El anuncio se hizo oficialmente en la mañana de ayer por el propio Secretario de Estado Colin Powell, pero desde hacía algún tiempo se esperaba que este General norteamericano devenido en hábil diplomático calificado de «moderado», saliera del gabinete presidencial al terminar Bush su primer período de gobierno en la Casa Blanca.

El General Colin Powell abandona su cargo en la Secretaría de Estado sin grandes glorias. Todo lo contrario. Se le tenía como el hombre de la sensatez y la moderación en un equipo de gobierno caracterizado por el extremismo de derecha más recalcitrante.

Se esperaba de él que fuera el hombre de la diplomacia tradicional norteamericana que siempre había tratado de buscar el consenso entre sus aliados para lograr sus objetivos y sin embargo, cuando le llegó al General Powell el momento de sostener sus principios o plegarse a los propugnadores del extremismo, prefirió doblegarse ante estos y servir como vocero ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de una política que no era la suya, con la cual no estaba de acuerdo, que bien él sabía que no era la política mas inteligente ni la que mas le convenía a su país y que además tenía el rechazo casi general del mundo en el tema de la entonces anunciada intervención militar en Irak.

La comparecencia del General Colin Powell, Secretario de Estado de los Estados Unidos ante el Consejo de Seguridad de la ONU- poco antes de iniciarse los bombardeos sobre Bagdad- para presentar los argumentos y supuestas pruebas de acusación contra el régimen de Saddam Hussein sobre la posesión de armas de destrucción masiva, fue el momento mas bajo en su carrera pública, marcando a partir de ese momento el declive de su prestigio y credibilidad en el campo de la diplomacia internacional.

Para nadie era un secreto y el mundo bien sabía que el General Colin Powell no estaba de acuerdo con el designio preconcebido de invadir a Irak preconizado por los sectores más radicales de la administración del Presidente Bush. Estaba bien claro que la corriente encabezada por el vice-presidente Dick Cheney, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld y la Consejera sobre Seguridad Nacional Condolezza Rice, era la que tenía el oído y la simpatía del Presidente Bush. La batalla interna en el círculo íntimo de la Casa Blanca la ganaron los guerreristas dejando a Powell en un triste solitario.

Y se inicio la guerra y lo que parecía al principio una victoria fácil, se ha tornado en un Infierno para las tropas norteamericanas. Las armas de destrucción masivas no aparecieron en Irak y Osaba Bin Ladeen y sus terroristas de Al Qaeda no han sido capturados ni vivos ni muertos como proclamaba el Presidente. Está bien claro que aunque el presidente Bush haya sido reelegido en su cargo, las cosas están hoy peor en el mundo para Estados Unidos que antes de comenzar la guerra en Irak.

Colin Powell se va. Dick Cheney Donald Rumsfeld y Condolezza Rice son los que se quedan. Y para mas agravio, la sustituta de Colin Powell es la señora Rice. La guerra sigue y los Estados Unidos cada día que pasa tiene menos amigos en el mundo. Eso era lo que quería evitar Colin Powell cuando abogaba por la moderación y la conciliación con las naciones aliadas de Estados Unidos como alternativa a la guerra y la agresión unilateral. Pero sus puntos de vista sensatos los defendió con timidez por no llamarle cobardía. Poco favor le hizo al mundo y a su propio país. Su renuncia llega tarde.

Si hubiera renunciado el día que le pidieron que prenunciara en la ONU aquel discurso en el cual no cría, la humanidad se hubiera ahorrado una guerra y los Estados Unidos no tendrían hoy que enfrentarse a un conflicto que ha costado cientos de miles de víctimas iraquíes y más de un millar de soldados norteamericanos muertos en combate. ¡La de nunca acabar!

¿Qué nos trae la renuncia de Colin Powell? Poco o nada. Quizás mas de lo mismo. Fue una renuncia esperada. Una salida de la escena de un hombre que pudo haber sido grande en la historia y que ha caído con pena y sin gloria.