¿Recuerda cuando sus pies traspasaron la frontera rumbo al Paraguay? Se iban pero querían desandar; andaban porque atrás no quedaba nada, salvo un sueño roto de libertad. Regreso pronto, quizás pensó usted, don José Artigas. Treinta años duró el exilio. Nunca volvió.

Y tú, Graciela ¿te acuerdas de aquel día que caminabas por las calles de Santiago de Chile, exiliada, cargando al tierno niño, mientras Luis, tu compañero, iba a corta distancia, ambos con lo ojos agigantados para todo lado, porque hacía poco las puertas de las cárceles se habían cerrado, abarrotadas; y abierto las del manicomio, para que saliera Pinochet -algo más demente que hoy- a arrasar el País? ¿Recuerdas cuando paró el camión militar y se llevó a Luis, a fusilarlo en el Estadio Nacional, mientras tú seguiste andando, destrozada mas imperturbable, porque debías salvar el fruto del amor tupamaro?

Y ustedes, Flores, Robaina, Cultelli, Pucurull, Zabalza, Salerno y tanto otros “tupas”, caídos por soñar un Uruguay libre, después de desenmascarar el cuento de “la Suiza de América”, colmada de pobrerío en campos y cantegriles ¿no sienten como un airecito de libertad que empieza a soplar en su País, con el impulso formidable que dieron todos ustedes, con su último aliento?

Tú, Juan José Noueched, habrás perdonado a aquel militar que te sancionó, cuando preso político, por no cruzar las dos manos en la espalda, durante los paseos en el patio de la prisión, porque eras manco. Y a la justicia militar que te enjuició a ti, Juan José, incompleto, en un juzgado; y a tu brazo, que ellos mismos arrancaron, en otro tribunal, con distinto expediente. Y tú, compañero, también preso, también innombrable, perdonarías ya a ese militar que te castigó por entrar al comedor sin peinarte, por una razón impertinente: eras calvo. ¿Los perdonaron? Si no lo hicieron, háganlo ahora. Sólo el hombre es capaz de la racionalidad más grande y de la estupidez sub-animal. Háganlo ahora pues, como decían ustedes, los tupamaros, “habrá Patria para todos o no habrá Patria”. Que haya desde el próximo domingo. Para todos.

¿Ven cómo esa cadena de sacrificios fructifica? Costó 190 años, es cierto, pero quizás va valiendo la pena.

En fin, desde el 1 de noviembre será el comienzo, nada más, porque como dijo hace muy poco tiempo Pepe Mujica, hoy Senador de la República, ayer dirigente tupamaro, viejo entre los viejos, sabio entre sabios: “Creo que no nos espera un desfile, es una lucha permanente, sistemática, donde apenas se van subiendo unos escalones, a cuenta de muchos que quedan por resolver. Yo concibo así la revolución, ir subiendo escalones, y no como un esfuerzo que te deje en un lugar que digas llegamos. No llegamos nunca”.

Y, como también decía, más sabio aún: “¿El programa final? Fundar otra civilización, porque si nos adaptamos a ésta, dejamos de ser de izquierda”.