¿Basta lo expresado por el ingeniero Juan Sheput quien amenaza con renunciar a Perú Posible si su gobierno no pone coto al festival de inmoralidades que se van descubriendo diariamente? Que se vaya de esa especie de partido o montonera un hombre de las calidades de Sheput, constituiría más bien un presente navideño para todos aquellos que viven creyendo que el gobierno es una chacra particular para llenarse los bolsillos.

De repente el irse puede constituir un gesto moral, una satisfacción parroquiana de orgullo íntimo y de asco por las inconductas. Pero ¿es eso lo que necesita el Perú? Me temo que si Sheput sólo cruza el Rubicón de una renuncia más bien intrascendente, habríase distanciado de un mal endémico pero NO habría hecho nada por atacar al cáncer.

En consecuencia, como los romanticismos no hacen historia y mucho menos las prestigiditaciones que sólo afincan en la cosmética, el ingeniero Sheput está en la obligación, sea que se vaya o se quede, de contribuir, de modo significativo, con su inmensa perspicacia objetiva, a la moralización de su gobierno. Es decir, de poner en manos de las autoridades respectivas al menos indicios u observaciones que le hagan pensar sobre temas de pobredumbre burocrática o de inmensa corrupción. Nadie podría creer que Sheput carece de estas posibilidades que son de simple y fácil observancia.

Tengo la más firme impresión que Sheput está actuando bajo el imperio de la indignación que solivianta cualquier espíritu limpio. Por tanto, no basta renunciar a lo que es una agrupación de congénitas debilidades patéticas sino actuar. Hacer y organizar, pensando en el presente pero oteando el futuro. Y en eso, nadie, pero nadie puede eximirse de un deber irrenunciable como es combatir y aniquilar la corrupción.

No obstante que esta lucha contra la inmoralidad involucre a amigos o relacionados, la opción está planteada y nada mejor que aprovechar un cargo, como lo tiene Sheput, de consejero presidencial, para hacer ver al mandatario cómo y de qué maneras, la barbarie angurrienta mina su gobierno, lo torna aún más pasible de críticas feroces y cuan cerca está la solución radical de destruir a las ratas que no pueden -ni deben- invocar parentescos ni lazos de ninguna especie para estar donde no deben.

Hasta donde se sabe Sheput no es bobo. Es decir, lo que ha dicho, lo expresó pensando en una actitud que ha anunciado, pero que considero insuficiente y hasta inocente. Que él se vaya o renuncie, no será muy, que digamos, lamentado, por aquellos que han hecho de la política vil negociado culpable. En cambio, ahora sí tiene la oportunidad de hacer temblar los viejos goznes sobre los cuales se asienta una gestión gubernativa ruinosa, plena en desaguisados y ridículos lamentables.

¡Vamos a ver si los jóvenes con responsabilidad son responsables y contestan a los retos con la grandeza de los grandes!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!