Cornelis Zitman, La caribeña, 1983

Una reunión de intelectuales y artistas de todo el mundo en defensa de la humanidad relaciona las cuestiones de seguridad internacional, bajo el impacto de la pretensión de dominio unilateral del mundo, conducida por el grupo en el poder en los Estados Unidos, con las estructuras económicas que presiden las relaciones entre las clases sociales, los grupos sociales y las naciones y estados. La humanidad necesita encontrar el camino del diálogo y cooperación antes que el abismo de la confrontación global se instaure.

El Encuentro de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad reunió periodistas, poetas, activistas de los movimientos sociales, artistas, políticos, científicos sociales, profesionales, literatos de más de cincuenta países, con especial participación de latinoamericanos.

El Premio Nóbel argentino Pérez Esquivel fue el encargado de leer el documento final que resultó de este encuentro lleno de debates de ideas y de estrategias de acción que puedan generar una cultura de paz alternativa al imperio de la violencia que se instauró en las relaciones internacionales, sobretodo como resultado del rechazo de Estados Unidos de América de someterse a las leyes internacionales y a los organismos encargado de encaminar la relaciones pacíficas entre los pueblos, en particular las Naciones Unidas.

Lo que más aterroriza en esta coyuntura es la percepción del abismo que se va profundizando entre los ideales y métodos que se imponen en la nación más poderosa de la tierra y los del "resto del mundo". Por más que el resto del mundo vea en las acciones de violencia impuestas en contra de poblaciones enteras, obligadas por las armas más poderosas, la tortura y las humillaciones más brutales a convertirse en "democracias", una amenaza para toda la humanidad, la mayoría de los votantes de la potencia hegemónica apoya estos métodos y da plena libertad de acción a aquellos que amenazan la humanidad.

Es importante constatar sin embargo la existencia de una importante oposición a estos métodos dentro de los Estados Unidos, como lo demostró una expresiva participación de intelectuales y artistas de este país en este encuentro.

El sentimiento de impotencia que nace de esta situación amenaza la humanidad a regresar a formas de relaciones sociales y humanas próximas a la barbarie. Se tiran por la ventana años y años de desarrollo civilizatorio, en los cuales se acumularon principios y métodos de diálogo y convivencia humana que se ha buscado incrementar a pesar de los límites y obstáculos interpuestos por las ambiciones de las potencias mundiales.

Frente a esta situación se hace necesario repensar el conjunto de los elementos que forman el sistema mundial y las formas de acción que permiten incidir sobre él. Es bastante claro que cabe un rol creciente a la sociedad civil y sobretodo a los sectores de vanguardia de los movimientos sociales contemporáneos en la generación de nuevos instrumentos de acción que permitan detener estos proceso macro sociales.

No hay duda que los medios de comunicación ocupan un lugar privilegiado en estas acciones. A ellos les cabe generar una corriente de informaciones y análisis capaces de neutralizar el imperio de la violencia en las relaciones internacionales. Sin embargo el sentimiento dominantes es muy crítico a las medias contemporáneas, por lo menos en sus formas dominantes.

Son muchas las esperanzas que se deposita en las iniciativas de formas de comunicación alternativas como la internet, las televisiones comunitarias, los periódicos ligados a movimientos sociales, las formas culturales alternativas como los teatros de calle, los festivales de poesía, los espectáculos de masa, etc.

Una de las resoluciones del encuentro de más efecto práctico es la creación de una red de redes que tendrá una coordinación a partir de los organizadores de esta iniciativa. Asimismo se apoyó con entusiasmo la propuesta de una red de televisión del sur que sostiene el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Al mismo tiempo se apoyó firmemente las iniciativas de integración regional por más limitadas que sean. En vísperas de la reunión de Ayacucho que pone en marcha una Comunidad de Naciones Sudamericanas se llamó la extensión para la necesidad de convertirla en realidad desde abajo hacia arriba, con fuerte participación de los pueblos de la región. El sentimiento de una unión de inspiración bolivariana produjo una identificación muy importante con la experiencia en curso en Venezuela.

Es impresionante ver como en este país se desarrollan nuevas formas de conciencia y de participación popular que se basan en un fuerte sentimiento de unidad continental y latinoamericana. Se encontró entre este colectivo tan diferenciado una tendencia muy fuerte a apoyar iniciativas como la empresa latinoamericana de petróleo que propone Venezuela y tantas otras en la misma dirección.

Es sorprendente constatar la fuerza que las ideas de cooperación regional tienen a pesar de todas las dificultades históricas que estos pueblos tuvieron para poder actuar en conjunto. Uno se ve obligado a constatar que la identidad cultural del "latino" como lo dicen los estadounidenses es una fuerza moral profunda que gana especial consistencia cuando recibe soporte estatal.
Yo sugeriría al lector a no considerar esta iniciativa una reunión a más entre las muchas que se realizan en nuestros días.

Vale la pena acompañar con cariño el desdoblamiento de estos primeros pasos, iniciados en realidad en México, en memorable reunión en el Polyforum Siqueros, este templo escultórico dedicado a la marcha ascendiente de la humanidad.

Parece que las fuerzas de la destrucción, de la explotación y del terror van a encontrarse cada vez más con la resistencia moral y activa de los pueblos. Ello se ve en los campos de batalla y en los embates políticos y diplomáticos, pero se manifiesta también en las iniciativas culturales que cimientan las relaciones sociales y entre los pueblos.