Por todo el mundo, la izquierda internacional -incluyendo el movimiento de justicia mundial- observa con ojos escépticos a Venezuela, sin saber cómo juzgar la llamada revolución democrática de Chávez. ¿Es Chávez el próximo Allende? ¿Es la revolución bolivariana realmente revolucionaria.? ¿Es anti-capitalista o representa tan sólo otra quimera más de una larga lista de populistas que agita a las masas con furibundas condenas al imperialismo estadounidense, tan solo para transar a trastiendas negocios con el capital internacional?

Vacilación, cautela, dudas, estos sentimientos son entendibles. La izquierda ha sido en otras ocasiones secuestrada por el siempre efímero e infame caudillo. Pero es una equivocación agregar a Chávez como uno más de este sórdido historial de pseudo revolucionarios. Sin embargo, tampoco es del todo acertado ubicarlo en el linaje de Allende. Al fin y al cabo, Chávez no es precisamente un socialista. No ha hecho ninguna nacionalización (por ahora). Pero la experiencia de Chávez es fundamental para la izquierda. Algo pasa en Venezuela que debería inspirar a todos los progresistas del mundo, y es responsabilidad de la izquierda aprender de esta experiencia y más aun asegurarse de que no se extinga antes de tener la oportunidad de ser tomada en serio. En esta crítica y reñida disyuntiva para la historia latinoamericana, la revolución bolivariana ha estado encabezando la lucha regional contra el neoliberalismo, incluyendo el ALCA; ha estado fomentando la cooperación regional y desarrollando los elementos para un modelo esperanzador de democracia participativa. El liderazgo venezolano se ha basado en un modelo alternativo serio de desarrollo democrático, apoyado por una alianza politizada y bien estructurada entre organizaciones populares de base y el ejecutivo del estado.

Desde que la “democracia” Venezolana nació en 1958, el sistema político estuvo dominado por Acción Democrática (AD-socialdemócrata) y Copei (social-cristiano); básicamente un régimen bipartidista que distribuía las rentas petroleras entre círculos élitescos. No obstante, en la década de los noventa, la corrupción y los programas de ajustes estructurales anti-populares abrieron el espacio para un movimiento político alternativo. Hugo Chávez, un ex-paracaidista del ejército, llenó el vacío político con una crítica radical de la vieja política y con una nueva constitución, ideada con el objetivo de producir cambios profundos en la composición económica, política y social de la sociedad Venezolana. Chávez ganó las elecciones presidenciales de 1998 y nuevamente en el 2000 con más del 50% de la votación y su movimiento desde entonces ha triunfado en una serie de elecciones, plebiscitos y referenda.

Anti-Neoliberal

El artículo 73 de la Constitución obliga al estado a mantener a sus ciudadanos informados acerca de las implicaciones de asuntos que se estén discutiendo en torno al ALCA, al estipular que “Los tratados, convenios o acuerdos internacionales que pudieren comprometer la soberanía nacional o transferir competencias a órganos supranacionales, podrán ser sometidos a referendo...”. Esta posición frente al ALCA, más que ser una manifestación de xenofobia, más que una oposición circunstancial a las influencias estadounidenses, incluso más que una postura anti-neoliberal, es una posición democrática.

En su intento de auspiciar un desafío viable al neo-liberalismo impulsado por los E.E.U.U., la revolución bolivariana ha desarrollado un modelo democrático amplio y participativo que incluye derechos sociales y económicos, así como la aspiración de lograr una completa redefinición de los derechos políticos. La inusual combinación de riqueza petrolera con el considerable apoyo a la revolución entre los militares, le ha permitido a Venezuela actuar con mayor independencia de los consorcios financieros internacionales y de los E.E.U.U.

Revolución por la Base

A diferencia de los caudillos populistas, que hacían promesas y sólo de vez en cuando hacían algo por los trabajadores pobres, Chávez ha hecho énfasis en su compromiso por brindarles apoyo y recursos para desarrollar sus potencialidades.

Uno de los ejemplos más interesantes de esta redefinición revolucionaria de la democracia es el establecimiento de organizaciones comunitarias, tales como Organizaciones Comunitarias de Vivienda (OCV’s) - el eslabón más local de una red de organizaciones, comunitarias, distritales, y municipales, que son el epicentro del proyecto bolivariano de democratización del poder. Estas OCV’s están constituidas por un máximo de 30 familias que adjudican recursos provenientes de las municipalidades (y a fin de cuentas, de la petrolera estatal Pdvsa) de acuerdo a sus necesidades. La autonomía en cuanto a la toma de decisiones a nivel comunitario y los movimientos más amplios hacia la democratización del poder se han combinado con el acceso gratuito a la educación, y al cuidado medico-infantil para politizar a muchas comunidades venezolanas, infundiéndoles el ímpetu necesario que les haga posible desarrollar la capacidad para sentar las bases para una transformación revolucionaria más profunda y duradera en el tiempo.

Los proyectos educativos gratuitos ahora imparten instrucción que abarca desde la alfabetización básica hasta la formación universitaria en aulas ubicadas en sectores pobres por todo e país. Los locales para cuidado diario infantil gratuito se instalan cada vez en un mayor número de comunidades, extendiéndose así el derecho a la a la educación a aquellos ciudadanos que de otro modo, debido a sus obligaciones como padres, no dispondrían de tiempo para recibir instrucción.

Un proyecto similar, denominado “Barrio Adentro”, cuenta con médicos cubanos para brindar asistencia médica primaria en algunos de los barrios más deprimidos e inaccesibles del país.

Sin embargo, resulta difícil llevar a cabo transformaciones en las relaciones políticas y socioeconómicas de la noche a la mañana - especialmente en un país con tanta riqueza en juego. Aún persisten muchos elementos del viejo estado; y una tradición de cuarenta años de corrupción no desaparecerá sin oponer resistencia. Un hecho innegable es que el estado venezolano sigue siendo un estado capitalista cuyas estructuras siguen más orientadas hacia la globalización de la economía que hacia la aplicación de la democracia venezolana a la economía. Aunado a estas limitaciones internas, está la oposición venezolana, cuyo núcleo es la vieja élite, que controla tanto los medios de producción como de comunicación.

Oposición Interna y Externa

La oposición interna a Chávez proviene en su mayor parte de la vieja élite gobernante. Su alcance es considerable: incluye a muchos profesionales de la petrolera estatal (Pdvsa), magnates de medios de comunicación que acaparan casi la totalidad de la televisión y de la prensa escrita, así como poderosos intereses petroleros, financieros e industriales. Pero un componente clave de la oposición también procede de la clase media: periodistas, abogados, médicos y otros profesionales que se han visto decepcionados de la revolución bolivariana en mayor parte por las políticas económicas que han beneficiado al 80% de la población que se encuentra en estado de pobreza en detrimento de las clases alta y media.

El mismo desencanto para con la política tradicional, que llevó a Chávez al poder en 1998, le infligió un golpe tan contundente a AD y a Copei que ni siquiera lanzaron candidaturas presidenciales. Al cabo de seis años, se han comenzado a recuperar y a representar la base de la “Coordinadora Democrática”: un grupo político que amontona un amasijo caótico de anti-chavistas divisionistas entre sí, que conforman un gran sector de la “oposición”. La campaña política para derrocar a Chávez se desarrolla en distintos frentes: el violento- ilegal, el político-legal, así como en el importantísimo campo de la opinión pública. El ejemplo más impactante de la estrategia ilegal-violenta fue el brevemente exitoso golpe de estado de Abril de 2002, que fue revertido 48 horas más tarde por la alianza entre sectores leales entre los militares y el resuelto y determinado apoyo de cientos de miles de ciudadanos que se congregaron a las afueras del palacio presidencial y de guarniciones militares para exigir el retorno de Chávez.

La vía político-legal sólo se contempló recientemente, ante el fracaso de las medidas violentas-ilegales. Consistió en convocar a un referéndum revocatorio para el 15 de Agosto de 2004. Se podría argumentar que el aspecto más importante y ciertamente el de mayor proyección internacional de la oposición a Chávez, es la batalla que se libra fundamentalmente en los principales medios de comunicación -normalmente al unísono con determinados grupos de derechos humanos- muchas veces quebrantando su compromiso de informar objetivamente. Estas organizaciones noticiosas informativas, mientras informaban con una fingida objetividad, se reunían con los golpistas en estaciones de televisión y en residencias privadas de reporteros y de dueños de medios en vísperas del golpe.

Los medios televisivos e impresos son además culpables de utilizar a miembros activos de la oposición venezolana como corresponsales. Es precisamente en este último frente en el que muchos creen que se perderá la batalla por Venezuela; ya que hasta muchos miembros de la izquierda parecen haber sido disuadidos de interesarse mucho por el caso venezolano debido al constante bombardeo de desinformación.