El mayor economista brasileño y uno de los principales pensadores sociales latinoamericanos, Celso Furtado, falleció en Río de Janeiro, en la mañana del 20 de noviembre de 2004. Fue un hombre nacionalista, íntegro y combativo hasta el último día de sus 84 años de edad. Deja su ejemplo en más de 30 libros traducidos en el planeta entero. En su obra desnuda y denuncia la dominación económica e ideológica de los países centrales sobre las economías periféricas.

Una de las principales características de los textos de Furtado es la manera como mezcla razón con emoción, rigor científico con pasión por la gente. Podríamos decir que lo hace así por no saber hacerlo distinto; pero era al mismo tiempo una manera persistente de llamar la atención de los "economicistas", los tecnócratas, los ciegos seguidores del método lógico-deductivo, que anteponen las cifras ante el ser humano.

Dotado de un profundo conocimiento de la ciencia económica, fue el principal nombre de la Comisión Económica de la ONU para América Latina (CEPAL), fundada en 1948. Junto al argentino Raúl Prebish, es considerado uno de los pilares de la llamada "Teoría del desarrollo" y de la tesis de la "Deterioración de las relaciones de intercambio", una contraposición a la teoría de las "Ventajas comparativas" del comercio internacional, del clásico David Ricardo.

Ambas formulaciones fueron de trascendental importancia para las políticas económicas progresistas y nacionalistas aplicadas en Latinoamérica en los años 50 y 60. La tesis de la deterioración de las relaciones de intercambio buscaba demostrar que con el tiempo, los precios de los productos primarios son decrecientes en relación con el de los productos industrializados. O sea, con el pasar de los años, un país periférico necesita vender cada vez mayor cantidad de sus productos agrícolas y recursos naturales para comprar la misma cantidad de productos manufacturados.

Se debe mucho a él y a la antigua CEPAL el rescate de una visión latinoamericana, autónoma, de los principales problemas de nuestros países. El economista sintió la necesidad de presentar una óptica propia, endógena, nacida desde dentro y volcada para dentro. Tuvo coraje para hacerlo. Por fin, llegó a la conclusión de que las teorías externas, dictadas desde afuera, no explicaban el atraso, el subdesarrollo, la pobreza en Brasil, en Venezuela, en Bolivia, en Ecuador. ¿Nos enseñarían los países centrales a salir de su laberinto? Furtado cuestionó las tragedias del continente: ¿Como los países más ricos en tierras, en subsuelo, en agua, en sol y población pueden ofertar tanta miseria para sus pueblos?

Esos fueron los primeros pasos hasta la quiebra de la visión del subdesarrollo como una "etapa del capitalismo". El subdesarrollo no es una situación cuantitativamente distinta del desarrollo, no es el camino hacia el desarrollo ni uno de los peldaños de la escalera. Furtado sustenta que el subdesarrollo es, sí, el proceso específico de realización del capitalismo en los países periféricos. Es decir, no es una etapa, es el producto, el resultado, de la expansión del capitalismo. No estamos "en vías de desarrollo"; somos subdesarrollados y periféricos, condenados al atraso y a la miseria. Según, afirma, "Esa preocupación se amplió en mi espíritu al tomar contacto con la realidad de otros países latinoamericanos, en cuya variada experiencia se podían observar procesos comunes conducentes al atraso económico".

Hace tres años, recordó: "Mi larga experiencia de actividad universitaria me convenció de que lo que logramos en la CEPAL de los años 50 como forma de cooperación intelectual fue fruto de circunstancias que raramente se dan. Se cristalizó en nosotros la conciencia de que había una tarea apasionante por realizar, que era liberar a la América Latina de la dependencia intelectual". Cabe decir que en aquellos mismos años ocurrió, un movimiento equivalente en la literatura de nuestros países, que echó atrás sus cadenas, creó algo único, maravilloso, nuestro, y voló para transformarse en "La literatura latinoamericana".

Así, el economista planteó, desde la CEPAL, la planificación estatal y la industrialización sustitutiva de importaciones como salidas del subdesarrollo. El timonero de ese proceso sería el Estado Nacional, a través de una clase de técnicos comprometidos con el país y el pueblo. Brasil puso en practica algo muy similar a eso en los gobiernos de Getúlio Vargas, 1930 a 45 y 1950 a 54, cuando fueron creadas las poderosas y estratégicas empresas estatales, así como todos los derechos laborales. Pero las oligarquías asociadas al imperialismo interrumpieron ese período. En 1961, después de días de tensiones y una inminente guerra civil, la maza y Leonel Brizola garantizaron la posesión de Joao Goulart (Jango). Eso significó la vuelta del tren a los rieles. Entre 1962 y 63, Furtado fue Ministro de Desarrollo Económico del gobierno nacionalista. Pero llegó el golpe de Estado de 1º de abril de 1964, planificado y financiado por la CIA, que obligó al economista a irse de Brasil, y mantuvo una dictadura militar sumisa a los intereses internacionales hasta 1985.

En aquel año, cuando vuelven las libertades democráticas, fue designado embajador brasileño en Bruselas y, después, ministro de Cultura entre 1986 y 1990. Véase que Brasil fue el país del mundo en que la economía más creció durante casi 120 años, entre 1870 y 1987. Mientras tanto, el crecimiento económico no fue convertido en desarrollo social. Como en otros países, a partir de un momento, las grandes estatales fueron puestas al servicio de la acumulación capitalista. Furtado asistió inconforme al proceso de instalación de las transnacionales y el dominio de nuestras economías por oligopolios extranjeros. Pero lo peor estaba por venir en los dos gobiernos de Fernando Henrique: nuevas políticas ortodoxas del FMI, desnacionalización neoliberal,privatizaciones, desregulación del mercado de trabajo, destrucción del patrimonio público, idea del ALCA y asombroso endeudamiento interno y externo. Por eso, en los años 90 el economista afirmó que "Nunca estuvimos tan lejos del país que un día idealizamos".

En 2002, apoyó a Lula y el PT. Mientras tanto, dijo para el país entero que era muy pequeño el margen de maniobra para cualquier cambio más profundo y que no existía en el nuevo gobierno un plan, una estrategia para sacar Brasil de la crisis. Furtado tenia completa noción de la grave situación nacional: la capacidad de auto-gestión del Estado brasileño es bastante limitada, con los sectores estratégicos bajo control de transnacionales. Hoy existe una fuerte batalla interna en la cual los sectores conservadores de la sociedad brasileña buscan neutralizar el gobierno Lula desde adentro.

Las recomendaciones del maestro siguen siendo las mismas de hace 30 años Brasil debe utilizar su peso político y su importancia económica para renegociar su deuda externa, lo que creará una cadena de acciones equivalentes en otros países. Ese es el principal cuello de botella brasileño y el camino hacia el futuro pasa por desobstruirlo. No podemos continuar exportando cada día más para pagar los intereses de la deuda, encarcelados en ese circulo autodestructivo.

La esperanza popular en relación a Lula sigue bastante grande y eso fue comprobado en las últimas elecciones municipales. Es cierto que la herencia neoliberal es terrible y no puede ser minimizada, pero es completamente imposible seguir en el camino de la servidumbre a los financistas extranjeros. El 1º de enero el gobierno ya cumple la primera mitad del mandato. El factor determinante es el pueblo y los brasileños deben volver a las calles para estimular acciones más decididas del mandatario. Muere Furtado, pero sus sueños siguen vivos en la urgente lucha por la emancipación nacional. "Coraje! Coraje!", enseñaba, incansable, el viejo.

CARACAS, 15 de diciembre de 2004