El canciller Alí Rodríguez Araque emitió un comunicado en el cual cuestiona las recientes declaraciones de funcionarios estadounidense en torno al conflicto generado por el secuestro de Rodrigo Granda en el país y reitera las intenciones del Ejecutivo Nacional de mantener en buenos términos los nexos con la administración del presidente George W. Bush.
A continuación, se expone el contenido del documento:
Durante los últimos días han venido menudeando distintas expresiones hostiles por parte de voceros del gobierno norteamericano. Como ya hemos señalado, para cada expresión agresiva habrá una respuesta. En América Latina es bien conocida la historia de agresiones armadas por parte de distintos gobiernos de los Estados Unidos de Norteamérica. México, Guatemala, Grenada, República Dominicana, Nicaragua, Panamá, son dolorosos testimonios de esta incuestionable verdad histórica.
Generalmente la agresión armada, directa o indirecta, ha estado precedida de campañas políticas tendentes a crear las condiciones para el ataque. Antes del golpe de Estado de abril del 2002, y durante el curso del mismo golpe, los voceros del gobierno del presidente Bush abundaron en pronunciamientos como los que repite la señora Rice, el señor Ereli y el señor Boucher, y a los cuales intenta hacerle coro, tristemente, el presidente de El Salvador Antonio Saca.
Las autoridades norteamericanas llaman a ejercer presión sobre Venezuela para que rompa sus presuntos nexos con las FARC. Saca, por su lado, retoma declaraciones atribuidas al ex jefe del Comando Sur. No se requiere la más mínima malicia política para entender dos cosas: primero, que el gobierno del presidente Bush, lejos de asimilar las impresionantes lecciones de democracia que le ha dado el pueblo venezolano durante nueve eventos electorales, y la derrota del golpe militar y del golpe petrolero, se empecina en sus graves errores, en su grosera intervención en asuntos internos de Venezuela. Segundo, no satisfecho con sus fallidos intentos dentro de Venezuela, pretende inmiscuirse en problemas que sólo atañen, en el presente caso, a los gobiernos de Colombia y Venezuela, con el fraternal concurso de los gobiernos de la Comunidad latinoamericana, con una sola vergonzosa excepción ya mencionada.
Venezuela y Colombia son países hermanos. Tienen suficiente madurez y criterio para resolver entre ellos sus diferencias, como ya lo hicieron en el pasado con el grave y famoso incidente de la corbeta Caldas. Contrasta de manera impresionante la actitud de todos los países de Sudamérica con la permanente actitud provocadora, intervensionista, violatoria de los principios más elementales de las relaciones internacionales, mediante la presión explícita, ya no solamente sobre Venezuela, sino sobre los países de la Comunidad latinoamericana.
Como muy bien expreso Allan Wagner, secretario general de la CAN, "es importante que Estados Unidos observe una no interferencia en el proceso que estamos viviendo, de tal manera que, libremente, los gobiernos de Colombia y de Venezuela encuentren fraternamente los caminos de solución, y con la colaboración que podamos brindar los países andinos y latinoamericanos.
Finalmente el Gobierno de Venezuela reitera ante el gobierno norteamericano su voluntad de mantener las mejores relaciones sobre la base del respeto mutuo, de la no injerencia en sus asuntos internos, del cese al permanente hostigamiento, del financiamiento a grupos muchas veces vinculando a movimientos violentos en Venezuela y al intento de provocar y agravar diferencias entre nuestros países, porque para Venezuela ¡La patria es América!
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