¿En qué estaban pensando los Cancilleres de las Américas cuando en la primera sesión plenaria de la 34 Asamblea General, cuyo tema central era la lucha anticorrupción, eligieron nada menos que por aclamación al ex presidente de Costa Rica Miguel Angel Rodríguez como secretario general de la OEA?

Cualquiera que haya conocido un poco de la trayectoria de Rodríguez habría tenido dudas: le rodeaban sospechas de turbios manejos como empresario privado y como político. Sin embargo, los 34 ministros de Asuntos Exteriores americanos presentes en la cita, incluido el secretario de Estado de EEUU, Colin Powell, uno de sus principales impulsores, lo eligieron el pasado 7 de junio en Quito.

Un mes le duró a Rodríguez un cargo de cinco años. El 8 de octubre, pocas horas después de la renuncia, que se cumplirá el 15, un juez tico emitió orden de captura internacional contra el ex funcionario. Es muy probable que el anuncio fuera demorado para dar lugar a la renuncia; a su vez, sabedores de que la orden se venía, los embajadores presionarían a Rodríguez a renunciar de inmediato a fin de reducir en algo el bochorno internacional para la OEA.

El fiscal costarricense acusa a Rodríguez de cohecho, corrupción y enriquecimiento ilícito al haber recibido un jugoso soborno de la empresa francesa Alcatel cuando era presidente de su país, en el 2001. El principal acusador es su amigo, José Antonio Lobo, quien asegura que Rodríguez le pidió el 60 por ciento de US$ 2,5 millones que Alcatel habría entregado por contratos con el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), entidad que se ocupa tanto de electricidad como de teléfonos.

Pero Rodríguez ya estuvo involucrado en varios otros escándalos del mismo estilo antes y durante su presidencia. A fines de los 80, Rodríguez era el mayor exportador de carne vacuna de Centroamérica a EEUU, posición que se decía había alcanzado usando no solo genio empresarial sino tráfico de influencias, desde cuando a fines de los años 60 se desempeñó como ministro y más tarde director del Banco Central de Costa Rica. A partir de allí construyó un imperio cuyo eje era el Grupo Ganadero Internacional, S.A. y que incluía, entre otras, fábricas de hielo y de cerveza. Rodríguez volvió a la política en 1990 como diputado a la Asamblea Legislativa, cuerpo que presidió (1991-92). Derrotado en 1994 por José María Figueres, ganó la presidencia al segundo intento en 1998. Su biografía oficial, que aún consta en la página web de la OEA recuerda que fue “líder por muchos años del Partido Unidad Social Cristiana en su propio país” y que “encabezó la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) desde 1995 hasta 1998” de la que fue vicepresidente “para América Central desde 1991 a 1995”.

Terminado su gobierno se instaló en Washington, combinando cátedra, consultorías y un cabildeo sin descanso para obtener la secretaría general de la OEA. Pero los cancilleres de América tenían que haberse dado cuenta: las acusaciones de haber recibido coimas de empresas extranjeras por los contratos otorgados por su gobierno, unidas a los escándalos anteriores, no lo hacían precisamente paradigma de honestidad y transparencia. Una marcha multitudinaria en San José este martes ha rechazado la corrupción en las altas esferas y reivindicado la dignidad de ese admirable pueblo.