Después de presenciar cómo enormes olas les llevaban a sus familias y destruían sus viviendas, los niños sobrevivientes del tsunami en Asia están en shock y son incapaces de entender lo que ha pasado.

Más de 50 mil menores murieron durante la debacle del pasado 26 de diciembre en el continente y los que tuvieron la suerte de preservar la vida deambulan en un vacío, que es apenas el principio de otras graves amenazas.

“Estos niños han perdido toda semblanza de la vida que conocían, desde sus padres, hermanos y amigos, hasta sus casas, escuelas y vecindarios”, dijo la directora ejecutiva del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), Carol Bellamy.

En la provincia indonesia de Aceh, la más afectada por el terremoto y las olas gigantes, cientos de poblados fueron borrados de la tierra y unos 35 mil niños quedaron huérfanos.

La UNICEF propuso que los menores vuelvan cuanto antes a la escuela, porque ello les dará esperanzas en un futuro mejor, pero sólo en Aceh más de mil maestros murieron y 80 por ciento de los centros educacionales quedaron en ruinas.

“Esto es como una guerra. No hay árboles, no quedan casas, los muertos yacen por las calles. Muchos perdieron a su familia”.

De esta forma describía un miembro de la organización humanitaria “Tierra de Hombres” el panorama en la región.

La situación en Indonesia se repite en Sri Lanka, India y Tailandia, donde el desastre fue mayor y se calculan en un millón y medio los niños heridos, huérfanos o desplazados de sus comunidades.

El mayor desafío ahora de los gobiernos y las entidades humanitarias internacionales es preservarles la vida, suministrarle alimentos y medicinas y evitar los brotes de epidemias.

Ya hay reportes de algunos muertos por neumonía en las zonas arrasadas y existe el peligro de que muchos fallezcan por la contaminación de las aguas y la aparición de enfermedades como el cólera, la disentería, las diarreas y la malaria.

Pero este no es ni mucho menos el único peligro al que se exponen los menores en el sudeste asiático.

Miles de niños y adolescentes huérfanos corren el riesgo de caer en las redes de traficantes, quienes los venderían como esclavos, e incluso, como objetos sexuales en otros países.

“Esta es una zona donde el tráfico infantil era ya muy frecuente antes de los tsunamis y la catástrofe no ha hecho otra cosa que acentuar esta amenaza”, advirtió un responsable de UNICEF.

La policía regional está investigando mensajes de texto mediante teléfonos móviles en los que se anuncia la venta de niños en la provincia indonesia de Aceh.

A fin de evitar que estas bandas se aprovechen de la desgracia para hacer negocio, los gobiernos de Indonesia y Tailandia prohibieron las adopciones y la salida del país de los menores de 16 años.

La organización humanitaria Women and Media Collective denunció numerosos casos de violaciones y agresiones contra mujeres y niños en los campos de refugiados asiáticos.

Otras entidades advirtieron que muchos menores son reclamados por parientes más preocupados por cobrar el dinero prometido a los sobrevivientes, que por cuidar de ellos.

La población infantil del sudeste asiático ha sufrido de manera desproporcionada por el cataclismo y por ello UNICEF propuso cuatro grandes medidas básicas para darle una oportunidad a la que ya se conoce como la “generación tsunami”.

El programa incluye agua potable, alimentos y atención médica, la reunificación con sus familiares o sus comunidades de origen, prevenir cualquier tipo de explotación y la urgente reintegración a la escuela.

Aún así, el panorama es poco esperanzador. Estos niños crecerán con el trauma de haber perdido a sus seres queridos y los que no vieron desaparecer a sus padres en las costas vivirán con la ilusión de que algún día regresen.