En una calle de Caracas, podía ser cualquiera, un automóvil sorpresivamente explotó como un fósforo. Incendiándose, completa y rápidamente. El fuego lo consumió todo. La escena, propia de la estética de la violencia hollywoodiense, no estaba puesta en un estudio de la Warner, especializado en dibujar en el cine lo inverosímil. La puesta en escena era en la realidad. El horror dominó la avenida. La conmoción se extendía entre las cenizas. La sorpresa hería a Venezuela entera, tenía la cara de la tragedia.

Al interior de ese carro calcinado, murió calcinado el abogado Danilo Anderson. Él era el Fiscal que tenía a su cargo la investigación del golpe de estado que en abril del 2002 derrocó temporalmente al Presidente Chávez y también, el asalto criminal a la Embajada de Cuba que ocurrió al estilo de una fiesta terrorista, simultáneamente.

A diferencia de la posición del Tribunal Supremo de Justicia quien sancionó que no hubo golpe de estado ese 11 de abril, como si sus sentencias pudiesen sustituir la realidad de sucesos de dominio público, que pertenecen no sólo a la vida de Venezuela, sino a la historia mundial actual, ese joven Fiscal, estaba realizando el trabajo que le correspondía, para establecer ante la ley la causalidad de los hechos y las responsabilidades de sus autores.

Él nunca imaginó, que hacer su trabajo jurídico, podía implicar la perdida de su vida. Tan confiado estaba de la transparencia de lo que hacía, de su comportamiento ético, incapaz de torcer la verdad para dañar a alguien, que no tuvo preocupación alguna por su seguridad personal. A pesar de que cada día conocía más la naturaleza terrorista de los métodos de quienes prepararon y ejecutaron el golpe. De que incluso, la película, «Puente Llaguno, CLAVES de una masacre» de Angel Palacios, revela en forma cruda e incontestable, con testimonios directos, la sofisticada y perversa psicología criminal de los autores. Danilo murió sin tomar ninguna medida preventiva. Pero además, y sobre todo como un valiente, sin temor a sus victimarios.

Para sus criminales, su confianza y su indefensión, fue su mejor arma. Cuando él estaba asistiendo a clases de un curso de postgrado ¿envenenaron la gasolina? ¿Colocaron una bomba de alto poder en su auto? Cuando escribo esta nota, las investigaciones no han dicho ¿qué?. Él encendió el vehículo como todos los días, sin presentir que poco tiempo después se inflamaría como un infierno.

¿Cuál es el propósito de éste crimen?

Sus autores han desafiado a la justicia y pretenderán que ésta es una lección sangrienta que fiscales y jueces deben aprenderla. El mensaje que ellos pretenden emitir es claro. Quién busque esclarecer el golpe del 2002 y el atentado a la Embajada cubana estará expuesto a la muerte. Quién quiera hacer justicia, también. Sin embargo, atrás de ésta máscara intimidatoria, se revela la esencia profunda de los autores.

Luego del fracaso reiterado en suprimir la revolución bolivariana, de sus derrotas en el golpe de estado de abril del 2002, en el sabotaje petrolero, en los atentados criminales de Altamira, en la violenta guarimba, en la conspiración de los paramilitares colombianos, que incluyó la pretensión de asesinar al Presidente Chávez en el camino de una intervención extranjera, en el referendo presidencial y en las elecciones regionales, los autores del crimen que han trabajado sistemáticamente en todos los escenarios de ésta ofensiva, han desnudado su miedo, su temor, su pánico

¿A qué? A la justicia. Éste es el ámbito luego de las sucesivas victorias del chavismo, en el que sus opositores y en particular la cúpula criminal multimillonaria que ha promovido todas las aventuras, se considera a sí misma, más vulnerable. El atentado contra Danilo Anderson, no es una prueba de su fortaleza, sino de su histérica y peligrosa debilidad.

¿A quién beneficia el crimen?

Los autores aspirarán que a ellos. Que los fiscales, jueces y abogados, van a deshacerse del miedo. Que la justicia venezolana chantajeada, temblará ante sus órdenes. Que los autores, cómplices y encubridores del golpe sangriento de abril del 2002, del asalto a la Embajada de Cuba, y la larga lista de crímenes cometidos por la conspiración contra la determinación de Venezuela, de ejercer su soberanía, expresada por el gobierno de Chávez, podrán gozar de la impunidad.

Pero quieren ocultar que esa impunidad implica que los crímenes continuarán repitiéndose, en sucesivos baños de sangre, amenazando a la sociedad en su conjunto. Y descuidan el hecho de que hay una respuesta clara a esta señal amedrentadora. El riguroso esclarecimiento del crimen, la identificación de sus autores materiales e intelectuales, de sus cómplices y encubridores y la aplicación incontrovertible de la justicia. Descuidan también que el pueblo venezolano no se va a reconciliar con los asesinos de Danilo, en quienes reconoce a sus propios verdugos.

¿Quién diseñó y ejecutó el crimen?

Las pistas dejadas por los autores son incontrovertiblemente precisas. Seleccionaron cuidadosa y deliberadamente a la víctima. La escogieron para que sus demandas de impunidad al golpe de estado y al asalto a la Embajada de Cuba, resuenen con el mayor eco posible, para que nadie pueda ignorarlas. Siguieron pacientemente a Danilo para identificar sus hábitos, sus costumbres, sus rutinas, sus normas de seguridad, sus horarios. Escogieron el arma del crimen. Diseñaron su ejecución en un laboratorio, para garantizarse con la mayor exactitud que ocurra, lo que ocurrió.

Estudiaron el momento oportuno, para asesinar a Danilo Anderson, golpeando simultáneamente al Presidente Chávez. No es un accidente que sucedió en la víspera de la Cumbre Presidencial Iberoamericana, y de su gira a España, Irán y Rusia, para impedir que se presente con poderes plenos e indesafiados, como el vencedor absoluto del referendo y de las elecciones regionales. Tampoco es un accidente que, el atentado tenga lugar poco después de que el General García Carneiro, Ministro de Defensa, expusiera la nueva política de defensa soberana de Venezuela en el contexto de la cumbre de ministros de defensa de las Américas en Quito, donde Donald Rumsfeld asistió para promover su «guerra al terrorismo» en América Latina bajo el control del Pentágono, como un instrumento de intervención abierta de Estados Unidos al interior de las Fuerzas Armadas nacionales. Es posible que la fecha escogida por ellos fue por lo tanto, uno, dos o tres días antes.

Los autores operan con los métodos de la guerra secreta. Con una perspectiva política que interrelaciona la evolución de Venezuela, con la región, el continente y el mundo. La operación ha sido demasiado precisa como para que sea ejecutada aleatoriamente por la gusanera de Miami que colabora en operaciones terroristas con los fascistas venezolanos. Independientemente que ellos hayan participado de una u otra forma en el hecho, el crimen contra Danilo Anderson, reúne las características de una conspiración secreta diseñada y monitoreada directamente por la CIA.