Aún antes del 15 de enero de 2002, el gobierno había fraguado los pilares de su permanencia: Fondo Monetario, Banco Mundial y Comando Sur. Letras de una frase: el mejor aliado.

Mientras tanto, el Congreso convertiría en legal lo que era ilegal, la designación de sus autoridades según la constitucionalidad y oratoria de ficción.

En las funciones del Estado, hoy fachadas como el Partenón o el Circo Romano, sabios o gladiadores ya no están. Una microfauna ocupa esos lugares. Se asemejan al rincón del Hyde Park londinense llamado Speaker’s Corner, donde es posible decir cualquier cosa, excepto sobre la Reina. Aquí, la reina es la mejor alianza, no se la cuestiona. Los oradores de esta esquina no resuelven, encubren. Al fin, no se sabe quién vocifera ni contra quién ni para qué.

Las funciones del Estado exhiben ruinas, la falsedad e hipocresía de la ideología que impera.

El Estado estuvo ausente ante la propuesta de aprobación de asistencia del gobierno de Bush para la región andina 2002. El presidente del Comité de Relaciones internacionales de la Cámara de Representantes, Bejamin A. Gilman, afirmó entonces: "Ya es tiempo de poner fin a la ficción de la ayuda exclusiva para la lucha antinarcóticos". "Ecuador, que ha permitido la instalación de una base operativa (...) merece nuestro sólido respaldo, en especial en momentos en que enfrenta a una insurgencia de la FARC (...)".

Después, el jefe del Comando Sur de EEUU, James Hill, asegura que "la lucha colombiana tiene que ser un combate en el que participen todos los vecinos" (El Comercio, 7-10-04). "Esa discusión se ha llevado a cabo con los líderes militares y civiles de Ecuador en estos dos años (...). Son bendecidos por tener unas FFAA profesionales que comprenden su papel (...)" (Idem, 8-10-04). Y, por último, eureka, concluye por donde debió haber comenzado. "La guerra en Colombia no tiene salida militar (...) requiere salidas negociadas" (Idem, 12-10-04).

Primero se envilece a algunos ejércitos. Luego se ostenta cierta distensión, previa, en la historia de la guerra, a la orden de asalto. La distensión generalmente llega después.

El gobierno agoniza y condena tardíamente a grupos políticos que han privatizado funciones estatales, de los cuales obtendría complicidad para el involucramiento en la guerra civil de Colombia, reparto petrolero igual que antes, aprobación incondicional del TLC sin problemas conexos, armamentismo, endeudamiento, usurpación de recursos.

Un aire vacío lanza al ciudadano común a la predicción: ¿será, no será?. La red de partidos políticos que se arrogan su representación no enfrentará lo que sucede, tampoco las causas de su miseria e impotencia.

Para la conflagración bélica ya se ha producido la ideología que requieren las armas. Para la distensión resolutiva, no.

El ciudadano común percibe que el Estado ecuatoriano ya no le pertenece. Se ha ONGenizado y enajenado. Basta un asesor en cada oficina pública y en algunas privadas. Es un Estado de alquiler.

Fuente
El Telégrafo (Ecuador)