Tras la muerte de uno de los duros más recordados del cine, Rock Hudson, el mundo se alarmó y tomó conciencia del nuevo mal. Fue llamada la “peste rosa”, y la sociedad apuntó sus dardos hacia los maracos y drogadictos. La nueva plaga era presentada como una horripilante forma de morir y, tal vez lo peor, nada, ni todo el dinero del mundo, podían hacer algo para salvar al paciente una vez contagiado.
Luego, la enfermedad siguió arrebatándose a famosos, como Freddy Mercury, el cantante de Queen, o Federico Moura, aquel olvidado vocalista argentino del sugestivo grupo de rock Virus. También se produjo la gran denuncia de Tom Hanks en el papel protagónico del filme Philadelphia -producción norteamericana que ponía en vilo el trato discriminatorio hacia los enfermos de VIH/SIDA-, o la confesión del basquetbolista y portador sano Magic Johnson ante las cámaras del mundo.

Pero aún así, el mal, a los bolivianos, aún nos parecía muy lejano. Sin embargo, este está aquí, entre nosotros, y ya viene cobrándose muchas vidas mientras multiplica su mortal ponzoña, a tiempo de cumplir un siniestro aniversario más (1 de diciembre) de presencia en el orbe.

Sí que da

En la Argentina de principios del modelo Menem, surgió un chiste del arrabal porteño.

-¿Vos sabías por qué no hay SIDA en Bolivia?
-No.
-Y, ¡quién se va a coger a un boliviano!

Sin embargo, para desgracia nuestra, la cosa no fue tan así. Pese a la baja expectativa de contagio, hacia 1984 se registró el primer caso de VIH en el país, en la ciudad de Cochabamba, y hasta el año 2000 se han contabilizado 498 casos de enfermos oficiales. De ellos, 371 son varones, y 127 mujeres. Los años de mayor repunte de contagios fueron 1998 con un total de 40 casos, 1992 con 24 portadores, y 1993 con 22 casos.

Sólo en Santa Cruz, de los 160 pacientes registrados desde 1992, la mitad de ellos ha perecido. Pero esta cantidad de casos, según el ITS/ SIDA Bolivia, no significa un índice cabal para determinar la incidencia de la mortal enfermedad, puesto que según estimaciones utilizadas en los organismos internacionales, por cada seropositivo hay diez infectados, lo cual equivaldría a un total de 1.600 portadores sanos en el departamento oriental.

Tomando como muestra a Santa Cruz, la ciudad con mayor incidencia de VIH’s (52% de todos los contagiados) -a la que le sigue La Paz (26%), Cochabamba (13%) y Beni (4%)-, se advierte que un gran porcentaje (62%) de sus infectados, tiene entre 21 y 30 años, y le sigue la franja de 31 a 40 años, con un 17 por ciento.
Pero la tendencia a nivel nacional indica que la edad promedio ha bajado, pues en 1991, la media indicaba una edad de 32.9, y en el 2003, el promedio de edad fue de 29.7. Lo grave del asunto es que el grupo de 15 a 24 años se está incrementando cada vez más, según estimaciones de ITS/SIDA.

Está demás decir que la enfermedad no sabe de razas ni de estratos sociales, y que es una total equivocación identificarla como una enfermedad exclusiva de los homosexuales. Por ejemplo, en Santa Cruz, el 70 por ciento de infectados son heterosexuales, y el 30 por ciento restante de inclinaciones homosexuales confesas. Sin embargo, la vía de transmisión más importante sigue siendo la sexual, que alcanza un 87% del total. La vía sanguínea, que incluye transfusiones de sangre y uso de jeringas contaminadas, alcanza el tres por ciento y, por último, la transmisión prenatal es del 2.5 por ciento.

Por otro lado, el número de mujeres que viven con el virus está creciendo, según dijo la jefa del Programa Nacional ITS/SIDA, Miryam Cuellar. “Antes, de cada siete enfermos, una era mujer. Hoy, de cada tres, una corresponde al sexo femenino”.
Muchas de estas víctimas son portadores asintomáticos, es decir que no presentan indicios de la enfermedad hasta que es demasiado tarde. “Estas muertes se explican en vista de que, en su mayoría, los casos fueron diagnosticados en etapa tardía, y debido a la carencia de recursos para sostener un tratamiento adecuado y oportuno”, según un informe de ITS/SIDA. Según el mismo, Bolivia fue definido como país de “baja prevalencia”, no obstante, la tendencia ascendente y continua que se registra en el país replantea una necesidad de medidas preventivas.

El virus se “populariza”

Los tratamientos antiretrovirales fueron desde un inicio en base a las donaciones llegadas del Brasil, uno de los pocos países del continente que puede costearse la fabricación propia de remedios, al que le sigue Argentina. Pero a pesar de las buenas intenciones, no todo fue color de rosa. Según una denuncia del periódico La Prensa de enero del 2002, el Programa ITS/SIDA en La Paz estaba haciendo distribución de un medicamento vencido, la Zalcitabina de 0.75mg, entre los pacientes. Las autoridades salieron al paso argumentando que los medicamentos aún podían ser consumidos hasta tiempo después de la fecha de vencimiento, puesto que éstos no llegaban a descomponerse, mucho menos en una ciudad álgida y áspera como La Paz.

Más allá de las críticas, nuestra realidad, la de un país pobre y extremadamente dependiente, no determina otra salida, puesto que las donaciones son la única respuesta a la demanda de medicamentos. Lo peor del asunto es que aquella condicionante económica determina la popularización de la enfermedad, tal como la define el doctor Ronald Andrade, hasta hace algunos meses Director de INLASA. “En un principio, el virus se presentaba entre un grupo que podríamos definirlo como pudiente, puesto que eran personas que viajaban, importaban la enfermedad, y podían tratarla. Ahora, una vez que la epidemia se hizo local, ésta se extiende hacia un grupo de personas muy desprotegidas económicamente, en áreas rurales y cálidas como Los Yungas por ejemplo, y que además presentan problemas nutricionales. Por otro lado, tenemos una condicionante cultural, que tiene que ver con la ignorancia y la introversión, que hace más difícil el diagnóstico de los posibles pacientes”, advirtió el especialista.

El Estado subvenciona como puede parte de los exámenes y tratamiento de los enfermos, pero esta ayuda es ínfima considerando los (alrededor de) 1200 dólares que requiere cada paciente para conseguir los medicamentos antiretrovirales. Hace poco, la cooperación Prosin de USAID confirmó la donación de una máquina de conteo de las células CD4, la cual permitirá el conteo exacto de los linfocitos CD4, que es la cantidad de defensas con las que cuenta una persona infectada y la que puede determinar su tratamiento.

Pero “de lo que se trata ante todo, y que la mejor forma de prevenir el contagio, es de difundir información para eliminar el pánico que hay alrededor de la enfermedad. Y además de esta información, que ya es abundante, lo que se debe hacer es practicar una vida sana. Por ejemplo, nuestra sociedad se caracteriza por hacer de la bebida un hábito, y es en estas situaciones, con la carga de promiscuidad que se desata, donde el virus halla espacio para multiplicarse”, reflexionó Andrade.

Charla con una portadora

-¿Cambió mucho tu vida desde que vives con el virus?
-Si y no. Si por que tengo conciencia del mal, me cuido más por que el cuerpo ya me obliga, y mis metas son distintas a las tuyas por ejemplo, por que sé que en cualquier momento esto se puede acabar. Entonces, por ese lado, mi vida se hizo más inmediata.

Y no por que sigo siendo la misma y no hago gala de mi enfermedad, como los líderes de esos grupos de Autoayuda que ahora viajan por el mundo en conferencias y demás citas de enfermos, a ellos si les cambió la vida. Yo lo tomo como una enfermedad más (aunque no lo sea), como tener cáncer o sufrir del corazón. Dramatizarlo sería mucho peor.

-¿Has sufrido algún tipo de discriminación?
-No, por que no lo ando contando por ahí. Pero supongo que en caso de hacerlo público, la gente no me miraría igual. Mi círculo cercano lo sabe, pero nunca hablamos de esto, por que pienso que les resulta incómodo. Evitarlo se acerca mucho a discriminarlo.

-¿Sabes cómo te has contagiado?
-En mis estudios universitarios en el Brasil tuve algunas relaciones que me hacen dudar, pero no sabría exactamente cuándo ni dónde. Hay un examen que puede determinar la fecha, pero es muy costoso. Además, ¿para qué?, tengo el virus, estoy aprendiendo a vivir con él, incluso ya le tengo cariño por que está aquí, conmigo, y no me queda otra que convivir con él.

-La enfermedad, ¿ha hecho que te arrepientas de algo?
-De la vida libertina tal vez, pero como te dije hace rato, trato de no dramatizarlo. El destino me puso ahí, y lamentablemente, el virus me tocó. Ahora sólo se trata de vivir.