Mesa de voto durante el referendo venezolano segudo por miles de observadores internacionales
Foto Org. venezolana.

En agosto las calles de Caracas se llenaron de internacionalistas. Éramos miles los que estábamos allí para que los golpistas entendieran que el gobierno del proceso revolucionario y pacífico no estaba solo. Algo más de 400 estábamos invitados por el Consejo Nacional Electoral y cerca de 3.000 internacionalistas fueron a vigilar que no hubiera trampas.

El Referéndum, que nunca debió celebrarse, fue un acto pacífico, y fueron tantos los ciudadanos que se acercaron a las urnas que desbordaron todas las previsiones. Las colas de miles de votantes eran en algunos colegios electorales de varios cientos de personas que aguantaron en algunos casos hasta 12 horas para poder ejercer su derecho al voto.

Desde antes de cerrarse las urnas los voceros de la oposición a través de sus medios de comunicación alimentaron la llama del enfrentamiento y anunciaban haber ganado el Referéndum por 60 a 40. Justo lo contrario de lo que sucedió. No se cansan de repetir que hubo trampa y hasta insultaron y agredieron en un restaurante de Caracas al expresidente USA, J. Carter, ¡Si, a Jimmy Carter!, que en rueda de prensa reconoció la limpieza y veracidad de los resultados.

Unos y otros reconocen que más del 70% de la población es pobre o extremadamente pobre (ellos les dan el despectivo mote de invisibles, balandros, tierruos, escoria de la sociedad, etc.) y el resultado fue de 60 a 40 a favor del Presidente, que representa el futuro para estos, hasta ahora desahuciados de la sociedad.

¿Y la curia católica venezolana?, cardenales, arzobispos, obispos, ¿se quedaron callados?

Si ya participó activamente en el golpe de estado de abril de 2002, volvió esta vez a estar del lado de los golpistas y pidió descaradamente el voto para la opción de la oposición y en contra de ellos a los que acusó de haberse vendido al Presidente por un puñado de dólares. No hay que olvidar que la mayoría de estos “pobres invisibles” son en su mayoría católicos.

Fuerzas militares controlando el referendo.
Foto Org. venezoana

Pero, ¿Hubo trampa? Si acaso la hubo fue al negarse la oposición a que en muchas barriadas no se abrieran colegios electorales, justamente donde viven ciudadanos en chavolas, en sitios altos de la ciudad. La norma que impusieron fue: En Caracas, ningún colegio electoral por encima de los 850 metros de altura. Y los de los cerros tuvieron que bajar andando algunos kilómetros a votar.

Muchos se cansaron en las largas colas y regresaron sin cumplir su propósito, ya que la larga espera de hasta 12 horas en algunos casos, el tener abandonados a los suyos «arriba» y la percepción de la victoria les hizo desistir y volverse sin haber cumplido con el deber de votar por su Presidente. Si no la diferencia hubiera sido mucho mayor, pues ese más del 70% confía en los programas sociales que actualmente se llevan a cabo en Venezuela. Lo mismo pasó en lugares semiaislados de la nación donde la pobreza es asombrosamente alta y para poder votar tenían que movilizarse en vehículos que ellos no tienen.

El Referéndum fue promovido mediante recogida de firmas en diciembre de 2003 por seres vivos, decenas de miles de seres clonados que tuvieron la potestad de firmar algunos varias veces en distintas mesas y cientos de miles de muertos que por la gracia de Dios bajaron a la tierra a firmar contra el Presidente Chávez. Falsificar documentos de identidad y utilizar documentos de fallecidos para firmar son delitos lo suficientemente graves como para invalidar cualquier petición al Estado. Por eso el Referéndum revocatorio nunca tuvo que celebrarse.

Pero la Coordinadora Democrática, dirigida por los dueños de los principales medios de comunicación, que a su vez son los empresarios más importantes de Venezuela, la jerarquía eclesiástica y los aventureros de los cada vez más desprestigiados partidos políticos del antiguo régimen, continua empecinada en dar un Golpe de Estado para, en primera instancia, limpiar de lo que ellos llaman indeseables líderes campesinos, líderes estudiantiles, líderes de barriadas populares y líderes políticos del chavismo, y una vez consumada la acción, reponer el viejo régimen.

El Referéndum para ellos, representaba sólo un eslabón más para desestabilizar al País y generar las condiciones necesarias para que estalle una guerra civil.

El domingo 25 de julio, el diario El Nacional de Caracas publicó una entrevista con el expresidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, refugiado económico en Miami ( robó demasiado durante su mandato), en la que instigaba a los suyos a «implantar una dictadura en Venezuela durante unos 3 años para construir la verdadera democracia».

Después del Referéndum celebrado el 15 de agosto volvió a exigir a sus huestes «que utilizaran la violencia para deshacerse del chavismo», esta vez lo hizo desde Ginebra a Radio Caracol de Bogotá.

En ambas ocasiones reconocía que el Referéndum no valía para nada ya que lo iba a ganar el «chavismo» como así sucedió.

Para Carlos Andrés Pérez el único futuro de Venezuela consiste en estas perlas:

«Se requiere una etapa de transición de dos o tres años para sentar las bases de un Estado de Derecho. En la transición debe gobernar un cuerpo colegiado que asiente las bases democráticas del futuro”. “El día que caiga Chávez hay que cerrar la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia también».

Pasó el 15 de agosto y parece que las cosas seguirán igual. Un gobierno que tiene que gobernar sin oposición democrática y una oposición que basa su política en boicotear a todos los poderes públicos y en buscar fórmulas para echar del poder al Presidente democráticamente elegido que ha ganado las últimas ocho consultas electorales celebradas en Venezuela.

¡Pobre Venezuela que tiene que vivir con una oposición golpista que boicotea todo intento de modernizar el país!

Y es que la «Coordinadora Democrática» es un movimiento de abolición de la democracia, comparable en su intencionalidad y sus métodos al «régimen franquista».

No se cansan de repetir que la «única salida es la guerra civil». Todos sus voceros más o menos veladamente llaman a sus gentes a la «violencia como única alternativa para recuperar el poder».

Nunca han tratado de recuperar el Poder por las vías constitucionales, sino siempre por la vía de la insurrección sin tener en cuenta los intereses de la inmensa mayoría: paros patronales (2001, 2002, 2003), excitación permanente a la violencia callejera, atentados indiscriminados, contratación de sicarios colombianos y el golpe de Estado fracasado en 2002. Esta es su historia reciente.

Nunca han reconocido la legalidad del Estado; un Estado que necesita, no sólo el apoyo de los más desfavorecidos, sino de las capas medias y el concurso responsable de la burguesía nacional.

Por eso, no reconoce los resultados del Referéndum ratificatorio, y no acepta la auditoria que realizó el Consejo Nacional Electoral.

Sin embargo, los resultados del Referéndum y de la auditoria posterior han sido reconocidos y avalados por el numeroso grupo de Observadores Internacionales: 72 observadores del Centro Carter, 84 observadores de la OEA y 277 observadores compuesto por expresidentes latinoamericanos, juristas, académicos, parlamentarios, intelectuales y destacados activistas de organizaciones de derechos humanos.

No es posible llegar a un acuerdo negociado con ese liderazgo intolerante, que con prácticas fascistas, tienen como único objetivo la destrucción de la democracia y del adversario.

Todos los movimientos populares de América Latina apoyan la vía democrática emprendida por el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Llevan dos siglos esperando lo que todos los «gobiernos democráticos» de sus países les prometen en campañas electorales: «terminarán con la pobreza». Y cada vez son más los desahuciados sin esperanza de una vida digna. Sueñan con un proceso semejante en sus respectivos países. Sueñan un sueño que se transforme en realidad.