El senador Kennedy acompañado de estudiantes

Dimos lectura al discurso pronunciado en la Universidad de John Hopkins por el Senador norteamericano Edward Kennedy titulado: Irak: Urge cambiar el rumbo. Hace cuarenta años Estados Unidos era una tierra distante en otra guerra. En ese tiempo, 1965, teníamos en Vietnam el mismo número de soldados y de bajas que hoy en Irak.

En aquellos primeros días en Vietnam creíamos que íbamos ganando. Creíamos que bastaba con la destreza y el valor de nuestros soldados. Creíamos que la victoria en el campo de batalla conduciría a la victoria en la guerra y llevaría la paz y la democracia al pueblo de Vietnam.

En Vietnam perdimos nuestro objetivo nacional. Abandonamos la verdad. Fallamos a nuestros ideales. Las palabras de nuestros líderes ya no eran dignas de confianza.
En nombre de una causa mal dirigida, continuamos la guerra demasiado tiempo. No entendimos los acontecimientos que se producían a nuestro alrededor. No entendimos que nuestra sola presencia creaba nuevos enemigos y derrotaba los mismos objetivos que nos proponíamos lograr. No podemos permitir que la historia se repita en Irak.

Debemos aprender de nuestros errores. Debemos reconocer lo que cada vez más iraquíes creen ahora. La guerra en Irak se ha vuelto una guerra contra la ocupación estadounidense.
Hemos llegado al punto en que una prolongada presencia militar en Irak ya no es productiva ni para aquel país ni para Estados Unidos. Esa presencia se ha vuelto parte del problema, no de la solución.

Necesitamos una seria corrección de rumbo, y la necesitamos ahora. Debemos hacerla por esos soldados estadounidenses que están pagando con su vida. Debemos hacerla por el pueblo estadounidense, que no puede permitirse el lujo de dilapidar recursos y prestigio nacional en prolongar indebidamente una guerra. Debemos hacerla por el pueblo iraquí, que anhela un país que no sea un campo de batalla permanente y un futuro libre de ocupación.

Por muchas veces que el gobierno lo niegue, no hay duda de que engañó a la nación y nos metió en un lodazal en Irak. El presidente Bush corrió a la guerra con base en inteligencia exagerada y en el obstinado argumento de que Irak era una arena crítica en la guerra mundial contra el terrorismo, que de algún modo era más importante una guerra en Irak que terminar la guerra en Afganistán y capturar a Osama Bin Laden, y que por alguna razón el peligro era tan urgente que no podía darse a los inspectores de Naciones Unidas tiempo para completar su búsqueda de armas de destrucción masiva.
A consecuencia de nuestras acciones en Irak, nuestro respeto y credibilidad en todo el mundo ha llegado a los niveles más bajos de la historia.

También hemos pagado con vergüenza y desdoro del buen nombre de Estados Unidos como adalid de los derechos humanos. Nada está más en conflicto con nuestros valores como estadounidenses que la tortura a otro ser humano. ¿Creen ustedes que algún estadounidense dirá con orgullo a sus hijos que su país tortura prisioneros? Y sin embargo, altos funcionarios del gobierno, llevados por su arrogancia, se desviaron tanto de nuestra herencia y nuestra creencia en la fundamental decencia humana que aprobaron el uso de la tortura. Hicieron mal, terriblemente mal.
El deliberado desprecio del gobierno hacia las Convenciones de Ginebra condujo a torturas y abusos flagrantes contra prisioneros en Guantánamo y Abu Ghraib, y esa degradación ha empequeñecido a Estados Unidos ante los ojos del mundo. Ha amenguado nuestra voz moral en el planeta.

Nunca en nuestra historia se había dado un ejemplo más patente y doloroso de ese dicho de que quienes no aprenden de la historia están condenados a repetirla.
La marea de la historia se levanta en contra de la ocupación militar. En Irak desdeñamos esta verdad y peligramos por ello.
Es tiempo de reconocer que solo hay una elección. Estados Unidos debe devolver Irak al pueblo iraquí.
Necesitamos dejar que el pueblo iraquí tome sus propias decisiones, llegue a su propio consenso y gobierne su propio país.

El Libro de los Proverbios de la Biblia nos lo enseña: «La soberbia antecede a la destrucción, y un espíritu arrogante a la caída». Es tiempo de que el presidente Bush se trague su orgullo y ponga fin a los continuos fracasos en Irak y ante los ojos del mundo. Cuando pronuncie su mensaje de Estado de la Unión, la próxima semana, espero que demuestre su intención de hacerlo así.
El peligro es muy real y, si no lo hace, nuestro liderazgo en el mundo estará perdido para siempre. No podemos permitir que eso ocurra.

Existe un curso más sabio que podemos seguir, acorde con lo mejor de nuestra herencia y nuestra historia: un curso que ayudará a Estados Unidos, por fin, a recuperar el lugar que nos corresponde con respecto al mundo y a traer nuestras tropas a la patria con honor. Tomemos ese curso, y tomémoslo ahora".
Dimos lectura al discurso pronunciado en la Universidad de John Hopkins por el Senador norteamericano Edward Kennedy titulado: Irak: Urge cambiar el rumbo