El conflicto se origina en la actitud de desconocimiento de los derechos de los sectores populares, de parte de terratenientes y grandes propietarios que utilizan la capacidad económica y política para desconocerlos, apropiándose del Estado y del gobierno, para materializar, en muchas ocasiones por la fuerza, esa negación de derechos.

La respuesta militar de los perseguidos o excluidos retroalimenta una espiral de violencia cargada de crueldad por ambas partes. La guerra trae cada vez más muertos, masacres, desaparecidos, secuestrados, desplazamiento, descomposición social y ética hasta el detrimento psíquico y moral de la sociedad, como lo estamos viviendo hoy en día.

Bogotá, D.C. 18 de agosto de 2004.