Muchos años atrás en un célebre discurso en el Campo de Marte, Haya de la Torre espetó a la Junta Militar de Gobierno: ¿y quién moraliza a los moralizadores? Se refería así, con sorna de alto calibre, a las continuas alusiones que los uniformados hacían de la supuesta corrupción de los “partidos tradicionales” que no habían hecho lo que la supuesta Revolución en marcha acometía con furia de vendaval.

Existen hoy pandillas moralizadoras que se revisten a sí mismas de manto inmaculado. Y sus servicios al régimen profundamente corrupto y envilecido por el robo en la cosa pública, como fue el del delincuente Alberto Fujimori, son cohonestados como trabajos tecnocráticos sin mayor compromiso o trabazón. Verdad maniquea y fácil de instalar en un país en que la media verdad es ley y la estupidez norma de conducta.

Los cañonazos son directos y enderezados básicamente contra el congresista Mufarech quien, por su propia salud, presente y futura, tiene que prestar todo el concurso necesario para que le investiguen. Si es responsable de inconductas, la ley debe actuar con todo su peso. Pero si ocurre lo contrario, es decir, que no tiene mayor culpa, entonces, quienes le atacan con furia de perros rabiosos, le deben una disculpa a él y al país.

Supongamos el primer caso. Es decir que Mufarech ha caminado por senderos urticantes y metió las cuatro. Será el Poder Judicial, previa denuncia, quien le juzgue y una vez que esté desprovisto de la inmunidad que como legiferante le corresponde en fuero especial. Dura lex, sed lex. ¡Y sanseacabó! Los más apenados van a ser los mastines que pierden un pretexto mayúsculo.

Como este juego de probabilidades admite también la hipótesis contraria, en buen castellano, que el parlamentario esté libre de polvo y paja, entonces ¿cómo quedan los Catones autonombrados centinelas de la moralidad en el Perú? Con la excepción del farsante que fue ministro y que ahora ya no es extremista, como cuando se paseaba con todos los gastos pagados por el mundo, dictando charlas aburridas y exponiendo pseudo-análisis, el resto sí que tuvo trabazones monetarias y asalariadas con la dictadura fujimorista por vía directa o indirecta. Para el caso, no valen las excusas ni los acomodos convenientes.

La política en Perú es un circo que además de payasos también tiene fieras desbocadas dispuestas a despedazar al contrincante. El cálculo diminuto y electoral, vía los medios cómplices y chabacanos, es obvio e inocultable. La trenza infame no puede ser ocultada bajo ninguna excusa. El famoso “miente, miente, que algo queda” de Goebbels, asoma sus orejas proditoras y se lo ve desde cualquier perspectiva. Más claro: de repente todo se diluye, pero ya se consiguieron primeras planas, televisión y espacios en radios que no pueden sino informar.

¿Quién moraliza a los moralizadores? El que esté libre de pecado que lance la primera piedra. Y continuando con citas bíblicas: ¡Por sus obras les conoceréis!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!