Ante el Palacio de Gobierno en Quito

Los cuatro militantes de la APDH aprovecharon el ingreso de una marcha gobiernista, de apoyo al ministro de bienestar social Antonio Vargas y del propio Gutiérrez, para colarse a la plaza de gobierno. En cuestión de minutos se ataviaron con las capuchas, se encadenaron las manos y sostuvieron un lienzo grande, de cinco metros, que rezaba: «No eres bienvenido, Rumsfeld, Asesino Universal».

Fidel Narváez, secretario técnico de la PIDHDD Ecuador; Mauricio Gallardo, coordinador del equipo de fronteras del Grupo de Monitoreo del Plan Colombia; Mauro Castillo, responsable del programa juvenil y Alexis Ponce, vocero nacional, todos ellos activistas de la APDH, se colocaron al pie del palacio de gobierno y en silencio, sin proferir una sola palabra ni grito, exhibieron el lienzo. Los acompañaba a pocos metros, su compañera Anaité Vargas, con una cámara fotográfica que testimoniara lo que ocurriría.

A los breves minutos, mientras los curiosos se agolpaban a su alrededor y los que se concentraban para vivar al régimen no atinaban a saber qué pasaba, los cuatro activistas lograron empotrar cuatro cajas en la acera y se subieron para simbolizar la imagen de los torturados en el campo de concentración de Ghirab.

De inmediato, un piquete policial compuesto por al menos veinte uniformados anti-motines, procedieron a formar un cerco y aislarlos de los curiosos, y a ordenarles que desalojaran la plaza. Hasta ese instante, ninguno de los uniformados reconocía aún a «los encapuchados»: «Desalojen de inmediato este lugar», mientras empujaban a los defensores de DDHH. El oficial al mando, con un receptor de radio en mano, indicó: «Águila 1, aquí Águila 2, hay cuatro encapuchados que tienen una tela en contra del señor que le visita al Sr. Presidente». «Águila 2, proceda a desalojarlos de inmediato». Cuando Ponce se descubrió el rostro, dicho oficial tomó el receptor para decir: «Son los de derechos humanos, es el Sr. Alexis Ponce, mi Mayor»...

«Deben desalojar el lugar, señores», decía el oficial, mientras los uniformados a empellones intentaban retirarlos del lugar. Los activistas respondieron: «Estamos protestando pacíficamente, no lanzamos gritos contra ustedes ni contra nadie.Venimos a repudiar la presencia de un asesino que no es bienvenido al Ecuador. Por qué no proceden a desalojar a los otros manifestantes, si dicen» que su misión es cuidar el orden público.

«Señores, la otra manifestación es en favor del gobierno, tenemos órdenes de proteger esa marcha, pero ustedes deben desalojar en este rato la plaza».

«"Procedan a quitarles la tela, pero no los detengan delante de las cámaras ni los golpeen en la plaza", decía de nuevo la voz del radio-receptor. Entonces, mientras la gente reclamaba contra la represión y los activistas de DDHH defendían su lienzo, sin dejárselo arrebatar, el oficial que dirigía el operativo le dijo a Anaité Vargas: "Entienda, son órdenes superiores, debemos obedecer. Es una orden de la Seguridad estadounidense desde adentro del palacio, ustedes pueden permanecer lejos de la plaza si quieren, pero quiten esa tela"».

«Si por lo menos la orden proviniera de sus superiores, qué verguenza, es un deshonor al uniforme recibir órdenes de extranjeros, señores!» reclamaban los activistas, que fueron empujados y maltratados, para finalmente orillarles en una esquina de la plaza, donde se apostaron a su alrededor elementos policiales de caballería, con los caballos incluidos por supuesto, y un piquete de treinta uniformados que intentaban a toda costa esconder de las cámaras y los curiosos, a «los presos de Irak».

Más de una hora resistieron los activistas el acoso y cuando recibieron de periodistas de radioemisoras apostados en el sitio, la información de que ese momento salía Rumsfeld del palacio, los defensores se retiraron de la esquina despidiéndose de los policías: «nos vamos al Ministerio de Defensa, avisen por radio que allá protestaremos igual, así cerquen cuadras a la redonda». Burlando el cerco, «los cuatro presos de Guantánamo», cubiertos los rostros con las fundas de basura con la que se tortura en Irak y en los centros de detención ecuatorianos, procedieron a ganar la entrada lateral del palacio y antes que se diera cuenta la Seguridad, abrieron el lienzo mientras los automóviles de los emisarios gringos se acercaban por el lugar.

Fue allí que la Policía decidió desalojarlos violentamente de la plaza de gobierno, sometiéndolos con golpes, empujándolos a rastras con sus escudos anti-motines, con rodillazos y puñetazos en el rostro y la espalda, a vista de las decenas de ciudadanos, incluidos los que inicialmente coreaban en favor del régimen, y que empezaron a abuchear a la Policía y protestar por el maltrato desmedido a los cuatro activistas de DDHH, y de los fotógrafos de los medios, los camarógrafos de los canales de televisión apostados en el sitio ese momento (canales Uno, Gamavisión, Ecuavisa y TC Televisión) y de varios periodistas de la prensa escrita, así como corresponsales internacionales que apuraban sus cámaras en torno de «los presos de Irak» y del lienzo decidor.

«Si somos solamente cuatro, ¡cuatro pelagatos!, pero dignos, y miren ustedes periodistas cómo el régimen utiliza la caballería y nos agreden treinta policías para impedir que se conozca que en Ecuador hay dignidad... Protestamos contra el carnicero de Irak, y lo hacemos en público, y lo volveremos a hacer todos estos días, así que preparen más caballos y escudos... La agenda de seguridad gringa no es la agenda de seguridad del Ecuador ni de Latinoamérica... Nos echan, pero nos vamos con nuestro lienzo... Rumsfeld nazi de Faluya, no eres bienvenido...»

Desalojados de la plaza, fueron acompañados por los ciudadanos que reclamaban por el trato y evitaron que se los llevaran en una camioneta policial que ya estaba lista y abiertas las puertas para detenerlos. La gente procedió a rodearlos y a apaludirlos. Una señora decía: «Está bien que protesten los jóvenes, pues, si ustedes también son ecuatorianos, ¿o son chapas (policías en el argot popular ecuatoriano) gringos?»

El Ministerio de Defensa estaba rodeado, los seguían agentes de civil, ni siquiera pudieron acercarse a la zona. Pero faltan tres días para que la Conferencia Militar Hemisférica donde el Himmler de Washington intentará vender a los ejércitos latinoamericanos las ruedas de molino de la «guerra preventiva global contra el terrorismo».

Anaité alcanzó a tomar algunas fotografías del acto simbólico y la represión ocasionada. Al retornar a la APDH, esas fotos fueron reveladas y escaneadas. Hoy, con este testimonio, acompañamos esas imágenes.

Volveremos a mostrar nuestro lienzo en estos días: «No eres bienvenido, Rumsfeld, Asesino Universal». Iremos al Swiss-Hotel donde el carnicero aloja sus fantasmas.

«Aquí Águila 1: Fueron desalojados, cumplimos la orden. Pero no pudimos arrebatarles la tela, mi Mayor!»

APDH del Ecuador