Blanca Chancoso ECUADOR

Vengo a dejar mi voz en esta Sala Capitular desde la memoria de mis antepasados. Desde las historias contadas por los abuelos de los días obscuros cuando llegaron a nuestras tierras los españoles para sojuzgarnos. Desde la experiencia de ser indígena y mujer. Dos condiciones de discriminación en una sociedad excluyente que se fue haciendo en el saqueo y la miseria, en la que, después de duras luchas y largos años, los pueblos indígenas comenzamos a irrumpir para apropiarnos de nuestra palabra y nuestro destino. Largos años y duras luchas que nos permitieron a todos reconocernos en un país plurinacional y diverso.

Sin embargo en estos últimos tiempos, cuando pensábamos que la pesadilla comenzaba a terminarse asistimos a una nueva conquista, a una nueva colonia. Las historias de los mayores comienzan a repetirse como que la maldición de indignidad y vasallaje ha caído nuevamente sobre nuestra Patria.

Ejércitos extranjeros llegan a nuestro territorio, y se asientan en Manta, cuna de nuestras primeras culturas, para manipular a las tropas criollas a su antojo; tenemos un nuevo Virrey, en estos momentos con nombre de mujer, que dirige al país desde la Embajada Estadounidense, su nuevo Palacio, que tiene mando sobre nuestras unidades militares, y voz decisoria sobre las autoridades políticas y económicas; el Presidente de la República cumple las mismas funciones que el Presidente de la Real Audiencia y muchos empresarios que administran los bienes de las transnacionales, son los nuevos encomenderos. El doblón español ahora se llama dólar y escasea para la mayoría de la población.

La pobreza se agudiza y nuevos y viejos ricos pretende llevar a sus arcas las últimas riquezas de nuestro patrimonio. Y en medio de todo este dolor intentan dar la estocada final, obligándonos a firmar, a espaldas del país entero, el Tratado de Libre Comercio, detrás del que se negocian ignominiosamente los conocimientos ancestrales, la salud de los ecuatorianos más pobres, la agricultura, la incipiente industria nacional, la vida y el futuro. Por esta urgencia me permito convocar a la unidad de todos los ciudadanos y ciudadanas, sectores y organizaciones, para quienes la dignidad y la soberanía son principios fundamentales, para elevar y crecer la resistencia organizada a la firma de este nuevo instrumento de dominación.

Por todo ello estoy aquí, como persona, únicamente con mi voz, sin hablar a nombre de nadie más que de mi voluntad de construir y defender la Patria, la de nuestros hijos, la mía, la de todos.

Saludo esta iniciativa de patriotas, hombres y mujeres, para sacudirnos del yugo colonial, y espero que en el futuro cercano, cuando logremos rescatar a nuestra Pacha Mama de la traición y el vasallaje, podamos, con la misma voluntad y firmeza construir un nuevo país, justo, igualitario, libre.