Los 22 meses de guerra y ocupación extranjera en Iraq casi han pasado por alto a esta ciudad de 800.000 habitantes, capital de la zona autónoma kurda en el norte del país.

Guerrilleros kurdos han peleado junto a Estados Unidos y sus aliados desde la invasión, en marzo de 2003. Desde la caída del presidente Saddam Hussein, al mes siguiente, el norte de Iraq es gobernado por líderes kurdos, y sus seguidores se encargan de la seguridad. No hay soldados estadounidenses ni jeeps blindados patrullando las calles, y la zona no ha sufrido ningún ataque de las fuerzas estadounidenses desde la invasión.

Al menos, así era hasta el 5 de enero, cuando tres helicópteros estadounidenses llegaron a Arbil desde una base de Bagdad y comenzaron a volar en círculos sobre un dormitorio universitario masculino cerca del centro de la ciudad.

Muchos de los estudiantes, que asistían a la cercana Universidad de Salahudin, todavía estaban despiertos preparando un examen de mitad de período que tendrían al día siguiente.

"De repente, soldados estadounidenses saltaron de uno de los helicópteros y comenzaron a disparar contra el edificio", contó Salam, un estudiante del departamento de inglés.

La policía local intentó intervenir para detener el ataque, pero fue repelida por los estadounidenses, según los estudiantes y autoridades kurdas.

Entonces, los helicópteros abrieron fuego. Primero fueron balas, y luego cohetes, uno de los cuales alcanzó el generador de electricidad, que se convirtió en una gigantesca bola de fuego.

"Todo el edificio ardió en llamas. Es un milagro que nadie haya muerto", dijo Salam.

El ataque causó perplejidad en toda la región autónoma kurda, donde las fuerzas estadounidenses cuentan con amplio apoyo. La minoritaria comunidad kurda había sido objeto de una sangrienta persecución bajo el gobierno de Saddam Hussein, por eso respaldó su derrocamiento.

Tras una enérgica condena del gobierno kurdo y disturbios en las calles, el comandante estadounidense a cargo del norte de Iraq ofreció una disculpa.

"Pido al presidente, al Gobierno Regional del Kurdistán y al pueblo de Arbil que acepten nuestras más sinceras disculpas", dijo por televisión el general Cartel F. Ham.

Pero Ham no ofreció ninguna explicación. Sólo dijo a los líderes kurdos que el ataque fue ordenado desde Bagdad y realizado por fuerzas estadounidenses estacionadas en la zona.

El gobierno kurdo aceptó las disculpas, pero los funcionarios de la región continúan perplejos. "Deberían responder por qué vinieron aquí, porque cuando vinieron no encontraron nada. Si existe alguna red terrorista en Arbil, nosotros deberíamos ser los primeros en saberlo, no los estadounidenses", dijo Tariq Gardi, director general del Ministerio del Interior del Gobierno Regional del Kurdistán.

Los kurdos se consideran amigos de Estados Unidos, afirmó. "Si comparten información con nosotros, cooperaremos con ellos y los ayudaremos a obtener sus objetivos. Pero ellos no cooperaron con nosotros, vinieron con tres helicópteros y nosotros no logramos nada", dijo Gardi a IPS.

En general, parece que los kurdos aceptaron las disculpas de Estados Unidos, pero a la vez se nota un cambio de actitud.

"Antes creíamos que Estados Unidos había venido para liberarnos, para ayudarnos... Pero ahora creemos que están por sus propios intereses, y no respetan el gobierno local de los kurdos", manifestó Mohammed Mahmoud, egresado del departamento de inglés de la universidad.

Los kurdos, de religión musulmana, son una nación sin tierra propia. Cerca de 12 millones viven en el sudeste de Turquía, cinco millones en Iraq, un millón en Irán y menos de un millón en Siria. También hay pequeñas comunidades kurdas en Kirguistán, Azerbaiyán y Rusia.

En Iraq, constituyen 20 por ciento de la población, de casi 25 millones. La mayoría de los iraquíes son chiitas (62 por ciento) y habitan el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), el grupo islámico dominante en el depuesto régimen de Saddam Hussein.