¡Ningún puesto del Estado puede tener nombre propio o destinatario sagrado! ¡Así lo cacareen las pandillas periodísticas que jamás denuncian a Dionisio Romero, a las transnacionales que le roban al Perú y que además convierten a débiles mentales en analistas, ensayistas, estrategas, expertos, internacionalistas, porque prevalece el espíritu mediocre, anacrónico y profundamente dolarizado! ¡Con sólo el 10% de los méritos intelectuales que el señor Tuesta Soldevilla ha puesto de relieve en indignada conferencia, puede conseguir el doble de sueldo y una mejor colocación!

El fujimorismo, sinónimo de delincuencia procaz y aguerrida, convirtió la ONPE en una chacrita propia. Feraz en la comisión de delitos y engañifas, hizo cuanto estuvo a su alcance para defraudar la honorabilidad de los procesos electorales. En suma, envileció a una entidad cuyo propósito era lo contrario. ¡Cualquiera, pero cualquiera que llegara, con un mínimo de criterio, habría limpiado el potrero de tanta basura y hedor! ¡Eso es lo que hizo el equipo comandado por Tuesta Soldevilla! ¿Eso lo convierte en el non plus ultra de la ciencia eleccionaria de nuestro enanísimo universo intelectual?

Una excelente y muy respetada amiga, se prodiga en explicaciones y endereza a los fujimoristas maniobras para malograr la carrera y perfomance de Tuesta. Le creo pero no a rajatabla. Sé que la ONPE, al margen de haberse convertido en exclusivo coto de caza de un grupo político y que actuaba como tal, hubo, sin duda alguna, idoneidad y ganas de hacer Perú con un sentido de repente parcial y sectario porque sólo entraban los escogidos y amigotes. Pregunto: ¿se está defendiendo a la ONPE y al Perú? ¿o se está cuidando el “proyecto de vida” de múltiples familias garrapatas que ahora dependen de los jugosos sobres de pago cada fin de mes?

Las cartas están echadas. El grupo -yo la llamo patota- mediático que apoya opciones electorales enquistadas en el aparato del Estado, llámense ONPE, Defensoría del Pueblo, Acuerdo Nacional u otras, conserva y ejerce un espíritu de cuerpo que sale con todo a defenderse entre sí. Ellos son los únicos sabios, doctos, genios de la ciencia infusa. Su “autoridad”, aunque repose sobre dudosos pergaminos, es la que tiene que formar opinión. Y cuentan con diarios, canales y radios. El resto ¡no interesa! ¿Cuánto de esta ficción tiene que ver con el Perú? ¿y cuánto con la insolencia de camadas acostumbradas a chupar de la teta del Estado para apostrofar del mismo en la primera oportunidad?

Hay un par de ex-ministros que ahora se la pasan presentando libros. Compiladores mediocres de trabajos o gacetillas coyunturales, cuando les fue dada la ocasión sólo alentaban entrismos y zapa para propósitos personales. Uno, hasta vendía sus muebles cuando le echaron del hogar conyugal por razones que no se deben ventilar públicamente. El otro, dijo durante 30 años ser de izquierda, viajó por todo el mundo e hizo “libros” soporíferos y la prensa áulica le convirtió en sesudo analista. Pero, ninguno sobrepasa la valla de la tara repetidora de lugares comunes y exégesis resobadas. Son parte de la izquierda caviar-lumpen.

¡Nadie debe aferrarse a los cargos públicos! ¡En ningún puesto! ¡Por ninguna razón! ¡Cada quien sabe cuánto sabe y cómo lo logra! ¡Pero no pretendan lloriquear como derrotados lo que no supieron luchar con hidalguía honesta! ¿Qué hay de cierto que Tuesta le daba servicios a la ONPE de la dictadura? ¿Cuándo se trata de dólares, no hay antimperialismo que valga? ¿Quién me acusa a mí de fujimorista?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!