Acaba de declarar el postizo Defensor del Pueblo, Walter Albán, que confía en obtener, esta vez, los 80 votos necesarios en el Congreso para seguir en el puesto para el cual no fue ratificado meses atrás. Pero, un dato, por demás escandaloso: Albán ha estado 4 años de adjunto, 4 años de provisional y tendría 5 años más, es decir 13 años, si el Parlamento le regala absurdamente una confirmación. ¿Cree el señor Albán que la ubre del Estado es para su uso exclusivo y la de sus amigotes? ¿No es éste el caso de una garrapata mediocrísima que permanece enquistado en un puesto para el cual ha probado brillantemente que no sirve?
¿Quién o quiénes están tras esta solución continuista y profundamente inmoral? ¿El Congreso o los cabilderos conocidos que han hecho de la repartija de puestos una forma de vivir felices bajo el amparo de un Estado débil, económicamente quebrado y con un pueblo con niveles de miseria vergonzosos? ¿Qué dice Antero Flores-Aráoz, el ayer candidato de la oposición y hoy presidente del Congreso? ¿O está maniatado por compromisos dispares, disparatados y profundamente reñidos con el sentir popular que en calles y plazas abomina del establo legiferante? Apoyar a Walter Albán constituye una forma horrorosa de insulto al pueblo, al que jamás ha defendido este individuo.
¿De dónde proviene Walter Albán? Nada más y nada menos que de la Comisión Andina de Juristas, ONG ingeniosa y propiedad particular hacedora de dólares sustanciosos de Niño Diego García Sayán. Recordemos que la CAJ hacía negocios con la dictadura de Fujimori pero decía luchar por los derechos humanos y uno de los portavoces oficiosos de estos enjuagues fue Walter Albán. Todos los participantes, con excepciones que están en la cárcel, han obtenido preseas de distinto calibre.
Niño Diego García Sayán fue canciller y también ministro de Justicia. En el primer caso su pro-chilenismo claudicante es hasta hoy objeto de nefasto recuerdo. Amén que es un convencido regalador del Mar de Grau, vía la adhesión del Perú a la anodina Convención del Mar. Como ministro de Justicia, Niño Diego, tiene el dudoso privilegio de haber sido el gestor del entuerto que premió a la ex -agente Leonor la Rosa con una suma de dinero por torturas, las que, todo parece indicar, jamás tuvieron ocurrencia.
Y uno de los más ególatras, Walter Albán, fue colocado en la Defensoría del Pueblo, al lado del hoy muy bien pagado defensor de Telefónica del Perú, Jorge Santisteban de Noriega. Albán ha oficiado de notario porque nunca llega a tiempo y siempre destaca por ausencia. En Tambogrande, Piura, en lugar de defender al pueblo piurano contra la abusiva Manhattan, se ofreció como mediador. Y en Cajamarca, con el asunto de Yanacocha, se sumió en un idiota juego de palabras. En Ilave, nunca estuvo, ni en ninguna parte. Arriba siempre a placé como en las carreras de caballos.
Las instituciones del Estado no pueden ser refugio o madriguera de garrapatas sociales así hablen en nombre de los derechos humanos o de cuanta monserga se les ocurra con la complicidad de medios de comunicación al servicio de estos inmorales. La biblia dice ¡Por sus obras les conoceréis! En efecto, Albán ha hecho un papelón increíble en la Defensoría. Son decenas los diplomas que se ha hecho dar él mismo por organizaciones tributarias y serviles al grupúsculo que él conduce en la DP. ¿Así se hace patria? ¡NO de ninguna manera!
A las garrapatas sociales hay que exterminarlas y ajusticiarlas, estén donde estén: en diarios, canales, radioemisoras, defensorías, ONGs o sociedades de amigos que insisten en llamarse partidos políticos. ¡Son un cáncer letal para cualquier país!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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