Un año antes, el 13 de diciembre de 1972, ante el pueblo de Cuba que lo escuchaba en la Plaza de la Revolución José Martí de La Habana, había adelantado aquel juramento al afirmar que defendería con su vida el legado que el pueblo chileno le había entregado en las elecciones presidenciales de 1970.
Y cumplió su promesa. De su cuerpo solo pudieron arrancar la banda presidencial luego de muerto y solo muerto salió de La Moneda.
Los golpistas han tratado de presentar su muerte como consecuencia de un suicidio.
Pero jamás reconocieron que, acosado por fuego de artillería, tanques y bombardeo aéreo, aquel gran revolucionario resistió con valentía y heroísmo más de seis horas la embestida de los émulos de Adolfo Hitler, liderados por el fascista mayor y traidor Augusto Pinochet.
Todavía hoy sus enemigos pretenden disminuir el heroísmo de Allende. Y no solo los de antaño promueven esta tesis. El diario La Tercera, el cual ha venido reportando el intenso debate entre las diferentes fuerzas políticas del país en torno al homenaje a Allende en el 30 Aniversario de su muerte en combate, hizo referencia a los dos presidentes "suicidas": José Manuel Balmaceda y Salvador Allende.
Treinta años después se repite la manipulación de los hechos por omisión, una maniobra denunciada muy tempranamente por el Comandante en Jefe Fidel Castro, quien en un discurso en La Habana, el 28 de septiembre de 1973, en solidaridad con el pueblo chileno y homenaje póstumo al doctor Salvador Allende, luego de conocer la versión que teníamos entonces sobre los acontecimientos ocurridos en La Moneda, advertía que "Los fascistas han tratado de ocultar al pueblo de Chile y al mundo este comportamiento extraordinariamente heroico del presidente Allende. Para ello han tratado de enfatizar la versión del suicidio. Pero si incluso, Allende, herido grave, para no caer prisionero del enemigo hubiese disparado contra sí mismo, (anoto en esto la referencia de uno de los jefes militares del Golpe que dijo que Allende había sido herido por un capitán), ese no sería un demérito sino que habría constituido un gesto de extraordinario valor."
Y continuaba Fidel en su análisis de aquellos tristes sucesos: "Calixto García, una de las figuras más gloriosas de nuestra historia, cayó prisionero del enemigo. Y cuando a la madre le informaban que su hijo estaba prisionero, ella dijo: ¡ese no puede ser mi hijo! Pero cuando le dijeron que antes de caer prisionero se disparó un tiro para privarse de la vida, ella dijo: ¡ah, entonces sí, ese es mi hijo!"
A los cobardes que después de la acción más heroica que haya emprendido presidente latinoamericano alguno, tratan de desmeritarlo, 30 años después les digo que para nosotros Allende murió en combate y que si hubo suicidio, este no fue mas que su último acto como combatiente.
Porque, ¿cual era la alternativa? ¿qué le ofrecían Pinochet y sus esbirros al presidente elegido por el 36,4 por ciento de los votos contra sus dos adversarios del Partido Nacional y la Democracia Cristiana y legitimado por el Congreso? Le ofrecían un avión para que saliera del país con sus familiares más allegados, lo cual significaba el abandono de su sagrado compromiso con el pueblo. Y ello al margen de la hoy más que probada intención de Pinochet de derribar ese avión en pleno vuelo.
La decisión de Allende de resistir hasta el final, cuando ya La Moneda estaba semidestruida por el fuego de los tanques y luego por la aviación, sea cual fuese la forma en que murió, acredita que fue en combate y dejando un legado para la historia de América Latina que las juventudes actuales y futuras deben recordar.
El camino hacia la victoria revolucionaria está plagado de obstáculos y cuando el enemigo con su poderío nos ocasiona una derrota, la historia exige que los seguidores sean capaces de mantener el rumbo. Como dijera el Che, y cito: que otra mano se tienda para empuñar nuestras armas, y otros hombres se apresten a entonar los cantos luctuosos con tableteo de ametralladoras y nuevos gritos de guerra y de victoria.
Un Presidente Popular que incomodaba a los poderosos
Salvador Allende nació en Valparaíso el 26 de junio de 1908 y mostró dotes de líder desde muy joven como presidente del Centro de Alumnos de Medicina, vicepresidente de la Federación de Estudiantes de Chile y miembro del Consejo Universitario, a tal punto que fue expulsado de la Universidad durante el gobierno de Ibáñez por las luchas estudiantiles que protagonizaba.
Encarcelado en 1932 al ser derrocada la breve República de Marmaduke Grove, en ese propio año funda junto a Grove el Partido Socialista y es designado un año después secretario general de esta organización política, volviendo a prisión en 1935. Elegido posteriormente como Diputado ante el Congreso de la República, renuncia en 1939 para asumir la Cartera de Salubridad del gobierno del Frente del Pueblo.
Ya en 1942 Allende asume la Secretaría General del Partido Socialista de Chile y es elegido senador de la República, para diez años después aspirar por vez primera a la presidencia de la República por el Frente del Pueblo. Como senador, en 1954 es elegido vicepresidente de esa alta cámara y vuelve a presentarse dos veces (1958 y 1964) como candidato a la presidencia, perdiendo las elecciones en el primer caso frente a Jorge Alessandri, y luego contra Eduardo Frei, aunque en la ultima ocasión obtendría un millón de votos. En 1966 ya es designado presidente del Senado y ese mismo año participa en la I Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana.
Al morir el Che y ser detenidos en Iquique tres cubanos sobrevivientes de su gesta histórica, Allende intrcede para que los trasladen a Santigo y viaje con ellos a Tahití donde los entrega al Embajador cubanos en Francia, Baudilio Castellanos.
Siendo senador en 1969, se crea la Unidad Popular integrada por comunistas, socialistas, el MAPU, el social demócrata PADENA, el Partido Radical y Acción Popular Independiente (luego pasaron a la oposición), quienes lo proclaman su candidato a la presidencia.
Triunfa en las elecciones frente a Radomiro Tomic (DC) y Jorge Alesandri (PN) y el 4 de noviembre de 1970 asume la máxima magistratura del país.Estos son breves antecedentes de la vida política del mártir de La Moneda.
¿Por qué se opusieron la derecha política y la oligarquía chilena a la victoria electoral de Allende? ¿Por qué se opuso el gobierno de Washington a través de su agencia de espionaje y subversión, la CIA? ¿Por qué se opusieron consorcios norteamericanos, entre ellos como más destacado, la ITT?
Ya desde 1964, previendo una posible victoria electoral de Allende, el entonces Secretario de Estado Dean Rusk en carta enviada a la Casa Blanca señaló: "Estamos haciendo nuestro mayor esfuerzo encubierto para reducir la oportunidad de que Chile sea el primer país americano en elegir como Presidente a un marxista declarado" En ese mismo año la CIA entregó tres millones de dólares a Eduardo Frei Montalva en apoyo a su campaña presidencial contra Allende.
La primera acción terrorista contra Allende como presidente electo se produce poco menos de un mes antes de su toma del poder, cuando un grupo fascista trata de secuestrar al jefe del Ejército, General René Schneider, el 22 de octubre de 1970 con el objetivo de crear inestabilidad en el país y las Fuerzas Armadas para evitar que el Congreso ratificara a Allende como presidente. Schneider muere en el complot y entonces se pone en marcha un plan de Eduardo Frei Montalva: unir los votos de la Democracia Cristiana y el Partido Nacional en el Congreso para elegir a Alessandri y luego promover un nuevo llamado a elecciones en las que Frei resultaría vencedor. Para Frei Montalva, era inadmisible que el país fuese gobernado por un presidente marxista. Y aunque Alessandri se opuso a esta alternativa por haber declarado públicamente que quien ganara por un voto de diferencia sería el vencedor, la mayoría de la derecha apoyó las posiciones antimarxistas de Frei.
¿Qué medidas adoptó el gobierno de Allende desde sus inicios que concitaron esa actitud en sus adversarios? Todas fueron de carácter popular. Y en todas respetó las leyes establecidas por la burguesía y les concedió un papel políticamente beligerante a las Fuerzas Armadas.
A solo una semana de su toma de posesión, Allende dictó varios decretos encaminados a reducir el alza del costo de la vida en beneficio, principalmente, de la gran masa desposeída que había sido tan explotada y puso, además, en libertad a todos los presos y detenidos por razones políticas que existían en el país.
Pero las medidas determinantes fueron sin dudas la decisión de nacionalizar entre otros las industrias del carbón, la salitrera y el cobre, sin indemnizar a los propietarios de las empresas Anaconda y Kennecot, con lo cual se enfrentó a los poderosos intereses norteamericanos en el país, presentando una reclamación el gobierno de los Estados Unidos e América.
Esas nacionalizaciones incluyeron los bienes de la ITT, un consorcio norteamericano de materiales ferrosos, la industria textil y otras menores y una parte importante de la banca, incluyendo nueve bancos estdounidenses. Pero además, la Unidad Popular decretó la reforma agraria para quienes poseyeran más de 80 hectáreas de tierra, estableció el monopolio estatal para las ventas del cobre; intervino a la agencia automovilística Ford por medidas arbitrarias tomaas contra sus trabajadores, puso bajo control el movimiento de las divisas, y tomó medidas para el mejoramiento del sistema de salud y la atención a la población, entre muchas otras acciones que favorecían a la población y contribuían a garantizar la soberanía e independencia económica del país. No sobra recordar que todas estas medidas se basaban en la Constitución, en leyes existentes desde el gobierno de Mamaduke Grover a finales de la década del 30 e incluso algunas del gobierno de Frei Montalva. No hubo, por lo tanto, acción inconstitucional alguna.
Allende además, luchó por la unidad de la izquierda, algunas de cuyas fuerzas lo presionaban constantemente, exigiendo de él medidas más drásticas o como decían algunos: más revolución; sin tener en cuenta que Allende solo podía No puedo dejar de decir que la propia división de la izquierda impidió una unidad monolítica del pueblo al lado de su gobierno revolucionario en los momentos cruciales. Muchas veces hablamos con diferentes dirigentes de izquierda para hacerles comprender que sin la unidad de las fuerzas revolucionarias junto al pueblo no podría consolidarse una Revolución verdadera.
En cuanto a la derecha, el presidente constitucional de Chile trató de dialogar, principalmente con la Democracia Cristiana, pero no pudo lograr acuerdo alguno debido a las exigencias y ataques de aquellos grupos políticos, liderados por la Democracia Cristiana, junto al Partido Nacional, Renovación Nacional, Unión Democrática Independiente, el PIR y Patria y Libertad, que ponían en entredicho la autoridad presidencial y en la práctica terminaron siendo los principales promotores del Golpe. De ellos nació el acuerdo aprobado en el Congreso el 22 de agosto del año 73 acusando a Allende de graves y reiteradas violaciones de los derechos humanos y la exigencia de un plebiscito.
Y aunque en varias ocasiones Allende habló del Golpe de Estado que sabía se estaba gestando, también mantuvo el diálogo con las Fuerzas Armadas. Más de diez altos jefes militares fueron ministros de su Gabinete en diferentes periodos: entre ellos el Jefe de Carabineros General, José María Sepúlveda en el Ministerio de Tierras; el comandante en jefe de la Fuerza Aérea, César Ruíz Danyau en el ministerio de Obras Públicas y Transporte y el Comandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats, en el Ministerio del Interior, cargo en el que por orden constitucional sustituía al Presidente en su ausencia.
Los últimos militares designados en estas posiciones lo fueron el 27 de agosto de 1973, catorce días antes del Golpe de Estado. Es decir que, conociendo Allende que había una conspiración militar en juego, mantuvo su confianza en las Fuerzas Armadas como institución constitucional, y ni siquiera eso impidió que los fascistas ejecutaran su traidora asonada.
Desde octubre de 1972, los militares, principalmente miembros de la Fuerza Aérea, salían a las calles y, amparándose en la Ley de Control de Armas, cerraban vías, detenían automóviles, hacían registros, detenciones arbitrarias y generaban un estado general de intranquilidad en la población, con irrespeto incluso de los autos diplomáticos, muchos de los cuales fueron detenidos y registrados, exceptuando los de la Embajada de Cuba, pues jamás permitimos tal humillación.
Recuerdo que el 8 de septiembre de 1973, celebrábamos el cumpleaños de Beatriz Allende en las afueras de Santiago, cuando los militares establecieron un cierre en la vía por donde debíamos para en camino hacia el centro de la capital. Con el Presidente y Beatriz se encontraban dirigentes del Partido Socialista, algunos ministros y cinco cubanos amigos de la familia. Allí estuvo el general Prats reunido con Allende en privado, suponemos que tratando la difícil situación en las Fuerzas Armadas luego de la renuncia de Prats a la jefatura del Ejército El ambiente era de escepticismo por la posibilidad de un golpe de estado. Pero al retirarse Prats, el Presidente saludó a los asistentes, conversó con algunos y se dispuso a jugar ajedrez, con aspecto sereno, tranquilo.
De regreso a la ciudad, Juan Carretero, entonces consejero de la embajada cubana, mi esposa y yo, salimos dispuestos a no dejarnos registrar. Al identificarnos como de la Embajada de Cuba nos dejaron pasar.
Acciones contra el pueblo. Golpe en marcha
En su política represiva, los militares asaltaron la fábrica SUMAR, hicieron detenciones, vejaron a los trabajadores, registraron un cementerio e incluso abrieron tumbas. Allende ordenó que estos operativos cesaran, mientras que los partidos Socialista y Comunista presentaban una protesta pública, pero los militares fascistas que dirigían a los soldados hicieron caso omiso de la orden presidencial. Evidentemente, pensábamos los cubanos, las condiciones para el Golpe de Estado se estaban creando aceleradamente.
No es ocioso recordar en este punto que cuando visitó Chile en 1971 y luego de presenciar manifestaciones callejeras de la derecha y conocer de cerca las campañas contra Allende y las acciones terroristas, Fidel Castro dijo que había visito en Chile "los comienzos del fascismo." En marzo de 1972, el periodista Jack Anderson del Washington Post había revelado documentos que mostraban el papel de la Internacional Telephone and Telegraph (ITT), instigando a un levantamiento militar para que Allende no pudiera ascender al poder en 1970 y que posteriormente continuó trabajando con la derecha política y algunos militares para derrocarlo. Estas acciones sucias contaron, por supuesto, con la participación activa y entusiasta de la CIA.
Mientras tanto, el gobierno de la Unidad Popular -que finalmente quedó integrado por los Partidos Socialista, Comunista, MAPU, Obrero Campesino, Partido Radical e Izquierda Cristiana- era constantemente atacado por la derecha y sus medios, por sus relaciones con Cuba en lo que llamaron la penetración cubana en ese proceso.
Aun así, grupos empresariales mostraban interés en negociar con Cuba, entre ellos la organización derechista SOFOFA que hacía todo lo posible por negociar con la Isla. Nuestra Oficina Comercial en Chile y misiones cubanas que viajaban a ese país, eran receptivas a estos intereses que redundarían en beneficio bilateral.
En septiembre de 1971, cooperativas agrícolas y productores chilenos acordaron la exportación a Cuba de cebolla, ajo y por otras vías madera, vino y salitre, por un monto de unos 30 millones de dólares, al valor de esa época. El salitre fue comprado a Chile en calidad de ayuda, pues no era imprescindible su adquisición.
Cuba exportaba a Chile azúcar, café y tabaco y donó al hermano país 40 000 toneladas de azúcar por un valor aproximado de 10 millones de dólares, así como le otorgó un préstamo de leche en polvo para contribuir a asegurar el medio litro de leche diario a la población, prometido por Allende. Pero en cuanto comenzaron a reintegrarnos esa leche, se montó una infame campaña de prensa basada en que el Presidente Allende estaba regalando la leche a Cuba. Igual pasó con otros acuerdos comerciales que fueron rechazados por la derecha política y la prensa reaccionaria.
En 1972 se concreta una compra de frutillas (posturas de fresa) a través de David del Curto, allegado a Belisario Velazco, quien había sido viceministro del Interior del gobierno de Frei y no mantenía una posición anticubana. El periódico La Tribuna publicó en su primera plana que esto obedecía a un regalo a Cuba del presidente Allende.
Paralelamente a las acciones políticas de la derecha para debilitar y derrocar al gobierno del presidente Allende, y las acciones de militares fascistas y grupos terroristas, como Patria y Libertad, amamantado y financiado por la CIA, desataron una ola de terror en el país, fundamentalmente en Santiago, la capital, que tuvo entre sus principales objetivos a los cubanos acreditados por nuestra Embajada en ese país.
Una de esas acciones terroristas tiene lugar el 8 de junio de 1971 con el secuestro y asesinato del ex viceministro del Interior del gobierno de Frei, Edmundo Pérez Zujovic, cuyos asesinos fueron descubiertos y muertos en enfrentamiento con la policía. En el crimen apareció implicado tiempo después un alto oficial del Ejército que fue juzgado y condenado por los tribunales. Sin embargo, por esta acción fue allanada la residencia del Consejero Comercial cubano, Mitchel Vázquez, debido a una denuncia apócrifa según la cual los asesinos se encontraban escondidos en su casa.
Afortunadamente, el operativo policíaco fue dirigido por Eduardo (Coco) Paredes, jefe de la Policía de Investigaciones y militante del Partido Socialista, quien al conocer la identidad de sus inquilinos, que no se encontraban en la vivienda, comprendió la infame maniobra.
Allende tuvo que enfrentar intentos de atentados personales y dos Golpes de Estado anteriores al de Pinochet, uno el 30 de septiembre de 1972, dirigido por el general Alfredo Canales y otro el día 29 de junio de 1973, comandado por el coronel Roberto Souper que fue sofocado por el propio Jefe de Estado, llevando consigo el fusil AK que le había regalado el comandante en Jefe.
En la madrugada del 27 de julio su Edecán Naval, el Capitán de Navío Arturo Araya, es asesinado por un comando terrorista.
Me entero de esta barbarie mientras celebrábamos el 26 de Julio en la casa de Coco Paredes y parto de inmediato a la Embajada. En tránsito hacia nuestra misión por la calle Pedro Valdivia, al pasar por la esquina de la casa de Araya, los carabineros abren fuego contra mi auto, a pesar de tener chapa diplomática, les respondo y se dispersan para protegerse. Al fin llego ileso a nuestra sede. Increíblemente, Luis Fernández Oña, ministro Consejero de la Embajada cubana y esposo de Beatriz, una de las hijas de Allende, es presentado por la prensa amarilla como posible autor de este crimen.
Para entonces, el grupo terrorista Patria y Libertad había sistematizado el envío a los diplomáticos cubanos de una nota que decía: "Remember Jakarta", refiriéndose a la matanza de comunistas ocurrida en Indonesia y al ataque a la Embajada China, con el cual pretendían decirnos que nos pasaría lo mismo.
La reacción no podía aceptar los vínculos económicos entre los dos países y los terroristas trabajaban para entorpecerlos, colocando bombas explosivas en las casas de los funcionarios del Ministerio de Comercio Exterior. Adicionalmente, el 3 de julio de 1973 un auto en movimiento ametralla nuestra oficina comercial en horas de la noche.
En ese propio mes se coloca un artefacto dinamitero en la escuela de los niños cubanos, quienes, afortunadamente no se encontraban en el lugar en el momento del vandálico hecho.
Durante el mes de agosto se colocan bombas en las residencias del Embajador de Cuba, Mario García Incháustegui y de los compañeros que trabajaban en la Oficina Comercial, Mitchel Vázquez, su jefe y Nelly Cubillas, su esposa y los funcionarios Pedro Orlando Fernández, Dionisio González y Andrés Martínez, cuyo auto fuera destrozado por el impacto. Anteriormente, el compañero José Albite, representante de una empresa comercial cubana que se encontraba en negociaciones en el país, fue detenido acusado de violar el toque de queda. En el Ministerio de Defensa, donde lo condujeron, los militares lo esposaron, desnudaron y sometieron a abusos y vejaciones, interrogándolo sobre su posible participación en actividades guerrilleras por orden de un tal general Bravo. Por gestiones del embajador Incháustegui, Albite fue puesto en libertad pendiente de un proceso judicial que no llegaría a realizarse.
Ante este brutal asedio y con la autorización expresa del presidente Allende, decidimos prepararnos para repeler cualquier agresión directa de que fuéramos víctimas y defender nuestras vidas y la soberanía cubana representada en la sede diplomática, al precio que fuera necesario.
Nos preparamos, nos organizamos, construimos refugios con el apoyo de constructores cubanos en la embajada, un puesto médico, soterramos agua, colectamos alimentos enlatados, y, por supuesto alistamos nuestras armas.
Convencidos de que con pueblo solo no se podía hacer la Revolución, hacían falta las armas. Y con las armas solo no se podía hacer la Revolución. Hacía falta también el pueblo, también apoyamos a los partidos Socialista y Comunista en su preparación para defender la Revolución que estaban tratando de construir. En menor cuantía apoyamos igualmente al MAPU y la Izquierda Cristiana, preparando a sus hombres para combatir si era necesario.
En ese sentido cumplíamos estrictamente las instrucciones de la dirección de nuestro Partido de hacer solo lo que solicitara o autorizara el Presidente Allende. Nada hicimos a sus espaldas. El sabía que el Golpe vendría y había que preparar a las fuerzas que apoyaban al gobierno para defender su Revolución. Y eso hicimos. En algunos casos con el conocimiento del general Prats y de Sepúlveda, el jefe de Carabineros, a quienes Allende informaba de algunas de estas actividades, cosa que no nos agradaba nada.
Por eso el Golpe de Estado no nos sorprendió a los cubanos. Un poco antes de las seis de la mañana del día 11, una amiga me llamó desde Valparaíso para informarme que estaba en camino el Golpe. De inmediato llamé al oficial de guardia de la Embajada y ordené poner CANDADO, que era la clave de movilización de todo el personal cubano ante un Golpe de Estado para, una vez en la sede diplomática, ocupar los respectivos puestos de defensa.
A las siete y treinta todo el mundo estaba listo y en el lugar asignado. Llamé a Carlos Altamirano, secretario general del Partido Socialista y a Samuel Riquelme, segundo jefe de la Policía de Investigaciones y miembro de la Comisión Política del Partido Comunista, para conocer qué sabían del golpe. Ellos no sabían nada hasta ese momento.
La Embajada estaba en Los Estanques y Pedro Valdivia, cerrada con unos grandes agua soterrada bajo una elevación de tierra al fondo y en el único acceso que teníamos por Pedro de Valdivia, se situaron terroristas de Patria y Libertad con grandes tanques ardiendo y armas visibles. Los edificios aledaños fueron tomados por el Ejército, que situó ametralladoras en los balcones, bien al descubierto. Detrás de las persianas, nosotros observábamos, sabíamos dónde estaban ellos, pero ellos no sabían dónde estábamos nosotros.
Es cierto que combatimos en dos ocasiones contra los militares golpistas y hoy puedo decir que en las dos ocasiones los derrotamos.
Tras el primer ataque, sobre el mediodía, que respondimos de inmediato, se comunicó con nuestro embajador el Almirante Carvajal amenazando con que nuestros disparos podían dar lugar a una respuesta fuerte y decidida. Nos atacan y luego nos amenazan. El embajador respondió que eran ellos quienes habían disparado y que nosotros nos defenderíamos ante cualquier nueva agresión. Poco después llegó a la Embajada el Embajador sueco, Ernest Edelstam ofreciendo a Incháustegui llevarnos agua y comida y su disposición de quedarse con nosotros ante la seguridad de que seríamos atacados nuevamente.
Ya entrada la noche, el Comandante O’Paso llamó por teléfono y habló con el embajador para pedirle que el compañero Luis Fernández Oña los acompañara a recoger a la esposa de Allende y a sus hijas, según dijo con el objetivo de entregarles el cadáver del Presidente para que le dieran sepultura en Valparaíso.
El capitán Gac quien habló posteriormente por teléfono conmigo, dijo que él era quien recogería a Luis y al yo alertarle del peligro que ello entrañaba por el cerco militar que tenía la embajada, se comprometió a tomar todas las medidas y que él iría a pie, por el centro de la calle a recogerlo. No cumplió su palabra. Fueron ellos los que dispararon con ráfagas de ametralladora cuando Luis y el Embajador salieron a la puerta a esperar al capitán que había vuelto a llamar anunciando que se dirigía a la embajada. Fueron ellos los que traidoramente abrieron fuego contra nuestros compañeros y fuimos nosotros quienes respondimos a esta agresión con todas nuestras posibilidades causándoles un número indeterminado de bajas que los obligó a replegarse.
Unos minutos más tarde llamó por teléfono el general Benavides para reclamarnos que estábamos disparando con un alto poder de fuego, que utilizamos balas trazadoras, que de la Embajada salían bolas de candela. Añadió que pondrían sus armas al nivel de las nuestras y que si no regresábamos a Cuba, nos bombardearían. Aquella era la segunda gran amenaza directa de los fascistas contra nosotros.
Respondí que si volvían a atacarnos responderíamos con más fuerza aun, con todas nuestras armas; que en esos momentos no teníamos los medios disponibles para regresar a Cuba y que antes había que discutir con nosotros las condiciones de ese regreso. Todo indicaba que el objetivo principal de ellos no era combatir directamente contra nosotros, lo importante era que solo saliéramos de la Embajada para regresar a Cuba, ante el temor de que pudiéramos convertirnos en una fuerza beligerante que se uniera a la resistencia que ya le hacían grupos de izquierda, acción que francamente no estaba entre nuestros objetivos.
En su primera comparecencia por TV en horas de la noche, Augusto Pinochet había anunciado la ruptura de las relaciones diplomáticas con Cuba y Corea.
El coronel Uros Domic fue el designado para negociar nuestra salida. Había estado con el Comandante en Jefe cuando visitó Chile, era amigo de nuestro Embajador y los hijos de ambos mantenían muy buenas relaciones personales.
El Embajador y yo dirigimos la negociación. Nos preguntaron si teníamos refugiados políticos en la Embajada, aclarando que no podrían acompañarnos la periodista Fridda Modak -que no estaba en la Embajada- ni Max Marambio que sí estaba, aunque no refugiado si no como un compañero más que compartía con nosotros la defensa de la Embajada. Personalmente hablé con Max cuando ya contábamos con la protección del embajador sueco Ernest Edelstam. Teníamos dos decisiones a tomar: quedarnos con Max y exponer a los 142 cubanos que se encontraban en nuestra sede, incluyendo 22 mujeres, o irnos y dejarlo a él protegido por el sueco. Max no titubeó un instante, me pidió que nos fuéramos, que él se las arreglaría con el sueco.
Planteamos a Domic que era necesario nos autorizaran a llevarnos nuestros documentos de archivos que estaban embalados en cajas. Planteó consultar y dispusieron que se presentara el jefe de Protocolo de la Cancillería, el cual en un gesto amistoso dijo que las leyes internacionales amparaban, ante la ruptura de relaciones, el derecho a llevarnos nuestros archivos. No tengo dudas que los militares sabían que no eran archivos lo que nos llevábamos en tantas cajas sino armas, pero lo importante para ellos era que nos fuéramos.
Nos fuimos y nos llevamos nuestras armas con la excepción de algunas que no habíamos podido entregar porque el Partido que las recibiría no acudió a la cita y otras que eran para el MIR, y que Allende nos había orientado entregarlas solo cuando se produjera el Golpe, algo que las condiciones no nos permitieron cumplir por estar rodeada la Embajada cuando fueron a recogerlas. Posteriormente Max las entregó todas al MIR.
Hasta aquí llega nuestro relato, aunque a 30 años de aquellos hechos creo que quedan muchas cosas por decir y faltan muchas otras por hacer.
El Presidente Allende fue un gran patriota chileno y latinoamericano, un hombre honrado, íntegro, solidario, de inigualable condición humana, cariñoso. Alegre y extrovertido, de una disciplina y capacidad de trabajo enorme, de una plena identificación con su pueblo.
No olvido que una semana antes del Golpe, el 4 de septiembre, reunió en La Alameda a un millón de personas para celebrar el tercer aniversario de su advenimiento al poder. El pueblo estaba con él. Como lo está con su memoria 30 años después.
Por eso hoy, aunque el fascismo avanza con pasos de gigante en diversos confines del planeta bajo la égida del gobierno imperialista de George Bush y cientos de miles de seres humanos son víctimas de sus genocidas agresiones, sostengo la certeza que Allende nos legara al advertir que más temprano que tarde se abrirán las grandes Alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. Y no solo en Chile sino en el mundo entero.
Manténgase en contacto
Síganos en las redes sociales
Subscribe to weekly newsletter