Antes Bush hablaba con Dios, ahora, según ha revelado la revista Times, compite con Él. Ojalá no intente sustituirlo.

Todos los días, a todas horas, millones de personas de todas las latitudes, razas, lenguas, y condiciones, en los templos, en sus hogares y en las más disímiles circunstancias, afortunadas o desafortunadas le hablan a Dios.

Se trata del simple, solemne y profundamente intimo acto de orar para rogar, dar gracias o encomendarse a Él que según se afirma, escucha a todos.

Cualquiera y por cualquier motivo puede hablarle a Dios como quien se dirige al más comprensivo de los padres, aunque nunca esperan de Él una respuesta convencional. Dios no es humano ni se atiene a las reglas mundanas.

De la comunión entre los creyentes y Dios, raras veces hay noticias porque forma parte de la intimidad de los individuos que precisamente por el carácter sagrado del acto, no suelen hacer públicas sus oraciones, excepto cuando interesan a las comunidades.

A Dios se le invoca, no se le convoca. Dios no puede hacerse presente porque es omnipresente y poseedor del don de la ubicuidad, no se le informa de algo porque no ignora nada dado que es omnisciente.

Siempre que se ha referido una comunicación explicita con Dios, la iniciativa ha venido de aquel y se ha registrado como un milagro y sus protagonistas, cuando menos han sido beatificados.

Ese es el camino que cree haber iniciado la revista Times que no sólo escogió a George Bush como hombre del año, sino que lo prefirió a Dios, iniciando el camino de la irreverencia al cretinismo.