Decir que la nueva obra de Pedro Godoy -Chile versus Bolivia- es un libro valiente es decir poco. Es mucho más que eso: es la expresión documentada de una valentía cotidiana, indoblegable y consuetudinaria del ensayista chileno de la Izquierda Nacional, que se expresa en los artículos, notas y ensayos reunidos en este tomo de reciente edición que acabamos de tener el placer de leer.

Porque la lucha de Pedro Godoy, titular del CEDECH (Centro de Estudios Chilenos), no es por un latinoamericanismo abstracto, genérico, de conmemoración liceísta. Es un combate latinoamericano que se desarrolla alrededor de un objetivo concreto y fraternal, que da tema y título al libro: el acercamiento de los pueblos de Chile y Bolivia y la concesión de una salida al mar para la nación mediterránea. Esta posición ya le ha valido a Godoy la privación de sus cátedras universitarias y el extrañamiento de su país durante la dictadura pinochetista.

Es que sus esfuerzos por revertir los resultados del conflicto de l839 contra el Mariscal Andrés de Santa Cruz y de la Guerra del Pacífico, son, no cabe duda, riesgosos, porque no cuentan con la simpatía del grueso de la sociedad chilena. Según una encuesta citada a la pag.72, un 84% de la población de Chile es contraria a los planes de devolver a Bolivia su litoral marítimo. Sólo el l0%, ese "porfiado l0% ",es favorable a la generosa iniciativa. Pedro Godoy forma parte y lidera esa porfiada minoría iberoamericanista y confía en que, con el tiempo, esa concesión fraternal terminará por imponerse. Porque no siempre- y este es el caso- la verdad histórica y política coincide con la mayoría estadística. En 1914, Carlos Liebcknet fue el único diputado que en el Parlamento alemán se opuso a la ruptura de la paz y votó contra los créditos de guerra de su propio partido y su propio país. Pero era él, solo en su convencimiento, quien representaba los intereses generales de la paz y del proletariado europeo, aún contra este mismo, que "iba alegremente a la guerra", como recuerda Marc Ferro. El futuro demostraría que era Liebcknet y no la mayoría belicista quien estaba del lado de la marcha de la historia. Igual es el caso de Godoy: él y el CEDECH representan en este instante la verdad histórica y los verdaderos intereses del pueblo chileno y de Latinoamérica, aún contra el 84% equivocado en sus pasiones y sus prejuicios.

Es que la oligarquía trasandina ha logrado crear, e inculcar en las masas chilenas, un sentimiento de singularidad y superioridad, un desprecio simétrico por los "inferiores" pueblos hermanos de Bolivia y Perú y un rencor injustificado contra los argentinos. Este envenenado estrato de su conciencia colectiva se expresa en frases como "los chilenos somos distantes, distintos y superiores", "somos los ingleses del Pacífico" o "somos la Prusia de Sudamérica". Que la oligarquía chilena, sus medios, sus intelectuales orgánicos y hasta esa masa popular, sostengan que son "la Inglaterra del Sur" tiene su lógica inesperada, en la medida que indica un insularismo del que no habría porqué enorgullecerse frente a las naciones hermanas. Pero que digan que son Prusia es un verdadero disparate. Los creadores de este último eslogan, en efecto, no han advertido la contradictoria ironía que la frase implica. Porque Prusia fue el núcleo fundador de la unidad alemana, su motor y su cerebro, desde el Zollverein a Bismarck, mientras que Chile, desde las calumnias de Carreras a San Martín, hasta las guerras fratricidas de l839 y l879, ha sido, por el contrario, y como lo dice Godoy, un factor de desunión y balcanización nacional en el Sur de esta América Latina nuestra. Hoy mismo, su presidente Lagos prefiere tratar unilateralmente con los yanquis antes que sumarse al MERCOSUR.

En esta gigantesca tarea que se ha autoimpuesto, Godoy va erosionando los mitos oligárquicos de la historia chilena: el célebre Portales es, en realidad, un Mitre chileno; los festejos por la victoria de Yungay contra Bolivia, son más un velatorio que una celebración; O’Higgins y Ramón Freire no fueron simples "patriotas chilenos", sino paladines de la unidad latinoamerica y la amistad chileno-peruano-boliviana, adscriptos ambos expresamente al ideal unitarista del Mariscal Santa Cruz; el Coronel José Antonio Vidaurre, sublevado contra Portales y su guerra, no fue un traidor a la patria, sino otro patriota latinoamericano que trató de impedir una guerra civil latinoamericana, como López Jordán la Guerra contra el Paraguay, de donde el Pronunciamiento vidaurreano de Quillota, no es sino la versión chilena de los desbandes de Toledo y Basualdo de las tropas criollas que se negaban a participar en el genocidio del noble pueblo guaraní; Salvador Allende no tuvo una política exterior latinoamericana, sino apenas "cubanista"; es falso que Bolivia haya sido siempre un país enclaustrado en su mediterraneidad; el indigenismo promapuche no es una mera actitud de respeto a una minoria étnica, sino una verdadera herramienta de balcanización que utiliza el imperialismo en su política de dividir para dominar...

Tales los chispazos de un revisionismo histórico científico que salpican el texto que comentamos y que adelantan capítulos de una gran Historia de Chile, de una Revolución y Contrarevolución chilena al estilo del mejor Abelardo Ramos, que nos adeuda Pedro Godoy y que seguramente nos entregará más temprano que tarde.

Felicitamos a Pedro Godoy por estas 113 páginas de prosa filosa, directa, sin eufemismo ni circunloquios, todo un estilo crudo y franco al servicio de la gran causa de Latinoamérica.